Mi playa

L'Ametlla de Mar, uno de los destinos turísticos emblemáticos de las Terres de l'Ebre, vive un verano productivo pero de proximidad

L'Ametlla de Mar ha acontecido uno de los destinos predilectos del turismo de proximidad durante los veranos de la pandemia | iStock L'Ametlla de Mar ha acontecido uno de los destinos predilectos del turismo de proximidad durante los veranos de la pandemia | iStock

Coger el coche y marchar hacia el sur para volver a tu playa, o sentirla cerca, es una sensación gratificante. Más todavía cuando hace tiempo que no frecuentas la urbanización, como consecuencia del episodio de los últimos meses. En el comienzo, al comprarte, alquilar o construirte la casa, vives una dualidad. Tu ambiente habitual, por un lado. Y, los de los veranos y los fines de semana que vas a la segunda residencia, por otro. Con el tiempo, todo se mezcla: amigos, gustos gastronómicos, ambientes; la distancia se acorta hasta hacerse imperceptible. Ni Catalunya es tanto grande, ni las diferencias entre mar y montaña, o entre sur y norte, tan abismales. Incluso cuando estás fuera, en conversaciones de madrugada, se te escapa alguna vez refiriéndote a tu otro yo lo de can Fanga, si veraneas en el norte, o aquello de pixapins , si lo haces en el sur, cómo yo.

¿Cómo la he encontrado este año? Este agosto, atestada. Como siempre, pero con un rasgo diferencial: los bañistas son mayoritariamente de proximidad; oigo hablar catalán con los usos lingüísticos propios de las Terres de l'Ebre. Prácticamente el 90% de los ebrencs lo usan a diario, la región que más lo hace a Catalunya, según la Dirección general de Política Lingüística de la Generalitat.

Cuando estás fuera, en conversaciones de madrugada, te encuentras alguna vez refiriéndote a tu otro yo con aquello de can Fanga, o de pixapins

Antes del 2020, el catalán quedaba en segundo plano ante el francés, el alemán, o el ruso. Lo de los franceses no es del todo verdad: se oye el mismo francés que los años anteriores, pues la colonia belga y francesa, arraigada desde los momentos fundacionales de la urbanización, ha ido consolidándose con los hijos y los nietos, y no faltan nunca, ni em los momentos más complicados. Sin los extranjeros, que significan más del 50% de los que veranean en el pueblo, sus playas se han convertido en un espacio de ocio para los nativos desde Lleida hasta Ulldecona, muchos de los cuales suben y bajan por la mañana, comen de pic-nic, y vuelven al atardecer a casa. Este turismo de proximidad y de día ha crecido em los últimos años, y este año se pronuncia más.

Qué decir de los propietarios y familias de todas las urbanizaciones que en verano aportan más del 70 % del gasto de consumo local. Confirmamos el mismo respecto a los propietarios de chalés y apartamentos, de semana o de quincena, que este año han arrendado un 20 o un 30% más barato. Todos han llegado puntualmente y están instalados en sus rutas cotidianas de casa a las tiendas y al forn, a la playa, a la piscina de la comunidad, a cenar, a hacer una copa y a dormir; gran parte del día, con pantalón corto o pareo y chanclas.

Las 30 calas

Los turistas nos esparcimos por alguna de las treinta calas de l'Ametlla de Mar. Treinta, a lo largo de los dieciséis kilómetros de litoral. Solo cinco tienen bandera azul desde el 2018, que para el Ayuntamiento son muchas, pues hace pocos años no había ninguna. Está mucho be tener playas con la bandera azul. Ahora bien, desde hace muchos años, yo mido la calidad ambiental de las playas por las certificaciones continuadas ISO 9001, ISO 20000, ISO 9004, ISO 14006 ó EMAS. Y aprecio más la Q de Calidad Turística (de acuerdo con ISO 13.009). Las banderas azules, diríamos, son el low cost de la calidad ambiental del litoral.

