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Caso Negreira: la defensa de Laporta y los delirios blancos

El presidente azulgrana afirmó con rotundidad que los de la Castellana llevan disfrutando de privilegios desde hace setenta años

Imagen de archivo de Joan Laporta | FCBarcelona
Imagen de archivo de Joan Laporta | FCBarcelona
Barcelona
20 de Abril de 2023

El objetivo inicial de este artículo era analizar la segunda parte del Caso Negreira, es decir, la nueva dirección que tenía que tomar la trama a partir de la rueda de prensa que el presidente Joan Laporta protagonizó el pasado lunes. Pero la actualidad hizo un giro sorpresivo digno de la película La noche de los cristales rotos, de WolfgangPetersen, cuando lunes en el atardecer, el Real Madrid CF elaboró y difundió un vídeo donde acusaba la entidad azulgrana de ser el verdadero club franquista y no ellos, cómo había afirmado Laporta durante la mencionada rueda de prensa.

Efectivamente, en su comparecencia pública de lunes, el presidente azulgrana se defendió atacando y afirmó con rotundidad que los de la Castellana llevan disfrutando de privilegios desde hace setenta años, en una frase que parecía salida del artículo que publicamos el pasado 14 de abril. No hay duda que la realidad palpable es esta, de forma que la respuesta del Real Madrid, en forma de vídeo acusatorio, es grotesca y sin ninguna base histórica, haciendo un uso chapucero y descontextualizado de unas imágenes de la inauguración del Camp Nou, en 1957.

Con este vídeo, lo único que han dejado claro es que desconocen las servidumbres que tienen que sufrir personas y entidades que viven bajo una dictadura, hasta el punto de tener que adaptarse a sus rituales fascistas para poder tener una vida digna y sin muchos problemas con el Estado. Un club que encajaba cómo un guante en la ideología franquista no puede entender cómo otros aceptaban las reglas del juego con el único objetivo de sobrevivir. Hace falta haber nadado toda una noche en una piscina llena de Don Simón para defender la tesis que el club del Régimen fue el Barça y no el Real Madrid, y por lo tanto, no dedicaremos tiempo a desmontarla porque no merece la pena. La historia es la que es y todo el mundo quien quiera tiene acceso.

 

Hace falta haber nadado toda una noche en una piscina llena de Don Simón para defender la tesis que el club del Régimen fue el Barça

Volvemos al núcleo del tema, que es la defensa que Laporta hizo, en la rueda de prensa del pasado lunes, respecto de las acusaciones que se han abocado sobre el club a raíz del Caso Negreira. Del acto, salimos con algunas explicaciones, con pocas respuestas y, por encima de todo, con muchas dudas que persisten. El conejo que Laporta se sacó de la chistera consistía en un paquete de más de seiscientos informes hechos por los Enríquez (este plural tiene toda la intención, cómo veremos más adelante) que, según él, cierra el caso porque entonces las facturas emitidas ya tienen apoyo documental y han dejado de ser falsas, motivo este por el cual Hacienda sancionó al Barça. Las cajas llenas de informes fueron el tema central, tanto de las explicaciones del presidente, cómo de la puesta en escena, dado que ocupaban un lugar muy visible en el escenario.

En realidad, la maniobra de Laporta tenía más de mecanismo para generar confusión, que no de respuesta definitiva al conflicto que últimamente ha llevado la intranquilidad en el club. El motivo ya lo avanzamos en el  artículo anterior: Enríquez Negreira aseguró en su declaración ante la Agencia Tributaria que nunca elaboró ningún informe porque su asesoramiento era de carácter verbal. Por lo tanto, todo apunta al hecho que los informes que mostró Laporta son los que proporcionó Enríquez Romero (el hijo del exárbitro), que están reflejados en las facturas donde José Contreras Arjona (miembro de varias comisiones del club) hacía de puente. En consecuencia, el problema persiste y persistirá, porque no aparecerán nunca unos informes que el supuesto autor asegura que no elaboró nunca. Por cierto, sabe mal que un trabajo tan detallado y escrupuloso cómo el que llevaba a cabo Enríquez Romero no sirviera para nada, porque a juzgar por las entrevistas que se han ido publicando con miembros del área deportiva del club, parece que nadie se los leía.

