
Ramon López de Mántaras investigaba y hablaba sobre la inteligencia artificial mucho antes de que nadie lo hiciese. Empezó en 1974. Es pionero en investigación sobre la IA en España y Europa y es el fundador del Instituto de Investigación en Inteligencia Artificial del CSIC. Es miembro de diferentes comités asesores para instituciones públicas y privadas sobre temas relacionados con la IA y coordinó el grupo de trabajo que elaboró la Estrategia de Investigación y desarrollo del Ministerio de Ciencia del gobierno español. El ingeniero informático y físico catalán es, además, autor de más de trescientos trabajos científicos y de los libros de divulgación Inteligencia artificial y 100 cosas que hay que saber sobre inteligencia artificial.
Nos recibe unos minutos antes de que empiece un face to face, organizado por el Cornellà Creació, de él mismo con la periodista, divulgadora TIC y presentadora del programa Revolución 4.0 en Catalunya Ràdio y TV3, Xantal Llavina. Ambos representan las dos caras de una misma moneda: la contraposición entre las capacidades y los peligros que conlleva la expansión y adopción de la inteligencia artificial en todas las esferas de nuestra vida.
De aquí a unos minutos, compartirá escenario con una mirada sobre la IA que a menudo contrasta con la perspectiva académica: la periodística. ¿Cómo valora el tratamiento que se está haciendo desde los medios de comunicación sobre esta tecnología?
La tendencia a poner titulares impactantes y exagerados, a menudo alejados de la realidad, ha generado una expectativa social que no se corresponde con los hechos y que atribuye a la inteligencia artificial unas capacidades que no tiene.
Y no sólo en los titulares: generalmente, se le atribuyen unas capacidades antropomórficas que tampoco posee. La sociedad cree que la IA tiene cualidades humanas y que es capaz de hacer cualquier cosa mejor que nosotros. Y aquí tenemos un problema.
El origen de este mensaje, asumido por los medios, surge inicialmente de los departamentos de comunicación y comerciales de las grandes tecnológicas.
Los medios y estas empresas son los principales interesados, pero no los únicos. Por ejemplo, es curioso ver cómo, en el ámbito académico, también se ha comprado este relato. Los servicios de prensa y comunicación de muchas universidades y centros de investigación también caen a menudo en la tentación de exagerar la importancia de un descubrimiento o de un avance científico.
Entre el hype y la realidad, ¿dónde se sitúa ahora mismo la capacidad real de la inteligencia artificial?
Con la IA se pueden hacer una cantidad enorme de cosas. Lo hemos visto, por ejemplo, con el Premio Nobel de Química que recibieron los impulsores de AlphaFold, John Jumper y Demis Hassabis. Con este software, que integra 32 algoritmos (y que no tiene nada que ver con la IA generativa), estos científicos han conseguido expresar la estructura tridimensional de las proteínas y hacer predicciones. Por lo tanto, entre el hype y la realidad, hay muchísima realidad.
Ahora bien, el problema aparece con la IA generativa, como ChatGPT, que ha entrado en todos los hogares y se la ha percibido como una voz autorizada. Como si fuera una persona quien da la respuesta y como si su información fuera totalmente fiable, en lugar de aplicar el pensamiento crítico y verificarla con libros, enciclopedias o la misma Wikipedia.
"En todos los hogares se ha percibido ChatGPT como una voz autorizada"
Ha penetrado en la cotidianidad de las personas, pero también de las empresas.
Que la gente lo utilice como si fuera un psicoterapeuta, por ejemplo, nos tiene que plantear preguntas tan filosóficas como qué significa ser humanos, o qué relación queremos tener con la tecnología. Tiene implicaciones mucho más allá de las económicas. No podemos renunciar a pensar o reflexionar sobre nosotros mismos.
Por ejemplo, si nos acostumbramos a dejar que ChatGPT nos escriba todo, y empezamos a delegar sistemáticamente nuestra comunicación, acabaremos perdiendo la capacidad de escribir. Y si dejamos de escribir, a la larga dejaremos de pensar. Es muy preocupante. Ya se ha escrito bastante sobre ello, y este fenómeno se conoce como deskilling, es decir, la pérdida progresiva de habilidades a medida que las delegamos a la tecnología.
