Pereza de consumir

La castanyada, Halloween y el 'Black Friday' suponen la llegada de las semanas más consumistas del año

El gasto medio de Navidades de 2022 fue de 735 euros | iStock El gasto medio de Navidades de 2022 fue de 735 euros | iStock

Con la castanyada me empieza a coger un tedio profundo. Halloween lo profundiza. Y el Black Friday lo rematará. Entramos en las semanas más consumistas del año, viva el consumo.

Es el momento exacto para coger lápiz y papel. La población acomodada o bastante acomodada redacta listas interminables: comidas o cenas de empresa y de amigos, regalos de Navidad, de Reyes, propina a los jóvenes de casa, comidas festivas en casa o en el restaurante, aportaciones a causas humanitarias como el Gran Recaudo... La otra parte de la población, con un lápiz y un papel más pequeños, también hacen la suya, más escueta, desmenuzada, pagada o no en la mayoría de los casos a pequeñas cuotas de sangre, sudor y lágrimas.

Parece que como si por estas fechas año tras año se acabara el mundo. Los consumidores descubren necesidades y aspiraciones desconocidas hasta ahora, y la industria y la distribución muestran la mejor cara de sus iconos, de los sonidos, de los juegos y de las animaciones para impulsar las compras. Ya conocemos cuáles serán los juguetes que los niños se pedirán para Reyes –Tommy, Pizarra Mágica; Magic of Magnets; set de inicio Ravensburger TipToi; Playmobil City Life; y Lego para pulseras de amistad-. Y también se confirma un aumento del 10% de las cenas de empresa, unos 57 euros, hasta el punto que muchas optan por reconvertirlas en un pica-pica.

El gasto medio de Navidad de 2022 fue de 735 euros

Dentro de pocas semanas nos llegarán las previsiones del gasto medio que realizaremos. El año pasado, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU) fue de 735 euros, un 15% por encima del año anterior, con ganas de sacarnos de encima el regusto a la pandemia. Todo el mundo quería salir a la calle, lucir, regalar más, viajar. Esto hizo también que las compras en noviembre y diciembre de 2022 fueran más en la calle en tiendas físicas y empezara este largo declive de las ventas en línea que se había hinchado artificialmente al tiempo de reclusión obligatoria. No creemos que el gasto medio estos dos meses supere los 700 euros.

Artificialidad de los precios

Si atendemos al clima económico en el tiempo de la castanyada de 2023, la población en general vive momentos de preocupación. A los dos episodios graves se añade la otra tan turbia de inestabilidad internacional como la guerra árabe-israelí. Más que la moderación se impone la sobriedad. Esto comporta la reducción del gasto, el traslado masivo a las marcas propias, la sustitución de numerosos productos por otros más baratos, el recorte de partidas superfluas y la búsqueda de fuentes alternativas de precios más baratos.

Parecía que cerrábamos el mayor periodo inflacionista de la década, entre la pandemia y la invasión rusa en Ucrania que ha alterado profundamente el precio de la cesta de la compra, cuando la guerra en Oriente Medio añade otras, sin olvidar los interrogantes sobre la evolución de muchos productos de la cesta de la compra que no han acabado de limpiar; sobre todo, el aceite, los huevos, el azúcar, el arroz, etcétera. El encarecimiento de los precios ha adquirido una proporción inédita que, incluso descontando los apoyos públicos recibidos que han sido adecuados, ha alterado el resto de gastos de la población, la vivienda o la movilidad, entre otros.

Més info: Las ventanas del comercio

En estos 24 meses convulsos hemos descubierto la artificialidad de los precios, las fuerzas que los mueven, el rol de cada actor de la cadena de valor alimentaria y hemos constatado que no ha sido la industria alimentaria la que se ha beneficiado de la situación; simplemente ha traducido, ya veces no totalmente, el impacto del aumento de los costes producido en las materias primas, energía, transporte, etcétera. En medio de este entorno, no parece demasiado difícil prever unas fiestas más moderadas en gasto, liturgias y alardes. Entre la incitación del mercado, que no cesa, y la necesidad de dar satisfacciones personales y grupales, que tampoco debería menguar, hay un camino de en medio.

A un 37% de la población le produce un importante estrés comprar regalos de Navidad

Llevamos 200 años, desde los orígenes de la revolución industrial echando la casa por la ventana cuando llegan estos últimos meses del año. Si no teníamos suficiente con las fiestas autóctonas -¡pobres castañeras!-, la importación del Halloween y de otras muchas desde el exterior han creado una inflación de motivos de compra. Ahora bien, la productividad da lo que da. Los salarios de tendencia general al mileurismo dan lo que dan. No soy de los que se abonan al primum vivere deinde philosophare, pero deberíamos empezar a repensar las partidas más allá de la vida cotidiana por el bien de las economías individuales y de la del planeta.

Al 37% de los encuestados por la OCU el pasado año, por estas fechas reconocía que comprar regalos le produce un importante estrés. A mí pensar en los próximos sesenta días, una pereza total.

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