
Las informaciones -¿intoxicaciones?- sobre gasto militar de los últimos días no ayudan, ni mucho menos, a centrar un debate que es fundamental: ¿dónde estamos y hacia dónde debemos ir en temas de defensa? Trataremos de aclarar algunos conceptos.
La animadversión hacia el presidente Trump ha estimulado un vicio muy nuestro: crear bandos para identificar a unos supuestamente buenos enfrentados con unos supuestos malos. Pero la vida, en general, no es así de binaria. Por ejemplo, cuando Trump dice que Europa debe gastar más en defensa, no dice nada descabellado. La defensa Europea se ha apoyado, desde el fin de la Segunda Guerra Mundial, en las aportaciones americanas. No parece descabellado que ya sea llegada la hora de ajustar la situación.
Trump dice que si tenemos un club que se llama OTAN todo el mundo debe contribuir por igual. No en el total, en valor absoluto, sino en proporción a su riqueza. Las afirmaciones de Trump pueden parecer ofensivas. Pero el hecho de que las diga un presidente americano de estética chulesca, con su tono habitual de fanfarrón, no le quita la razón. España siempre ha vivido del cuento solidario de los demás. Y esta es la primera vez que alguien lo dice en voz alta.
La OTAN no es una entidad económica con un presupuesto fijado. Es simplemente una organización -es decir, un plan de actuación con métodos y procedimientos- que en caso de necesidad se pone en funcionamiento utilizando unos recursos humanos y materiales que los miembros ponen a disposición. Por lo tanto, lo que se pide no es que se dé un 5% a la OTAN para ser miembro. Sencillamente, se pide que los recursos que se pongan a disposición de la OTAN en caso de necesidad sean solidarios -que todos hayan invertido equitativamente en formalizar estos recursos-. Y se ha decidido que sea el 5%: 3,5% en gasto militar directo, y 1,5% en gastos relacionados con la seguridad del país.
La nueva situación nos da una idea del nivel de subvención del que hemos disfrutado en las últimas décadas: Estados Unidos lo pagaba casi todo
Por lo tanto, no se pide más dinero para la organización. Simplemente, que si quieres que la organización te defienda en caso de conflicto, aportes los recursos necesarios para poder ayudar a defender a otro miembro, también, llegado el caso. El ejemplo es claro: una aseguradora puede cubrir una indemnización a un afectado únicamente si todos los demás miembros pagan la cuota. Este mecanismo lo inventaron y pusieron en marcha los armadores catalanes y genoveses en la baja edad media.
Con todo esto quiero significar que ser miembro de la OTAN no descarta el hecho de tener una defensa europea -recuerden que los miembros aportan a la OTAN solo recursos existentes-. Y aquí es donde conviene centrar el debate. Ahora llega la hora de efectuar grandes gastos por parte de los estados miembros de la Unión Europea (UE), ya que la mayoría de países deberán incrementar el gasto. ¿Cómo se deberá hacer? Miremos, primero quién gasta qué en defensa de forma directa.
Por lo tanto, debemos admitir que pasar a un porcentaje del 3,5% (de gasto directo) se hará duro de tragar. Pero, claro, nos da una idea del nivel de subvención del que hemos disfrutado en las últimas décadas: Estados Unidos lo pagaba casi todo.
Para la UE se abren muchas posibilidades. Un mayor gasto público significa una inyección, un estímulo, a la economía de cualquier país. Pero las cuestiones que preocupan ahora a la UE son:
- ¿Cómo se financiará este gasto?
- ¿Se hará de forma conjunta?
- ¿Se instalarán mecanismos proteccionistas (fabricación europea)?
- ¿Se aprovechará para crear un mando conjunto de defensa europea?
Una vez más, la UE se encuentra ante un reto que nos puede dar un impulso notable en el ámbito de integración política. Es este el debate que nos importa. Las acciones y actividades del presidente Trump deberían servir para hacernos despertar de una situación que ha sido totalmente irregular. La ventaja que nos ofrece la aparición de tal personaje debe ser aprovechada. Porque, al fin y al cabo, los retos que nos plantea recuerdan la aparición, y el fracaso, del comunismo: la pregunta era correcta, lo que falló fue la respuesta. Y, no nos equivoquemos: las preguntas de Trump son correctas aunque él no tenga la solución. La solución debe ser nuestra.