
Antes de ayer fue investido canciller de Alemania el señor Friederich Merz. Lo primero que hará será viajar a París, como es tradición. Se ha puesto en marcha, pues, el nuevo gobierno alemán de coalición entre la CDU-CSU (cristianodemócratas) y el SPD (socialdemócratas). Lo que los alemanes llaman el gobierno negro-rojo. Alemania es un país de gobernanza racional. Es decir, que las coaliciones no se hacen a regañadientes, sino que se convierten en una herramienta para gobernar cuando el electorado lo decide en las urnas. O sea, cuando ningún partido obtiene una mayoría clara en el Bundestag. Los partidos que conforman la coalición llevan a cabo la operación no para desgastar al socio de coalición, sino como una acción profesional, técnica. Un reparto de trabajos. Es como si, para construir una casa, se decide que una empresa proveerá la estructura exterior y otra hará la distribución interior. Sería de estúpidos que los objetivos de ambas empresas fuera que la casa se hundiera.
Es interesante analizarlo, pues en nuestras latitudes no hay cultura de coalición. Sobra el partidismo y las grandes expresiones de voluntad de colaboración. Todo falso. Verborrea inflamada. Falta el patriotismo y, sobre todo, falta la profesionalidad y la vocación de servicio público. Cualquier gobierno del mundo, sea o no de coalición, debe funcionar por el principio de solidaridad. Es decir, las acciones de un gobierno son solidarias entre sus miembros. Cuando un ministro propone una acción y esta es aprobada por reunión del consejo, la decisión pasa a ser de todos y cada uno de los miembros. No vale excusarse, por parte de ningún miembro del gobierno -tampoco es un atenuante penal, llegado el caso-, diciendo que una determinada decisión fue una responsabilidad adoptada por el responsable de un departamento específico.
Una decisión de un consejo de gobierno es como si la decisión la hubiera tomado cada miembro individualmente. Esta es la buena praxis. Que no se aplica entre nosotros. Así se ha mal gobernado la Generalitat en los últimos veinte años y pico. Así se gobierna ahora en Madrid también. Los gobiernos formados bajo esta falta de solidaridad, minan la democracia y la confianza del gobernado, que contempla a los ministros como individuos que pretenden ocupar un sillón sin asumir responsabilidades colectivas. No es así en Alemania donde los políticos tienen un currículum largo en cuanto a coaliciones de gobierno. Miremos cómo ha ido la formación del gobierno que ahora se estrena.
Cualquier gobierno del mundo, sea o no de coalición, debe funcionar por el principio de solidaridad. Es decir, las acciones de un gobierno son solidarias entre sus miembros
De entrada cabe decir que las negociaciones no han consistido en definir grandes líneas que, después, dejan unos flecos que cada parte interpreta a su manera. No señor. Las negociaciones en Alemania han durado 28 días en los que más de 300 personas -en general, expertos en cada área de discusión- se han encerrado, sin charlar con la prensa, con el objetivo de redactar un documento de 144 páginas donde se definen acciones en detalle a llevar a cabo. Acciones que, y este es el punto importante, son asumidas por todos los miembros como si fueran las propias. Ningún ministerio es "propiedad" de un partido. El ministro al frente de un partido -o, quizás, independiente-, pero las acciones que llevará a cabo son las acordadas por ambos partidos. No significa una oportunidad para que el partido correspondiente desarrolle su programa.
Los retos de la nueva Alemania
Los dos partidos ahora coligados definieron, antes de entrar en detalle, los tres grandes temas que ponen a Alemania bajo grandes desafíos: finanzas, migración y pensiones.
Las medidas financieras han quedado eclipsadas por el giro histórico que el nuevo gobierno propone: poderse endeudar más allá de lo que ahora dice la ley fundamental alemana. Esto requerirá modificar la constitución. Pero, para que esta enmienda constitucional no acabe siendo una chapuza, se llevará a cabo una reforma fiscal complementaria importante que afecta a la reducción de algunos impuestos y al incremento de otros. Todo, sin embargo, orientado a ayudar a que las empresas salgan adelante mejor de lo que lo han hecho hasta ahora. Medidas que impactan en la contabilidad para amortizar inversiones, horas extras de los trabajadores -que no pagarán impuestos-... En general, lo que persigue este paquete es que las empresas inviertan y que haya más dinero disponible para invertir. Probablemente, con la vista puesta en la emisión de deuda pública que el ciudadano y las empresas deberán poder adquirir.

