Aunque el beyond -"más allá de", traducido del inglés- se utiliza frecuentemente, después de visitar la Alimentaria de estos días con un amigo experto, confirmo que se trata ahora de una palabra de uso cotidiano entre los que se prestan a estar en la vanguardia de la vanguardia. Si no se quiere estar fuera de juego, esta palabra acontece indispensable: "Más allá" de la sostenibilidad, de la personalización, de las proteínas animales, de los conservantes y colorantes, del gluten y de la lactosa, de las grasas, de la sal, de los azúcares, de las estructuras físicas de venta... Pero, este ir más lejos no se circunscribe al campo de la alimentación. Perdonad la pedantería, pero yo mismo titulé el libro sobre el low costBeyond the Low-Coste Business: Rethinking the Business Model (Palgrave Macmillan, 2013); han proliferado películas y series Más allá de las nubes (1995), de la muerte (2009), de la vida (2010) o de laluna (2020)...; y si vamos a otros campos de la industria actual, tenemos "beyond" por todas partes: de la tecnología y la innovación disruptivas, de la virtualidad y el metaverso, del teletrabajo, de las reuniones online, de los materiales textiles o de construcción, de los data....
Hace tiempo que ha empezado una larga transición hacia la digitalización y este hecho está moviendo las estructuras, estrategias y herramientas hacia el "beyond". Diríamos que vivimos en la posmodernidad tecnológica, que se sitúa más allá de la modernidad líquida enunciada por Zygmunt Bauman, y de la transmodernidad de Rosa María Rodríguez Magda. La primera sería de tipo social y la segunda de tipo filosófico. Pues bien, difícilmente podremos acceder a este nuevo escenario si no rompemos el tabú de las nuevas tecnologías y nos sumergimos masivamente en ellas. Plan de choque, le decimos, que irá desarrollándose a medida que los distintos colectivos económicos inviertan bien los fondos de los Next Generation que van llegando. Muy modernos nos quedaríamos, pero con el cirio en la mano, si no aprovechamos la oportunidad. Sería una nueva brecha, en este caso, la digital, que se añadiría a la de la tardía industrialización de los años 70, con bastantes décadas de retraso respecto a Europa; o las distintas revoluciones tecnológicas desde el siglo XIX.
Muy modernos nos quedaríamos, pero con el cirio en la mano, si no aprovechamos la oportunidad
Tres en raya
En los próximos cinco o diez años, se tiene que avanzar paralelamente en la evolución de las tecnologías (conocimiento y capacidad de aplicación masiva de las herramientas digitales por parte de toda la población), la transformación de las estrategias empresariales (nuevos modelos de negocio productivos) y las estructuras del país (social, laboral, política, económica...). Es un tres en raya: cualquier desfase en uno de los ejes, se pierde la apuesta.
Porque más allá de las fronteras de cada país, todo evoluciona a un ritmo frenético, y la competencia cada vez acontece más fuerte. Apenas acabamos de aprender qué es una empresa unicornio y ya nos encontramos que aparece un nuevo concepto, el decacornio, que es aquella corporación emergente e innovadora en el ámbito digital que antes de salir a bolsa supera los 10.000 millones de dólares, diez veces más que el unicornio. Según State of European Tech (2021), en España hay doce unicornios entre las 322 europeas. En 2030, las españolas podrían aumentar en cinco o seis más, las europeas se dispararían hacia las 400, y en el mundo, donde se calcula que operan un millar de empresas unicornio, según CB Insigths (2021), se quintuplicarían. Si no accedemos en los próximos cuatro o cinco años a la digitalización de las empresas pequeñas, medias y grandes, las administraciones y la población en general, crece la brecha. No se trata de crecer por crecer con los modelos anteriores, que ya hace tiempos que han caducado, sino de aprovechar la digitalización para aprender las coordenadas del futuro.