Andreas Malm: "No puede haber propiedad privada de combustibles fósiles"

El investigador sueco dibuja el desarrollo histórico de la acumulación capitalista a través de la quema de petróleo, gas y carbón en su último libro, Capital Fósil

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La banda de punk californiana Bad Religion ya lo advirtió hace década y media. "A placard reads The end of days / Jacaranda boughs are bending through the blaze". Ya antes de la pandemia, mientras un continente entero ardía a decenas de miles de kilómetros, la peor tormenta en años golpeó la costa central catalana y estuvo cerca de frenar las vidas de toda el Área Metropolitana durante una semana. Las más recientes predicciones del IPCC acercan todavía más los efectos devastadores de la crisis climática, y exigen cambios transformadores en la forma de vida del norte global.

En su último libro, Capital Fósil (Capitán Swing, 2021), el profesor de ecología humana en la Universidad de Lund – entre otras cosas – Andreas Malm identifica el inicio de la quema de combustibles fósiles como el germen de no solo la emergencia climática sino también las tendencias pasadas y presentes de la acumulación capitalista. El autor se sienta con VIA Empresa para discutir sobre soluciones a largo plazo, activismo climático y el rol del estado en una transición ecológica sostenible.

¿Cómo nos lleva la quema de combustibles fósiles y su relación con la acumulación del siglo XIX a la presente iteración del capitalismo?

La investigación histórica de Capital Fósil es un intento de responder la pregunta de cómo hemos acabado en este lío y cómo nos colocamos en este camino para empezar. Investigamos la industria británica de los primeros años del siglo XIX, un momento de cambio desde las fuentes de energía tradicionales – el que ahora nombraríamos renovables – hacia la máquina de vapor. La adopción generalizada del vapor pone a las economías capitalistas en un camino de crecimiento de los combustibles fósiles, y es este camino en el que seguimos ahora mismo. Ha sido una espiral de cada vez más carbón, más gas, más petróleo, en más lugares del mundo, expandiéndose. Y esta espiral tiene que parar.

Esto no significa que la situación sea la misma que en el siglo XIX. Actualmente tenemos el problema de que las grandes compañías en el negocio de los combustibles fósiles están haciendo todo el que pueden para continuar con la expansión, y lo que necesitamos es parar los pies a estas empresas.

"No podemos dejar a los actores de mercado la extracción de combustibles con el objetivo de generar beneficio"

¿Cambia la perspectiva del final de la disponibilidad de los combustibles fósiles los planes de crecimiento del capitalismo moderno?

El fin de los combustibles fósiles porque se nos acaben es, pienso, una posibilidad muy distante. La conversación alrededor del peak oil durante 2006 y 2007 iba completamente equivocada. El problema no es que el petróleo se acabe, el problema es que las grandes empresas quieren extraer tanto como puedan, y si lo consiguen, el planeta arderá.

En el contexto de compañías demasiado grandes para caer, ¿cómo se puede romper esta dinámica?

Las empresas de carbón, petróleo y gas tienen que ser nacionalizadas. No creo que nos podamos permitir la propiedad privada de los combustibles fósiles. No podemos dejar a los actores de mercado la extracción de combustibles con el objetivo de generar beneficio, se tiene que poner fin a esta tendencia. Por su parte, las empresas que ya están bajo propiedad estatal necesitan nuevas instrucciones de sus gobiernos que frenen la extracción de combustibles fósiles y las transformen hacia actividades diferentes. Por ejemplo, limpiar el desorden que han generado.

Esta es una tarea de gran relevancia, y muy complicada; es un gran reto, porque hablamos de empresas extremadamente poderosas con grandes cantidades de capital. Pero estas compañías no pueden seguir existiendo como productoras de combustibles fósiles. Pueden, y tendrían que ser expropiadas por los estados y reconvertidas en herramientas de servicio público dedicadas, por ejemplo, a limpiar la atmósfera. Pienso que las ideas de nacionalización, de control público, han penetrado la discusión colectiva. La sentencia en los Países Bajos que obliga a Shell a reducir sus emisiones en un 40% antes de 2030 apunta a esta solución. Si este veredicto se implementa, veremos al estado diciendo a las empresas qué tienen que hacer, que es exactamente el que nos hace falta.