Se aprovecha para hacer reformas que toda Europa deberá llevar a cabo: reducir burocracia. No estamos ante palabras vagas. Por ejemplo, en 2029 -cuando el gobierno actual termine- todos los ministerios federales deberán haber reducido el gasto un 10%, y reducido el número de funcionarios un 8%, también. Como son pragmáticos, saben que no se puede simplificar la burocracia si no recortas a aquellos que la crean. El funcionario, todos lo sabemos, pero se dice con la boca pequeña, tiende a la supervivencia y a la procreación administrativa. Los alemanes son realistas: es imposible la reducción del papeleo si no se recorta a los que lo generan.
En cuanto a la migración, hay un cambio importante. La realidad es que Alemania, a raíz de la admisión de los dos millones de sirios en 2017, ha pasado a ser percibida internacionalmente como el paraíso de los "papeles para todo el mundo". Muchos otros países europeos también lo son -España entre ellos-, y este descontrol no gusta al ciudadano que acaba votando opciones extremistas. Alemania continuará atendiendo a los refugiados como caso especial humanitario, pero el resto de inmigración pasará controles más severos.
Conviene recordar que Alemania es el principal receptor de solicitudes de asilo de todos los que recibe la Unión Europea (UE), y éste es un liderazgo que Alemania quiere abandonar
Alemania, Europa, necesita la inmigración, pero se trata de hacerlo bien. Se presta especial atención a la política de integración que medirá cuándo se debe naturalizar al individuo que llega al país. También se establecen países terceros donde obtener un visado será más fácil, ya que allí se establecerán procedimientos más profesionales y ágiles. Una especie de puertas de entrada validadas. En general, sin embargo, se liga la política de inmigración a lo que se determine con los socios europeos para que nadie quiera cargarse Schengen. Conviene recordar que Alemania es el principal receptor de solicitudes de asilo de todos los que recibe la Unión Europea (UE), y este es un liderazgo que Alemania quiere abandonar.
Las pensiones, el gran interrogante
Las pensiones constituyen un problema en el ámbito europeo. En España se le pusieron objetivos a cambio de recibir ayudas europeas (p. ej. fondos Next Generation Europe), por eso se ha apresurado a hacer las leyes correspondientes. ¿Están bien hechas y las cifras que se dan son realistas? Este es un tema que la Comisión Europea está estudiando para seguir con las ayudas, o no. Francia ha intentado legislar, también, y el tema ha sido duro. Recordemos que la primera ministra, Élisabeth Borne, coló la ley por vía de urgencia constitucional y esto le costó el cargo. Por lo tanto, Alemania, también, se encuentra con que debe encarar ahora esta reforma. De todos modos, no mira de cortarlo en este momento, como lo ha hecho Francia y, en buena parte, España. El sistema alemán es más complejo, y también más robusto. Y es que el tema de la productividad y la aplicación intensiva de la inteligencia artificial pone al mercado de trabajo ante incertidumbres que no habían tenido lugar nunca.
En cierto modo, se critica que no se propongan soluciones. Pero el nuevo gobierno ha intentado aplazar el discurso de las pensiones hasta que el futuro demográfico del país no esté fijado. No queda claro cuál será la demanda de inmigración ni las necesidades del país. Mientras tanto, en lugar de alargar la vida laboral -como se ha hecho en Francia y en España- se ha optado por una solución, como mínimo, original e imaginativa. Se creará un fondo de pensiones para todos los niños y jóvenes entre 6 y 18 años que asistan a la escuela. El estado pondrá 10 euros mensuales, pero pueden ser complementados por la familia, si lo desea. O sea, se persiguen dos cosas: que se empiece a cotizar antes -cuando se estudia- y que, de paso, los jóvenes no abandonen la formación. No está mal.
Interesa que Alemania lo haga bien. Sin el eje francoalemán, Europa va coja. Y a nosotros, que vivimos de lo que rebosa, nos conviene que todo vaya bien, claro.