Volver del fin del mundo

La música de base de Barcelona sobrevive y mira al futuro desde el centro de un modelo cultural "demasiado enfocado" hacia los gigantes de la industria

Los cambios en las restricciones por las diferentes fases de la pandemia han dejado un verano con imágenes diversas del ecosistema cultural catalán | ACN Los cambios en las restricciones por las diferentes fases de la pandemia han dejado un verano con imágenes diversas del ecosistema cultural catalán | ACN

"Fue como mirar el apocalipsis". La magnitud del terremoto que la pandemia ha supuesto para el conjunto de la cultura, y especialmente para la cultura de base, en Barcelona y sus alrededores, se ha hecho sentir en las vidas de las profesionales de todo el sector. Da cuenta de ello el director del sello barcelonés DIY Snap! Clap! ClubDani Cantó –a cuyo alrededor se han articulado algunas de las propuestas más interesantes de la Barcelona underground poscovid, como el Cuarentena Fest o el Festival Bucle, en la Sala Taro de Sants.

El apocalipsis todavía no ha amainado, sin embargo. El propio Cantó expresa su preocupación por un verano parcialmente activo pero, hasta cierto punto, perdido. "Nosotros ya estamos trabajando de cara a octubre: los aforos no han cambiado, y programamos con unas condiciones inviables sin ayudas". Constata, sin embargo, que el público potencial de la música de base barcelonesa está más que presente, en cuanto que, afirma, las escasas experiencias en directo que han podido celebrar en los momentos de tregua de los últimos meses –como Bucle– han sido "un verdadero éxito". Un éxito, sin embargo, que no se ha podido trasladar a nuevas soluciones.

Las instituciones, como coinciden desde todo el sector, no han sido un interlocutor activo. A pesar de que es cierto que las concesiones económicas han existido –el propio festival organizado por Snap! y Taro se financia en un 80% con una subvención cultural de 6.000 euros– la cultura de base barcelonesa en general no encuentra que se hayan buscado soluciones específicas para facilitar el trabajo en salas, sellos y bandas. El gestor de la Taro, Josep Comas, no piensa, sin embargo, que haya sido un caso de negligencia por parte de las autoridades. "El aire que se respira en las reuniones institucionales es que se entiende la situación, pero están desbordados; no creo que sea pasotismo, sino demasiado trabajo", constata.

Gabriel Guerrero (Afores Fest): "En época de pandemia las bandas pequeñas no tienen ninguna garantía"

El curator del Afores Fest del Prat de Llobregat, Gabriel Guerrero, lamenta esta distancia. Para Guerrero, las instituciones tendrían que "involucrarse más en generar espacio para dar a conocer propuestas culturales de base" –algo que, con la pandemia, se ha hecho mucho más complicado. Las condiciones sanitarias para los conciertos en vivo en espacios cerrados, como las salas, hacen todavía más complejas las matemáticas para cubrir costes, y el aire libre a menudo no es una opción para la cultura de base. "Hay propuestas que pueden vender 50 tickets, cuando por un acto al aire libre necesitas vender entre 200 y 400 para hacerlo viable", lamenta Comas. En una dirección similar, Guerrero lamenta que "en época de pandemia las bandas pequeñas no tienen ninguna garantía".

A los costes económicos para los agentes de base del sector musical se añade un profundo aspecto emocional, anímico, para un sector que hace más de un año que está "no solo confinado, sino parado, sin objetivos". Comas detecta, de hecho, la potencial echada a perder de toda una generación de productoras, bandas y consumidores. "Sin ponernos dramáticos, es cierto que ha habido una gran pérdida de ideas", afirma. Un modelo de ciudad demasiado encarado hacia los macrofestivales –por el retorno turístico y económico a menudo más que por el potencial cultural, como coinciden desde el sector– pone todavía más vallas al acceso a proyectos más diversos. "A menudo el público más joven no se puede permitir las entradas de un festival, y ante esto es donde tienen que funcionar las ayudas", espeta Cantó. "Si una entrada vale 50 euros, la cultura ya no es un derecho tan necesario".

Love of Lesbian no sirve

Los diversos experimentos con el retorno a la música en directo sin distancias ni sillas han sido, como mínimo, divisivos. Desde el concierto de Love of Lesbian en el Sant Jordi con tests de antígenos previos a las experiencias, ahora se sabe que fallidas, de Cruïlla, Vida y Canet durante julio, las pruebas organizadas por la industria musical y las administraciones del país no han dado respuestas conclusivas sobre las posibilidades de volver a programar música en directo.

"El problema es que la mayoría de los experimentos que se han hecho van hacia las grandes industrias", denuncia Cantó. En la misma línea, para Comas, hubiera sido más provechoso para el sector programar este tipo de experimentos en entornos más pequeños y controlados. "Tendríamos datos mucho más acotados si hubiéramos juntado 100 o 200 personas en un entorno controlado", afirma.