 

En todo caso, si tomáramos como ciertas las declaraciones de Laporta, en el sentido que aquellos informes son los que pidió la Agencia Tributaria y que el club aseguró que no encontraba, entonces habría que pedir responsabilidades porque la negligencia costó más de un millón de euros a la entidad azulgrana (875.000 euros en regularizaciones de impuesto sobre sociedades y de IVA y unos 135.000 en intereses de demora). Curiosamente, ninguno de los medios presentes en la rueda de prensa hizo esta observación al presidente barcelonista.

La única excusa posible es que en este mundo del fútbol, lleno de dinero, pero no de profesionalidad, todo el mundo está acostumbrado a convivir con los conflictos de intereses

Dejando de banda esta discrepancia entre lo que explicó Joan Laporta y lo que se intuye que es la realidad, si nos desplazamos al núcleo del problema encontramos otra negligencia importante que afecta a todas las juntas directivas que han dado cobertura al problema: ¿Cómo es posible que nadie en toda la estructura del club a lo largo de casi dos décadas fuera consciente que existía un clarísimo conflicto de intereses por la contratación de un miembro activo -el vicepresidente, nada más y nada menos- del Comité Técnico de Árbitros? La única excusa posible es que en este mundo del fútbol, lleno de dinero, pero no de profesionalidad, todo el mundo está acostumbrado a convivir con los conflictos de intereses; sin ir más lejos, hace no mucho constatamos cómo un jugador azulgrana -el central Gerard Piqué- actuaba de intermediario en una competición donde tomaba parte el mismo Barça, sin que nadie se estirara de los pelos. Si el Barça pretende continuar siendo más que un club, tendría que evitar ciertas prácticas, por mucho que sean frecuentes en los otros clubes del Estado.

Un hecho que llamó la atención del acto fue que Laporta mostró cierta cordialidad con la UEFA y con su presidente, Aleksander Čeferin, circunstancia que nos puede llevar a pensar que se ha abierto una puerta a la negociación con el rector del fútbol europeo, y que en consecuencia, la sanción deportiva que cuelga cómo una nube negra sobre el futuro del club podría ser evitable. Habrá que esperar para ver cómo se van conjugando los diferentes intereses que hay en juego en este momento.

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Imagen conjunta de Javier Tebas y Joan Laporta

Para terminar el asunto, el pasado miércoles se celebró la asamblea de clubes de la Liga de Fútbol Profesional (LFP), la patronal del deporte de la pelota. Según había explicado a su entorno, Laporta se esperaba un linchamiento por parte de los clubes rivales a raíz del Caso Negreira, algunos de los cuales, cómo el RCD Español, ya hicieron público su malestar en fechas pasadas. Dado que se trataba de una reunión privada y a puerta cerrada, no tenemos manera de constatar si el linchamiento que preveía el presidente azulgrana se llevó a cabo o no, y la única información de que disponemos alrededor de lo que sucedió allí dentro fueron las declaraciones que hizo después el presidente de la patronal, Javier Tebas Medrano. En este sentido, Tebas aseguró que Laporta ofreció sus explicaciones en una alocución que no superó los veinte minutos y que no aportaba nada de diferente de lo que hizo público durante la rueda de prensa del lunes. También añadió que todos los clubes y él mismo consideraban que las explicaciones no habían sido suficientes y que continuaban existiendo puntos oscuros. Por cierto, aseguró que el Real Madrid (que no estaba representado por Florentino Pérez, sino por su director general) no intervino en ningún momento.

A estas alturas, de un asunto tan abstruso cómo es el Caso Negreira, lo único que queda claro es que el ruido mediático está lejos de apaciguarse y que la única solución posible para evitar males mayores pasa por un pacto entre las partes interesadas (Barça, LFP, UEFA, como mínimo) donde se sacrifiquen algunos vínculos y proyectos en beneficio del bien común.