El modelo desaparecido de las cajas de ahorros | iStock
El modelo desaparecido de las cajas de ahorros | iStock

Añoradas cajas de ahorros

Roger Vinton analiza el 'big crunch' de las cajas y el sistema de fusiones que volatilizó este antiguo modelo de éxito

En el año 1998 salió al mercado el libro El dinero de la discordia, una obra de Salvador Arancibia que analizaba el fenómeno de las cajas de ahorros. En la cubierta del libro se afirma, literalmente, que "pocas entidades, financieras o de otro tipo, funcionan tan bien como las cajas de ahorros. El espectacular crecimiento que han experimentado en las dos últimas décadas, su peculiar origen a partir de instituciones sin ánimo de lucro, su amplia base de clientes de clases medias y el tipo de inversiones seguras que realizan y, sobre todo, la ausencia de capital ha provocado la avidez tanto por parte de los bancos como de los políticos". Dos décadas después, el sistema de cajas se ha volatilizado en medio de una crisis devastadora del sistema financiero. Por el camino, la imagen positiva de las cajas de ahorros también fue amortizada por culpa de una gestión reconocidamente nefasta.

¿Qué ha pasado en estos 20 años para que la trama haya hecho un giro tan insospechado? En el año en que se publicó el libro referido, el conjunto de cajas de ahorros controlaba la mitad de los depósitos bancarios y el 40% de los préstamos de todo el mercado español. Una década más tarde, en el inicio de la crisis financiera, las cajas habían llegado ya al 49%, tres puntos por encima de los bancos (el otro 5% correspondía a las cooperativas de crédito). El número de cajas en aquellos momentos previos al big crunch del sector ascendía hasta 45 entidades, de las cuales 10 eran catalanas. El rango de las dimensiones de las cajas era extremadamente amplio, con un grupo de entidades de gran volumen liderando el ranking: "la Caixa", CajaMadrid, Bancaja (de Castelló), CAM (de Alacant) y Caixa Catalunya. El beneficio agregado de todo el sector ascendió a 11.200 millones de euros aquel 2007 previo a la crisis.

Uno de los enfoques posibles para analizar la hecatombe es que las cajas cayeron en la trampa de miel del tocho, circunstancia que desembocó en unos gestores embriagados por el olor del dinero fácil. Esto, unido a una gestión más política que profesional, llevó a las cajas a autodestruirse mientras, en la sombra, sus enemigos sonreían satisfechos del golpe de suerte que acababan de tener. A la cifra que hemos dado unas líneas atrás sobre porcentaje de créditos del mercado (el 49%, tres puntos por encima de la banca), habría que añadir un dato que ofrecerá la pista principal del porqué de la caída; de todo el crédito concedido por las cajas, un 70% correspondía a préstamos de carácter inmobiliario, nada más y nada menos que veinte puntos por encima de la banca, que tenía una exposición a la construcción del 50%.

Uno de los enfoques posibles para analizar la hecatombe es que las cajas cayeron en la trampa de miel del tocho

La primera señal de alarma llegó a finales de 2008, cuando Caja Castilla-La Mancha mostró ciertas debilidades, que acabarían con la intervención por parte del Estado durante el primer trimestre de 2009. Por lo tanto, el socialista Juan Pedro Hernández Moltó tuvo el dudoso honor de ser el primer ejecutivo que hundía una caja de ahorros en época contemporánea. Pero lo que se vendió como un hecho aislado resultó, en realidad, el preámbulo de una caída de fichas de dominó que dinamitó el modelo. Hay que decir también que las medidas que las administraciones tomaron cuando descubrieron que quizás se encontraban ante un agujero negro de dimensiones imprevisibles todavía empeoraron más la situación.

Fusiones en estado de pánico

Estas medidas, tomadas ya en estado de pánico, fueron ordenar fusiones entre entidades, para mirar de minimizar los daños, pero consiguiendo todo lo contrario: si alguna entidad era viable, ahora quedaría absorbida por el agujero negro de las compañeras de fusión y los agujeros se harían imposibles de gestionar. En el caso catalán, entre 2009 y 2010 salió adelante una fusión a tres bandas entre las cajas de Sabadell, Terrassa y Manlleu, de la que se descolgó Caixa Girona a última hora. El artefacto final llevaba por nombre Unnim Caixa. Un año más tarde, con el apoyo de los casi 600 millones de euros que aportó el Frob (Fondo de Reestructuración Ordenada Bancaria), se transformó en Unnim Banc, donde el único accionista pasaba a ser el propio Frob. Al final, la ayuda recibida subiría hasta los 1.000 millones de euros.

Més info: Qué fue de las fundaciones de las (desaparecidas) cajas?

