Slo(w)mo: el ritmo del cambio

Aunque los tiempos son favorables, los intereses particulares divergen y las condiciones económicas no siempre lo son

La representante de España en Eurovisión, Chanel, sobre el escenario del festival | EP La representante de España en Eurovisión, Chanel, sobre el escenario del festival | EP

Escuchando las canciones del festival de Eurovisión encontré lo que buscaba. Me gusta el lenguaje personalizado, utilizable, mestizo, adaptado a cada momento, colectivo y entorno geográfico; y todavía más, que los jóvenes lo musiquen divirtiéndose, provocando y subvirtiéndolo. Pues bien, en medio del desmadre de idiomas sincopados y mal hablados -¡mira que son bonitas todas las lenguas y cómo se esfuerzan en destruirlas!-, me quedé con el slo(w)mo, cámara lenta, de la canción que representaba a España . La mami nos incita y nos pide que pongamos un vídeo: suavemente empezaremos a notar los efectos de la música y de la mami. La letra de esta canción es la recreación chapucera del mito de la mujer fatal devoradora de hombres, al servicio del macho y exuda reaccionarismo: para respetar la libertad de opinión, el presidente de RTVE no dio permiso para limarla y moldearla de acuerdo a los valores europeos.

En la portada del último número del mensual Alternativas Económicas se incluye una guía de iniciativas colectivas y de economía social que se están introduciendo en la sociedad, como por ejemplo el coche compartido, las comunidades energéticas, los supermercados cooperativos, la moneda social, la banca ética, las eco redes o las estrategias del retail para evitar el desperdicio de la comida. Junto a estas actividades, podríamos añadir otras que completarían el panorama de los esfuerzos que la sociedad europea desarrolla respecto al reequilibrio medioambiental malogrado. De la enumeración de estas actividades se puede deducir que hay conciencia particular, de las empresas y del sector público para reducir la derrota del planeta. La pregunta es si la velocidad del cambio es la adecuada para obtener los resultados previstos para los años 2030 y 2050, o la marcha impedirá llegar a tiempo.

Los "dos raptos de Europa"

¿Hay cambio o no? ¿Avanzamos al ritmo previsto? Para intentar averiguar cual tendría que ser la cadencia de las transformaciones según los objetivos de aquí a ocho años, partimos de una serie de constataciones provocativamente desordenadas. El 43% de los españoles ha reducido el consumo de carne roja y el 17% se identifica con la opción flexiteriana, de menor consumo de carne y pez, según se desprende del Observatorio Nestlé sobre Hábitos Nutricional y Estilos de Vida de las Familias; tengo sobrinos vegetarianos y veganos, aunque yo como, con mucha moderación, carne roja. El 74% de los consumidores prefiere los productos locales, de kilómetro 0, vendidos directamente por los productores o con muy pocos intermediarios, según Kantar; dicho esto, mucha producción agrícola y ganadera todavía consume exceso de agua y muchas cadenas logísticas se alargan miles de kilómetros. La mayoría de las ciudades están preparando legislaciones para evitar que las compras online llenen la última milla de vehículos que llevan los pedidos a casa, no obstante la motorización no mengua. Los niveles de dióxido de nitrógeno, de azufre y de ozono son los más bajos de la década, a pesar de que Madrid incumple los límites legales de NO2, según Ecologistas en Acción; aun así, a este ritmo, en el 2030 nos cogerá desprevenidos. Se ha retirado la mayoría de los peajes de las autopistas españolas, ahora bien, si se implanta algún canon en las vías públicas se impulsará el uso del ferrocarril frente al vehículo privado; el presidente de Renfe decía el otro día que un peaje de cinco euros de Madrid a Valencia reduce 13.000 toneladas de C02 al año. Ha crecido casi el 10% el uso de internet en el mundo durante el año pasado, hasta los 4,3 mil millones de usuarios, lo que afecta el 62,5% de la población total; (a pesar de esto, esta información se podría redactar al revés: el 37,5% de los humanos no tiene todavía contacto con internet). La digitalización avanza en Catalunya a un nivel superior al de España, pues hasta este mes de mayo, unas 11.000 empresas entre 10 y 49 trabajadores -más las de Lleida y Tarragona que las de Barcelona-, han pedido la ayuda del Kit Digital financiado por los fondos Next Generation; gracias a esta ayuda de 12.000 euros la mitad de las empresas catalanas aplicarán soluciones digitales; la otra mitad, no ingresa en la era de la digitalización.

Hay cambio, hay movimiento, aunque las métricas de las transformaciones no acaban de dar resultados francamente positivos

Moisés Naïm habla abiertamente de retroceso democrático hasta el punto de tildarlo de asalto a la democracia (Democracias en peligro de extinción, El País, 15/2/22): en diez años, la población mundial que vive en dictadura ha pasado del 49% al 70% y "un grupo de líderes autoritarios se apropia de un buen número de democracias del mundo"; en esto, verdaderamente retrocedemos.

Las constataciones mencionadas nos conducen a afirmar sí, pero no. O no, pero sí. Hay cambio. Hay movimiento, aunque las métricas de las transformaciones no acaban de dar resultados francamente positivos. La década es larga y maravillosa. La sociedad, las empresas, las administraciones y la opinión pública desgraciadamente no avanzan de forma rectilínea. Aunque los tiempos son favorables -fondos económicos, legislaciones claras y contundentes en ambas materias-, los intereses particulares divergen y las condiciones económicas no siempre son favorables. Los Next Generation fluyen a buen ritmo, y la UE marca un compás con muchas corcheas, semicorcheas, fusas y semifusas; incluso, con garrapatea y semigarrapatees, ya en desuso.

Dicho lo cual, los "dos raptos de Europa" -la sostenibilidad y la digitalización- avenzan como la canción, slo(w)mo. ¿Desesperanza como consecuencia de que progresamos a cámara lenta? Si comparamos estas transformaciones profundas de ahora con otras históricas -el inicio de la Edad Moderna, la Revolución Burguesa, los descubrimientos del primer cuarto del siglo XX, o el salto después der la segunda Guerra Mundial, por ejemplo-, constatamos la misma perplejidad, las mismas dudas, los mismos miedos. Será a cámara lenta, pero hay marcha.

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