Dani Cantó (Snap! Clap! Club): "La mayoría de los experimentos que se han hecho van hacia las grandes industrias"

Las condiciones que se han planteado por el retorno de la música en vivo en espacios cerrado son ya no solo ajenas a las salas más pequeñas, sino a menudo inviables. "Una sala con un aforo de 100 personas no se puede permitir contratar personal sanitario y hacer centenares de tests de antígenos cada noche. Esto sale más caro que no hacer nada", lamenta Comas. En este sentido, desde el sector coinciden en pedir más concreción y estructura a los planes de las instituciones. A pesar de que, como constata el gestor de la Taro, "las restricciones son complejas y las condiciones varían día a día", la cultura de base duda sobre la viabilidad de operar con esta incertidumbre a largo plazo. "En los próximos meses hace falta una definición clara por parte de las instituciones sanitarias de cuáles serán las condiciones. Hay que facilitar un mensaje de que la cultura en realidad es segura", concluye Cantó.

Futuro y sector

"Nadie se está preparando por si las cosas no vuelven a ser iguales", avisa Comas. La música de base encara los meses que vienen sin la certeza de cuál será su modelo. El retraso de las instituciones en cuanto al establecimiento de medidas, y su falta de disponibilidad para las salas, sellos y grupos que no aparecen en los informes de impacto turístico hacen que se mire con esperanza un cierto espíritu autogestionario. "Hay que trabajar en una unidad, entre el tejido, los grupos y el público", plantea Cantó, que entiende las ofertas culturales alternativas como una herramienta para que el público pueda conocer "otra ciudad".

Pese a la fortaleza de muchas de las propuestas culturales de la ciudad –como constata Comas, las salas, sellos y grupos barceloneses son cada vez más "sólidos y eficientes"– se lamenta una cierta falta de organización en el sector. Cantó advierte, en este sentido, que "el tejido pequeño de Barcelona está muy débil". "Hemos tenido problemas de licencias, ruido, espacios... No hay una estructura potente de salas en Barcelona". Las posibilidades, sin embargo, están. Desde acuerdos con el ente público por la cesión de espacios del Ayuntamiento –un modelo con el que Guerrero está más que satisfecho, puesto que por este camino transcurre el festival Afores– hasta la rehabilitación de espacios de la ciudad como salas de concierto. El miembro de Snap! pone el ejemplo de los centros cívicos de la ciudad, una estructura que, a pesar de no depender directamente de la administración, "cuenta con equipamientos y tendría que estar disponible" para el sector cultural.

"Sin los grupos que empiezan en las salas, ¿quién tocará en el Primavera Sound 2030? No podemos estar siempre viviendo de Rosalía"

Una música de base más sólida permitiría una cierta independencia respecto a los macrofestivales –unos espacios que, a pesar de que se pueden complementar con las propuestas de menos impacto, no pueden significar el conjunto de la cultura de la ciudad. "No podemos escapar de la fuerza de los festivales pero si la única estructura que queda viva son ellos, perderemos todo el público", reconoce Cantó. La transición de las propuestas culturales de base hacia espacios más industriales no siempre está clara. Guerrero afirma, de hecho, que, "grupos locales que llevan años con mucho éxito en la escena nunca aparecen en los carteles de los grandes acontecimientos". Un sector musical de bases potente garantiza, en este sentido, una cantera de músicos que haga viable la escena de la ciudad. "Sin los grupos que empiezan en las salas, ¿quién tocará en el Primavera Sound 2030? No podemos estar siempre viviendo de Rosalía".

Música de cercanías

A pesar de que desde el sector lamentan que a menudo las salas están siendo centrifugadas de Barcelona, ve la necesidad de una cierta descentralización de las propuestas culturales desde la ciudad hacia el área metropolitana. Tener presencia más allá de la capital permite, según el organizador, un contacto con el territorio que genera sinergias con las propuestas culturales que se generan y con los públicos potenciales. Afores, de hecho, ha sido la primera oportunidad de algunos de los proyectos más interesantes del Baix Llobregat –una comarca, justo es decir, especialmente activa en cuanto a la diversidad y relevancia de las propuestas que salen– y el resto de la cercanía barcelonesa, como la castelldefelenca Cabiria, o bandas barcelonesas como Tronco y Centauros.

"Son necesarias propuestas interesantes en los alrededores, para evitar este centralismo que fuerza a ir a Barcelona por cualquier cosa"

"Hacen falta propuestas interesantes en los alrededores, para evitar un poco este centralismo que fuerza a ir a Barcelona por cualquier cosa", pide Guerrero, que ve la posibilidad de crear una suerte de escena fuera de la ciudad que ofrezca una alternativa y un complemento al ecosistema capitalino. La accesibilidad es un factor relevante, como también lo es la construcción de una costumbre fuera de Barcelona. "Hay mucha gente que si tiene que hacer cosas en Barcelona ya no va, y acercar las propuestas culturales al territorio activaría el público", augura Guerrero, que piensa que una propuesta más próxima a los públicos de la cercanía incentivaría, además, el descubrimiento de nuevas propuestas musicales. "Si cada semana en un espacio se programa música, ya se crea un circuito, y con esta infraestructura organizada el público empieza a ir regularmente más allá del cartel".

Todas las propuestas de futuro para el sector musical, sin embargo, cuelgan de un hilo que recorre desde la sala más pequeña hasta los trabajadores de la barra del Primavera Sound: la precariedad laboral. Las condiciones de los trabajadores de la cultura son, incluso antes de la pandemia, un problema que el sector, junto con las administraciones, tiene que saber resolver, según coinciden todas las voces. Para Cantó, de hecho, "sin pensar un plan que pase por reivindicar los trabajadores de la cultura, todo el resto que venga no será más que un parche".

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