Por su parte, Caixa Catalunya, Caixa Tarragona y Caixa Manresa hicieron su fusión, que al final resultó una de las campeonas en absorber recursos públicos para cubrir el agujero existente. Lógicamente, la parte relevante del agujero correspondía a Caixa Catalunya, donde las sucesivas presidencias y direcciones generales de Antoni Serra Ramoneda, Narcís Serra Serra, Josep Maria Loza Xuriach y Adolf Todó Rovira habían ido acumulando desequilibrios patrimoniales hasta un límite insostenible. También CatalunyaCaixa -así se bautizó a la fusión- se transformó en banco, con una inyección de capital de más de 12.000 millones de euros. Muy polémico fue el hecho que mientras el Frob inyectaba este dineral, los directivos de la entidad de la avenida de la Catedral no pararon de aumentarse el sueldo. Todo ello para desembocar en que los dos bancos de nueva creación -Unnim y Catalunya Banc- acabaran en manos del BBVA, o lo que es lo mismo, el negocio de seis cajas de ahorros catalanas de inicios del siglo XXI (Sabadell, Terrassa, Manlleu, Catalunya, Tarragona y Manresa) pasaba a ser propiedad del banco antiguamente vizcaíno.

El negocio de seis cajas de ahorros catalanas de inicios del siglo XXI pasaba a ser propiedad del banco antiguamente vizcaíno

De las otras cajas catalanas, Caixa Girona fue absorbida por "la Caixa" y Caixa Penedès entró en el grupo denominado Mare Nostrum, conjuntamente con Caja Murcia, Caja Granada y Sa Nostra, con la correspondiente ayuda del Frob, en este caso de más de 1.600 millones de euros. El destino de Mare Nostrum fue acabar dentro de la órbita de Bankia, salvo el negocio de Caixa Penedès, que lo compró el Banco Sabadell, que también adquirió una de las cajas grandes, la CAM, que según aseguró en 2011 el gobernador del Banco de España -Miguel Ángel Fernández Ordóñez- era "lo peor de lo peor" del sistema financiero español. Finalmente, y en cuanto a las cajas catalanas, Caixa Laietana se integró en el grupo de Bankia ya desde 2011, después de que una eventual fusión con Caixa Penedès quedara abortada.

El caso de Cajamadrid

Pero sin duda, el caso más escandaloso del big crunch de las cajas fue el de la antigua Cajamadrid, conocida más tarde como Bankia después de la incorporación de Bancaja. Sus gestores no sólo consiguieron poner en peligro la solvencia de la entidad, sino que, haciendo un triple salto mortal, la sacaron a cotizar a bolsa con la intención de captar el ahorro de miles de inversores que desconocían la situación comprometida de Bankia. El 20 de julio de 2011 Rodrigo de Rato y Figaredo, antiguo ministro de Economía y en aquel momento presidente de Bankia, tocaba la campanilla de la Bolsa de Madrid indicando que se comenzaba la cotización pública de las acciones de la antigua Cajamadrid. Los inversores institucionales (otras empresas y entidades financieras) acabaron invirtiendo a regañadientes porque intuían de qué iba la película, pero las presiones políticas fueron demasiado fuertes como para ignorarlas. Al fin y al cabo, 3.000 millones de euros captados entre pequeños inversores y profesionales que no tardarían en volatilizarse por culpa de una operación donde todos los controles previos fallaron estrepitosamente.

Pasada la crisis -sus efectos han dejado una nueva configuración del panorama de cajas de ahorros-, el mapa de entidades ha quedado dividido en tres perfiles diferentes: los bancos que son herederos de cajas, las fundaciones bancarias (una nueva figura para definir las entidades propietarias de bancos) y las fundaciones. Del primer grupo podemos destacar Caixabank, Bankia, Kutxabank o Liberbank; del segundo grupo, la Fundació Bancària la Caixa, la Fundación Bancaria Ibercaja o la Fundación Bancaria Unicaja. Finalmente, entre las fundaciones hay, por citar unos ejemplos, Cajagranada Fundación, Fundación CAI o Fundación Caja Rioja. Y todavía encontraríamos un cuarto grupo que antes no hemos mencionado por su especificidad, como es la rareza de dos cajas de ahorros que fueron indultadas de la quema por su voluntad secular de mantenerse como entidades locales y por la buena salud de sus balances, y que por lo tanto continúan operando como si nada hubiera pasado. Son Caixa Ontinyent y Caixa Pollença.

El mapa de entidades ha quedado dividido en tres perfiles: los bancos herederos de cajas, las fundaciones bancarias y las fundaciones

Llegados aquí, alguien podría levantar el dedo y preguntar por entidades como Caixa d'Enginyers, que tiene nombre de caja pero que no ha salido ni una vez a lo largo del artículo. La razón es que esta entidad no es una caja de ahorros, sino que está constituida como cooperativa de crédito, que es otro esquema completamente diferente. Dentro de este sector están todas las cajas rurales españolas, Caixa Guissona y la vasca Laboral Kutxa, hasta un total de 43 entidades.

Finalmente, no podemos pasar por alto la iniciativa del emprendedor Joan Olivé Mallafrè, que al ver el vacío que habían dejado las cajas de ahorros pensó que había que crear una entidad que proporcionara los servicios que durante más de un siglo habían prestado las cajas catalanas. Con esta voluntad creó Caixa Catalana, pero desgraciadamente una serie de maniobras turbias alrededor del proyecto le derrocharon el sueño.

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