Escribir no es sólo poner una palabra tras otra. Hay un proceso mental profundo e intenso antes de materializarlo, especialmente cuando escribimos a mano. De hecho, se debería recuperar la enseñanza de la caligrafía. Quizás no tanta como se hacía en los años 60, pero es bueno que los niños aprendan un mínimo de caligrafía a edades tempranas, que aprendan a escribir con letras ligadas, no separadas. Es en este momento que se establecen conexiones neuronales muy valiosas, sobre todo entre los dos hemisferios del cerebro, que se relacionan con el desarrollo de la inteligencia.
"El deskilling es la pérdida progresiva de habilidades a medida que las delegamos a la tecnología"
¿Qué no le delegaría nunca a la IA para no perder la habilidad?
No te querría decir nunca, porque utilizar una calculadora puede ser útil. Ahora bien, esto no quita que me guste el cálculo mental y que practique ejercicios mentales en momentos cotidianos. Por ejemplo, cuando llego a la caja del supermercado, ya sé cuánto tendré que pagar. A medida que compro, voy sumando, y quizás me equivoco al final en 30 o 40 céntimos.
A la hora de decidir qué y cuándo delegar, hay que distinguir entre habilidades esenciales y habilidades accesorias. Lo que yo no haría nunca es delegar a la IA cuestiones que pongan en peligro aquellas habilidades esenciales. Sería una barbaridad dar una calculadora a un niño de primaria antes de enseñarle a hacer cálculos. Primero tiene que aprender a sumar, restar y hacer operaciones básicas. Cuando estas capacidades están adquiridas, en la secundaria o la universidad, la calculadora puede ser una herramienta auxiliar. A estas edades, lo más esencial es que aprendan a enfocar un problema, a entender bien el enunciado, a planificar la resolución… Es fundamental distinguir entre lo esencial y lo accesorio en el aprendizaje.
Pero aunque la capacidad esté adquirida, se puede oxidar, ¿verdad?
También. Se debe utilizar con sensatez. Aunque sepas mucho, si dejas de escribir, con el tiempo podrías perder la capacidad de confrontarse a una hoja en blanco, por ejemplo.
Y podría perder su voz, su manera de pensar y de expresarse.
Exactamente. Óscar Wilde dijo una vez: “Esta mañana he trabajado mucho: me he pasado toda la mañana quitando y poniendo un punto y coma.” Es una frase muy ilustrativa, que nos recuerda que el esfuerzo y la exigencia con uno mismo son valores fundamentales para el ser humano. Y las tecnologías con las que convivimos hoy debilitan este esfuerzo y acentúan la pereza que todos llevamos dentro.
La IA podría frenar al próximo Óscar Wilde, pues. ¿Cómo podemos huir del alarmismo y empoderarnos?
Con formación. Las tres cosas más importantes para que una sociedad funcione son: educación, educación y educación. Y, actualmente, tenemos que transformar a fondo nuestro modelo educativo.
Investiga la IA desde 1975. Ha visto su evolución y su expansión. ¿Qué camino le ve por delante?
Desgraciadamente, quien marca hoy la pauta de la IA generativa son los Magnificent Seven (los siete magníficos), las grandes empresas tecnológicas del mundo. Y si no vamos con cuidado, avanzaremos hacia donde ellas quieran. Esto es muy preocupante, porque su único objetivo es el beneficio económico. Es lógico, porque son empresas, pero el problema es que sólo siete grandes corporaciones acumulen tanto poder e influencia tecnológica.
Por otro lado, creo que la IA generativa tocará techo pronto. La curva de crecimiento se está aplanando. Y ante esta tendencia, algunas tecnológicas empiezan a integrar la IA generativa con la IA simbólica, es decir, sistemas neuro-simbólicos. AlphaFold vuelve a ser un buen ejemplo.
"La IA generativa tocará techo pronto. La curva de crecimiento se está aplanando"
El impacto de la IA nos obliga a plantearnos un debate que ya hemos vivido en otras revoluciones industriales. Nos invita a preguntarnos, como sociedad, qué vínculo queremos establecer con nosotros mismos, con el mundo y con la tecnología. Y eso es bueno, y necesario.