
Nadie ha entendido las idas y venidas de Universidades con las faltas de ortografía (de sintaxis ya ni se habla) en las Pruebas de Acceso Universitario (PAU). Primero, se rompía el criterio habitual y dejaban de penalizar las notas de los aspirantes a universitarios. Después, solo lo harían en los exámenes de lengua y literatura. Finalmente, contarán en todos los textos largos, pero con una penalización máxima de dos puntos. ¿A qué viene este desorden cuando estamos en pleno proceso de pruebas? ¿Por qué se ha cambiado el criterio tradicional de que no se puede acceder a la universidad si tienes un cierto número de faltas de ortografía? Y después dirán que el nivel de los estudiantes no para de bajar.
Universidades catalanas para estudiantes españoles
Rumiando un poco, me ha venido a la memoria una noticia de hace pocos días. Desde el mundo sanitario se quejaban de que el 40% de las plazas universitarias de médicos las ocupan estudiantes del resto del Estado. Aunque en Medicina es el caso más acusado, también afecta a otras carreras vinculadas a la salud, como Fisioterapia, Odontología y Psicología. Y, también, Arquitectura.
Si habláramos de universidades privadas, como Harvard, deberíamos estar orgullosos del renombre de nuestro sistema de formación, de prácticas y de investigación en el ámbito de la salud. En Harvard, siguiendo con el ejemplo, las dificultades que la administración Trump pone a los estudiantes extranjeros que quieren acceder pone a la universidad -y al sistema universitario estadounidense en general- en un aprieto. Les va la vida, si no pueden tener estudiantes extranjeros.
Pero en nuestra casa, el grueso de la oferta va a cargo de universidades públicas o concertadas. Dada la inversión en recursos públicos, económicos y de todo tipo, que conlleva formar a un médico -o cualquier otro universitario-, parece razonable que sirvan principalmente a la comunidad que les ha permitido adquirir esta formación. Pero no. Al igual que los maquinistas o los funcionarios de la Administración del Estado en Catalunya se esfuerzan por volver a sus comunidades de origen -a igual salario, menos coste de la vida y menos dolores de cabeza-, la mayoría de nuevos médicos españoles formados en las universidades catalanas también se vuelven lo antes posible. Y así, en Catalunya nos tenemos que conformar con una escasa disponibilidad de médicos, enfermeras y otros profesionales sanitarios.
Y cuando no, profesionales extranjeros -muchos venidos de Latinoamérica y con unos estándares formativos y una cultura médica diferente de la nuestra- que no son ni de lejos la opción ideal. Muchos no son ni capaces de atender a sus pacientes, en algo tan personal e íntimo como es el tratamiento de la salud, en catalán. Y no solo ellos, pero este ya sería otro tema.
La mayoría de nuevos médicos españoles formados en las universidades catalanas también se vuelven lo antes posible
Nos preguntaremos ¿cómo hemos llegado hasta aquí? ¿Es que a los estudiantes catalanes no les interesa la salud como opción profesional? No es este el problema. Muchos aspirantes catalanes no pueden acceder a las facultades correspondientes. Porque no tienen la nota de admisión lo suficientemente alta.
España una, también en la Universidad
El problema es que a efectos universitarios -desde la provisión de profesores hasta la admisión de nuevos estudiantes- España es un distrito único. Esto quiere decir que todo el mundo puede ir a estudiar donde quiera o presentarse a una plaza de profesor donde quiera. Ahora, la nota de corte viene conformada por dos elementos: el expediente académico en la secundaria y la nota en las PAU. Sorprendentemente, los alumnos que vienen de España siempre traen mejores notas académicas que los que han cursado la secundaria en Catalunya. O realmente son mejores alumnos o existe un sesgo a la hora de poner notas que penaliza a los alumnos que estudian la secundaria en Catalunya, donde los institutos y similares serían más exigentes.

Nos queda el otro componente de las notas de corte, la calificación de las PAU. Y aquí, qué casualidad, vuelve a pasar lo mismo. Los alumnos que se examinan en Catalunya tienen unas notas ligeramente inferiores a los que lo hacen en España. La diferencia no es elevada, pero sumada a la que ya llevábamos en términos de expediente académico y dada la competencia que por décimas se establece en las facultades más codiciadas, el resultado es el que ya hemos comentado: de los 1.207 alumnos que este curso se matricularon en las facultades públicas de Medicina de Catalunya, 457 venían del resto del Estado.
¡La ortografía, culpable!
Entonces, a alguna mente privilegiada en Universidades se le debe haber encendido la bombilla. ¿Cómo solucionarlo? ¿Exigiendo que se acabe esto del distrito único universitario o poniendo límites al menos? No. Esto sería ir contra la unidad de España que ya sabemos que, a falta de servicio militar, se forja en la mezcla de universitarios de todo tipo de procedencias. ¿Podríamos rebajar el peso del expediente académico en la conformación de la nota de acceso? Esto ya se hizo hace unos cuantos años, de tan escandalosa como era la situación, no solo entre centros de secundaria catalanes y españoles, sino entre los públicos y los concertados en nuestra propia casa.
Por lo tanto, ¿cómo resolvemos el problema? Y es que ya parece que han encontrado al culpable. El culpable son las faltas de ortografía -sobre todo en catalán- que rebajan las notas de las PAU a nuestros estudiantes. Porque total, ¿por qué un médico tiene que escribir sin faltas de ortografía, si no se le entiende la letra? Viene a ser como aquellos que dicen que lo importante no es que te atiendan en catalán sino que te curen. Pues eso.