Contemplo con tristeza cómo el Delta va perdiendo elementos fundamentales de su paisaje; que vengan los negacionistes de la emergencia climática y lo vean

Mi único vicio catalogado a los últimos veinte años ha sido el quad. Este medio de transporte se adapta perfectamente al territorio. Llegas hasta donde puedes con la máquina, pero tienes la sensación de penetrar íntimamente los bosques de pino, las posidonias, la arena, la piedra, los peces deliciosos y las aguas netísimas verdes, azules, a rayas o lilas. Siempre encuentras visiones diferentes de las calas visitadas, la Xelín, la Pixavaques, l'Estany Tort... Subiendo y bajando, me vienen a la mente historias explicadas por los pescadores y los eruditos del pueblo. Por ejemplo, en Cala Vidre venían a bañarse, antes del aluvión turístico, los novicios de los jesuitas; frente a la Calafató se pescaban las mejores lubinas de toda la costa; bajo la nuclear, antes de que la construyeran, se capturaban los langostinos más gordos; o junto a la de Sant Jordi sigue en pie el castillo de la orden de Sant Jordi d'Alfama.

Esta orden fundada en 1021 por Pere II d'Aragó, cabe decir, se instaló aquí en 1229, bajo el manto del santo que los protegió de los sarracenos. Posteriormente, se fusionaría con la Orden de Montesa, pero la edificación no incorporó nunca esta nueva denominación fruto de la fusión. El castillo sufrió una pésima restauración, que lo ha convertido en algo invisitable. No acoge ninguna actividad atractiva turística, deportiva ni cultural, y su única virtud es la gran aportación al skyline de la playa - pese a que un aparcamiento de coches y caravanas afea un espacio que podría ser de extraordinario valor turístico, un morro rocoso y valiente sobre el mar en medio de dos calas maravillosas.

Cuando mis amigos me bajan en barco al eterno y movedizo Delta del Ebro, el segundo más grande de Europa, contemplo con tristeza cómo va perdiendo a queixalades elementos fundamentales de su paisaje. En la aceleración de la regresión, la culpa de las danes y las tormentas se reduce respecto de los entuertos efectuados a los últimos kilómetros de río; que vengan los negacionistes de la emergencia climática y lo vean. Dos elementos a favor y dos en contra de su situación actual: los primeros, se han hecho escasas barbaridades constructivas, y el hábitat és bastante natural. Los segonduso, el mantenimiento del territorio, del patrimonio y de las infraestructuras es escaso, y la definición de qué hacer a medio y largo plazo con este activo ecológico de primer nivel mundial siempre se va posponiendo.

Por algún canal del Delta tendrían que entrar con más fuerza los impulsos de la innovación

A medida que avanza esta dualidad, los datos económicos del las Terres de l'Ebre empeoran. No he hecho el cálculo, pero comparándolo con las más importantes regiones biogeogràfiques y marinas de Europa, la rentabilidad medioambiental y económica -juntas siempre - no salen demasiado bien paradas. Me vienen a la mente los deltas del Danubio, del Guadalquivir o del Roine. Y estoy pensando en el arroz, en la pesca, en los cultivos abiertos o de viveros; pero también en la náutica, en la transformación agrícola y pesquera, en los negocios por metro cuadrado o en la rentabilidad global.

El PIB por habitante en las Terres de l'Ebro se sitúa por debajo del 70 % del catalán y la pandemia ha profundizado la caída, según la Cátedra de Fomento de la Innovación Empresarial y el Grupo de Investigación de Industria y Territorio de la URV. Por algún canal del Delta tendrían que entrar con más fuerza los impulsos de la innovación.

Veo caravanas por todas partes: en los campings, en los parkings y en los descampados de la zona. Se nota que han crecido las ventas. Mejor, piensan sus usuarios, respirar en burbuja familiar que arriesgarse a mezclarse en otros entornos. L'Ametlla de Mar es un pueblo marinero, con pesca y huerta exquisitas, posicionado en precios medios-bajos. Los terrenos, las casas, los servicios o la cesta de la compra cuestan por debajo de la media catalana. Estos tipos de destinos baratos, en momentos críticos como este, atraen más. La mayoría de los pequeños comerciantes me dice que en agosto de 2020 les fue bien, y que este año será más o menos igual. El gasto medio por turista se mantuvo durante 2020, y aspiran a mantenerse en 2021. A pesar de esto, el gasto medio de los turistas aquí va cayendo desde hace bastantes años, en contraste con a la tendencia general a Catalunya, va al alza.

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