Usted mismo ha afirmado en repetidas ocasiones, sin embargo, que la propiedad pública no necesariamente significa una mejor utilización de los recursos energéticos. ¿Qué hay que hacer para asegurar que el Estado no solo nacionalice las compañías, sino que las ponga al servicio de la transición ecológica?

No creo que haya una única estrategia. Hay un amplio abanico de estrategias por parte de los movimientos climáticos para posar esta presión sobre las administraciones, incluso por parte de los trabajadores. Me puedo imaginar trabajadores de algunas industrias exigiendo las conversiones ecológicas de sus plantas, por ejemplo. Esto aún no ha pasado de manera generalizada, a pesar de que se han dado casos – en Francia, el sindicato de una refinería de petróleo propiedad de Total ha exigido su transformación; para así poder, en vez de contribuir a la quema del planeta, hacerlo a la rehabilitación de la atmósfera, por ejemplo.

Tengo camaradas a la industria automovilística sueca que defienden que en sus plantas, que son increíblement versátiles, se podrían producir cosas diferentes. Lo vimos durante la pandemia, cuando las fábricas de las automovilísticas empezaron a ensamblar material sanitario. Podríamos imaginar fábricas de coches redirigiendo su producción hacia trenes, tranvías, turbinas eólicas u otras tecnologías necesarias para la transición ecológica.

"Este proceso podría llevarnos más allá del modo de producción capitalista, hacia algo completamente diferente"

¿Cómo ve, en este sentido, la relación entre el movimiento ecologista y las instituciones?

Creo que proyectos cómo el de Bernie Sanders en EE.UU. o el de Jeremy Corbyn en el Reino Unido eran muy prometedores, pero ambos perdieron. Esto no significa que no debamos volver a intentarlo. No hay una única estrategia, y ninguna nos ha llevado a la victoria, así que no se puede decir que porque estas candidaturas no ganaran se tiene que abandonar este camino. Puede haber adelantos electorales que generen relaciones más productivas entre instituciones y movimientos sociales y nos pongan en la buena dirección. Es mejor para el movimiento que en la Casa Blanca esté Biden y no Trump.

Hablaba del papel de los trabajadores, pero en un contexto de gran atomización del movimiento obrero, ¿cómo puede funcionar en adelante esta relación?

La tragedia es que en medio de la mayor crisis en la historia de la humanidad necesitamos una fuerza social que pueda intervenir en la sociedad y cambiarla. Esta fuerza, históricamente, era la clase trabajadora, pero en el Norte global es más débil que nunca, y, por lo tanto, se hace más difícil que nunca implementar cualquier cambio. La recomposición de la clase trabajadora sería una gran noticia para el movimiento climático, pero la desindustrialización y otros procesos neoliberales la han afectado mucho como fuerza social coherente.

¿Puede haber soluciones de mercado a la emergencia climática?

No creo que podamos decir que el fin de los combustibles fósiles, y el resto de pasos hacia la solución de la crisis climática, lleven necesariamente al fin de las relaciones de mercado. Definitivamente llevarían a un control público de las economías mucho, mucho más grande. Más intervención, regulación, propiedad e inversiones públicas. Pero esto no significa que no haya otros tipos de esferas de mercado.

La parte importante es no intentar prever exactamente cómo será la sociedad. Necesitamos recuperar demandas básicas, y asegurarnos que estas demandas se cumplan. Solo exigiendo cosas como que no haya más inversiones en nuevos combustibles fósiles entramos en conflicto con intereses muy poderosos. Y este conflicto necesitamos ganarlo. Y, si ganamos, pondremos en marcha un proceso que abrirá nuevos conflictos de diferentes tipos. Y este proceso podría llevarnos más allá del modo de producción capitalista, hacia algo completamente diferente.

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