Barça, 2023: Las grietas del gigante

El club ha superado los 120 años de historia y parece que su futuro importa muy poco a sus seguidores

Imagen del Camp Nou | FC Barcelona Imagen del Camp Nou | FC Barcelona

Cuando pase este invierno suave que estamos viviendo y llegue la primavera, se cumplirán dos años desde que Joan Laporta Estruch preside -en una segunda etapa- el FC Barcelona. El hombre que prometió una nueva primavera a los socios, una vez superada la época de tinieblas producto de la gestión demencial de Josep Maria Bartomeu Floreta. Todo parece indicar, pero, que el cumpleaños no servirá para celebrar que el club está saliendo de la crisis más profunda de su historia -exceptuando la de 1908, cuando todavía no era "más que un club"- sino que estará coronado por el vértigo de unas finanzas que, lejos de mejorar, parecen perpetuarse en el agujero negro que dejó el anterior presidente.

A Laporta se le perdonó la salida de Messi del club cuando parecía que la continuidad estaba hecha. Algún día habría que hablar de este hecho tan lamentable que podríamos definir como la sublimación de la incompetencia máxima por las dos partes que tenían que sentarse a negociar. En otras palabras, como tiene que ser de nefasta una negociación para que acaben perdiendo los dos bandos en cuestión. Entre el célebre burofax de Messi y su salida efectiva de la entidad azulgrana pasaron exactamente doce meses que tendrían que haber servido para diseñar alguna operación que hubiera permitido su renovación.

Entre el célebre burofax de Messi y su salida efectiva de la entidad azulgrana pasaron exactamente doce meses

Pero nadie movió un dedo. Cuándo Laporta cogió las riendas del club, todo el mundo confió en su proverbial baraca para que fuera capaz de retener el astro argentino. Y él confiaba en el contrato con CVC, a pesar de que probablemente no había entendido su verdadero contenido. Esta carta bajo la manga en la cual descansaban las esperanzas del presidente quedó desmenuzada, de golpe, cuando la gente del club con conocimientos financieros pudo analizar el contrato con el fondo de inversión y fueron conscientes que la operación CVC era económicamente ruinosa. Y aquí se acabó todo.

Veintiún años de trayectoria barcelonista del mejor jugador de la historia, cortados de pura cepa por falta de capacidad, tanto de los rectores del club como de Messi y su familia, incapaces todos juntos de valorar en su justa medida los beneficios de la continuidad del argentino en las filas barcelonistas.

Pasado el mal trance de la marcha de Messi, de Laporta esperábamos sobre todo una cosa: que redujera el nivel de gastos desbocado que existía hasta su llegada y con esto poder empezar a hacer rentable el club para iniciar un proceso de reducción de la deuda. En vista de la situación global, que consiguiera aumentar los ingresos no era una prioridad financiera y quedaba para una segunda etapa. La realidad es que ya podemos decir que no se han cumplido las expectativas, porque de manera inverosímil los gastos del club han continuado creciendo, mientras que los ingresos permanecen estancados, de forma que el agujero de las pérdidas continúa haciéndose gordo y amenaza de devorar el club entero.

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Joan Laporta, junto al jugador Robert Lewandowski | FC Barcelona


De reducir la deuda, se habla poco... De hecho, los planes de la junta de Laporta implican duplicar el pasivo (de 1.500 millones de euros a 3.000 millones) para levantar el Espai Barça, aquella infraestructura que tenía que hacer llover manà y que ya empieza a ser un lugar más mitológico que real.

Desde el punto de vista puramente contable, hoy por hoy, nos encontramos en un escenario dominado por dos circunstancias clave: por un lado, la venta de patrimonio y el adelanto de ingresos, un fenómeno también conocido como "las palancas", y por otro el empeoramiento de la cuenta de resultados ordinario de la entidad. Si con Bartomeu el club llegó al borde del precipicio, con Laporta no nos hemos alejado ni un milímetro, con el agravante que los años van pasando y las piernas empiezan a flaquear.

El Espai Barça siempre se ha considerado una gran solución que puede permitir al club incrementar de manera significativa sus ingresos, pero al mismo tiempo se puede convertir en la soga que acabe de estrangular la economía azulgrana, para llevarlo a la quiebra definitiva. Una obra gigantesca que un club que ahora es pobre difícilmente se podrá permitir sin poner en riesgo su naturaleza intrínseca.

No hay financiación, pero las obras avanzan. El mordisco sobre el tercer graderío que muestra hoy el Camp Nou -aquella misma grada que levantó Núñez bajo el impulso del Mundial de España 1982- también toma la forma de metáfora de la situación del club, talmente como unos zapatos agujereados, y nos hace venir a la memoria el impulso motivador que sintió el presidente Enric Llaudet Ponsa cuando, en febrero del 1966, él mismo cogió un martillo neumático para comenzar el derribo del estadio de Les Corts en vista que no conseguían ofertas por aquel solar que había costado casi una década requalificar.

No hay financiación, pero las obras avanzan

Un gesto para subir la moral de la tropa, como diciendo, "las dificultades no nos pararán"; más o menos como, por ejemplo, cuando Laporta está derrocando el tercer graderío en un momento en que todavía ni siquiera se dispone del dinero para tirar adelante el Espai Barça. Y por todo esto, el traslado inminente a Montjuic parece inevitable. Todo apunta que será una excursión traumática en la cual muchos abonados se quedarán por el camino, en el sentido que renunciarán a subir a la montaña olímpica.

Es probable que la imagen que transmita el Lluís Companys sea la de un estadio lleno de turistas, aún más que el Camp Nou actual, porque a ellos tanto les hace ir aquí o allá, porque, al fin y al cabo, será una vez en la vida. Otro daño colateral de la gestión de Bartomeu es aquel descampado vergonzoso que hay en la otra banda del Estadio, es decir, la parcela donde un día se levantaba el magnífico Miniestadi. Aquí, la realidad nos permite esbozar otra metáfora, como es comparar el agujero de Arístides Maillol con aquella expresión tan nuñista que decía "han dejado el club como un solar".

¿Por cierto, teniendo en cuenta la situación crítica del Barça, no resultaría posible estudiar una recalificación de los terrenos del Miniestadi para destinarlos a promoción inmobiliaria y así cancelar parte de la deuda que nos asfixia? Y es que el tabú de la venta de patrimonio ya se ha agrietado cuando el club ha decidido vender el 49% de algunas sociedades que hasta ahora le pertenecían en exclusiva. Tanto, por lo tanto...

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Imagen de las obras del Miniestadi | FC Barcelona

Por otro lado, parece inexplicable que la sección de baloncesto de la entidad azulgrana continúe disputando sus partidos en el envejecido Palau Blaugrana, teniendo la opción de ir a una sede de lujo y con más capacidad como es el Palau Sant Jordi, en Montjuic. Este traslado sí que sería del todo razonable. La realidad es que cualquier barcelonista que se preocupe por la integridad del club tiene que vivir preocupado. El último motivo de tormento para el socio comprometido es ver como los rectores de la entidad han decidido derrocar la cincuentenaria pista de hielo, allá donde juega la sección de hockey. Dicen que buscarán una ubicación alternativa para la sección en alguna pista de nueva planta, pero uno no puede evitar preguntarse si no será un movimiento para poner el punto final a la vida de la sección, como ya hizo el expresidente Rosell con la de béisbol. Al fin y al cabo, como que el socio cada vez valora menos estas cosas...

Y si el ámbito patrimonial y económico es deprimente, la parcela deportiva no da tampoco esperanzas para ser optimista. El presidente Laporta fichó Xavi a regañadientes, porque el de Terrassa había sido alineado con el rival electoral, Víctor Font Manté, y esto es una cosa que el talante tribal de Laporta no perdona.

Ya empieza a ser observable en las redes sociales como los soldaditos de plomo de la Junta han empezado una discreta cacería sobre Xavi para tenerlo maduro para cuando convenga echarlo. Más allá de dudas y miedos, lo cierto es que el actual ocupante del banquillo del Barça está teniendo un papel no muy lucido como gestor del primer equipo, un hecho que lo aleja años luz de ser el pretenso clon de Pep Guardiola que muchos anhelaban.

Si el ámbito patrimonial y económico es deprimente, la parcela deportiva no mujer tampoco esperanzas para ser optimistas

Sus errores son de principiante -de hecho, lo es- y no es perdonable, su amor irracional por un producto defectuoso como es Dembélé o su incapacidad para sacar de la circulación los más veteranos de la plantilla, cuando esta necesidad es un clamor en el entorno azulgrana. Que lleve como segundo entrenador a su hermano Òscar, bautizado como Òscar Klopp por la sabiduría popular, no ayuda mucho a tomárselo seriamente.

Con todo, el fútbol en general es un negocio muy extraño y no todas las carencias son exclusivas del Barça. En este circo mundial, quien pone toda la infraestructura -estadios, jugadores, aficionados- son los clubes y la mayoría de ellos acaban perdiendo dinero al final del ejercicio. No nos dejemos reflejar por los fuegos artificiales del Mundial, una anomalía festiva dentro del día a día de las competiciones.

La realidad más próxima del Barça, el ecosistema donde vive, es una competición estatal sin mucho interés, con estadios que difícilmente se llenan (menos del 60% de asistencia la temporada pasada), derechos de televisión a la baja y un máximo rival que controla los principales medios de comunicación y que tiene licencia para hacer trampas de manera sistemática. Quizás Florentino Pérez está muy satisfecho de como controla medios y estamentos futbolísticos (desde los árbitros, hasta los comités, pasando por los gestores del VAR), pero no es bastante inteligente para ver que las cartas marcadas de su equipo deterioran la competición y desincentivan los seguidores en general.

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Imagen de Florentino Pérez | Real Madrid


Aquí hay que hacer notar una de las ineficiencias del sistema: si parece bastante evidente que uno de los equipos que forma parte de la competición hace trampas de manera sistemática y, como resultado de estas prácticas, acaba sacando un rendimiento en forma de títulos, ¿cómo es que sus rivales no mueven ficha? Para ser más precisos, en Can Barça las quejas y llantos duran unos pocos días después de cada barrabasada del Madrid, pero después todo vuelve a la normalidad, como si nada hubiera pasado. Parece que el único que cuenta es que la rueda continúe girando, aunque esté del todo abultada.

La conclusión clara que se puede sacar de la situación que vive hoy la entidad azulgrana es que las generaciones actuales no valoran el legado que han recibido de sus ancestros a ningún nivel; porque lo que decimos para el Barça es aplicable a la ciudad y el país. Instituciones que han superado dictaduras y el maltrato institucional de carácter secular, ahora corren el riesgo de desaparecer o de deformarse horriblemente ante la pasividad de quienes las tendrían que defender.

La conclusión clara que se puede sacar de la situación que vive hoy la entidad azulgrana es que las generaciones actuales no valoran el legado que han recibido de sus ancestros

El Barça ha superado los ciento veinte años de historia y apenas ahora parece que su suerte y su futuro importe muy poco a sus seguidores, traidores, a la memoria de Gamper y de todos los otros que ayudaron a construir esta gran institución. Después miraremos con envidia el patrimonio histórico y cultural de países norteños -mucho más respetuosos con su pasado ancestral- sin recordar que todo aquello que ellos tienen nosotros también lo tuvimos, pero lo dejamos perder entre una indolencia y una pasividad imposibles de justificar.

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