La demolición del Aquarama ha sido la caída de un símbolo, de un mito de la ciudad. Buena parte del recuerdo del Zoo de Barcelona del grueso de la población de la ciudad está todavía fundido con el de la orca Ulises, que hasta el año 1994 fue la atracción principal de un modelo de gestión de los animales basado en el espectáculo, la exposición y la mercantilización de su imagen. Los trabajadores todavía recuerdan que el último día del mamífero a las instalaciones de la Ciudadela se formaron colas quilométricas para ver su última performance. "Incluso vino Tv3 a grabar", rememora el director del Zoo, SitoAlarcón. La desaparición del edificio donde actuaba Ulises para dejar espacio para nuevas reservas de animales amenazados de la cuenca mediterránea es el ejemplo perfecto del nuevo modelo que reivindica, uno más de acuerdo con el sentido común hacia los animales. "La sociedad ha visto que no hay ninguna necesidad de tener orcas en cautividad si no es para hacer tareas de investigación", reconoce Alarcón, que ve el nuevo Zoo como un "catalizador en defensa de la biodiversidad".
El nuevo modelo de zoo se sostiene sobre tres patas: conservación, investigación y divulgación. Todo ello, una tarea colectiva, "imposible sin hacer en red", según Alarcón. Las instituciones catalanas y españolas, como constata el director, se han dado cuenta del mal estado de los ecosistemas del país en cuanto a biodiversidad. La primera cuestión, pues, es la de la conservación y recuperación de las especies en más peligro. "Somos guardianes de un patrimonio genómico", reivindica. En concreto, el de la cuenca mediterránea. En uno de los climas más tensos del mundo, donde los recursos hídricos ya son escasos y las sequías, comunes –vulnerable a la desertificación, que afecta profundamente el hábitat de muchas de las especies autóctonas– se hace especialmente necesario el trabajo de hubs de cuidado y conservación de "la vida tal como la conocemos". "Tenemos una ventana pequeña para actuar, y si no lo hacemos antes de que se cierre, no frenaremos la pérdida masiva de biodiversidad", alerta Alarcón.
Alarcón: "Nuestra obligación es mantener la metapoblació de los animales tan sana como sea posible y en las mejores condiciones de bienestar por, si es necesario, reintroducirlos en los ecosistemas"
La columna vertebral del nuevo modelo de zoo, pues, pasa por el bienestar de los animales, pero también por un control poblacional que garantice la viabilidad de una especie en caso de que sus ejemplares en libertad se vean comprometidos hasta el punto de la extinción. Alarcón pone el ejemplo del orangután, "un animal bajo gran peligro por la fragmentación de su hábitat por parte del hombre". La separación de los individuos por el maltrato de los espacios boscosos donde habitan dificulta su reproducción, y varios zoos europeos se coordinan para contar con ejemplares suficientes y bastante varios para poder, en caso de que se llegue a este extremo, efectuar una reintroducción. Las instituciones cuentan con una identificación de cada uno de los individuos, su procedencia y línea genética, para evitar una endogamia que ponga en peligro la continuidad de la especie. "Nuestra obligación es mantener la metapoblació de los animales tan sana cómo sea posible y en las mejores condiciones de bienestar, sin problemas genéticos, por, si es necesario, reintroduciros en los ecosistemas", explica el director.
Poner en el centro el cuidado de los animales, y su encaje en los ecosistemas realmente existentes, hace que el Zoo gire en una dirección diferente de la marcada por la espectacularidad que habita a menudo al imaginario colectivo barcelonés. El mismo Alarcón, de hecho, cuestiona el concepto para describir el que tiene que ser un recinto animal moderno. "Hay más de 7.000 zoos, y son de su pare y de su madre". El salto de que el director considera un Zoo moderno, el que colabora con las instituciones por la conservación de la vida animal, si se compara con algunas de las instituciones con animales en cautividad al mundo, es sustancial. "La palabra está muy prostituida" por entidades con atracciones, con resorts o "donde los loros van en bicicleta". "Tenemos que explicar todo esto, porque si no la gente continuará pensando que somos aquel Zoo de los 60", lamenta.
Actividad ex-situ
La conservación no pasa solo por el cuidado de los animales internos en el zoo, su estudio y el seguimiento de la viabilidad de las poblaciones de animales en cautividad. El director del organismo barcelonés posa especial èmfasi al estudiar las causas de la inviabilidad de muchos ecosistemas para las especies que los habitan; y actuar para solucionarlas. "Es del régimen estúpido reintroduir especies a la natura si no se revierten las condiciones que las han hecho desaparecer", razona, apuntando hacia el punto de unión entre la actividad científica y la conservación más activa. La fundación Barcelona Zoo, uno de los vehículos que la entidad tiene para financiar esta tarea, ya ha invertido más de cuatro millones de euros desde su fundación, en 2011, en proyectos investigadores y acciones ambientales que puedan surgir.
En esta tarea exterior es donde más se cristaliza el trabajo colaborativo con universidades y administraciones –y, de hecho, también con otros zoos. Un ejemplo, muy específico de los ecosistemas catalanes, es el proyecto de conservación del tritón del Montseny, una especie amenazada en buena parte por los efectos sobre los riachuelos de la sierra de la deforestación masiva de la zona por parte de los propietarios forestales. Así, en colaboración con la Generalitat, el recinto cria y conserva individuos de esta especie. La Diputación de Barcelona, explica el director, "tiene la tarea más pesada", la relacionada con la recuperación del hábitat. "El Montseny no es público, y si quieres mejorar las condiciones de las torrenteres, tienes que ponerte de acuerdo con los propietarios", lamenta Alarcón, que valora las "diversas patas" que se ponen bajo un proyecto de conservación de una especie local.
"Aquí la protección de la naturaleza todavía se debe de a mucha gente amateur que dedica su tiempo libre a la investigación y conservación"
Si bien el director reitera que las instituciones han tomado un rol mucho más activo en estas tareas de conservación, todavía no se dedican los recursos necesarios. El Zoo coopera, más allá de Generalidad o Estado, con muchas entidades y agrupaciones del territorio que ofrecen mucha de la información imprescindible para estudiar las condiciones de varias especies. "Desgraciadamente, aquí la protección de la natura todavía se debe de a mucha gente amateur que dedica su tiempo libre a la investigación y conservación", algo positivo por el alto grado de sensibilización de la población, pero que no deja en buen lugar la base material del proyecto de recuperación de la biodiversidad del país.
Esta carencia de recursos disponibles se extiende también a la investigación institucionalizada a los ámbitos académicos. Pese a "la activa conversación" del Zoo con los centros educativos e investigadores del país, especialmente UPF, UAB y UB –también tiene proyectos en funcionamiento con Vic, así como con la URV– a menudo los profesionales no tienen todo lo que necesitan por parte de las administraciones. "En el país hay muchos y muy buenos profesionales de la investigación, pero los hacen falta recursos", reclama Alarcón, si bien confirma que el trabajo sale adelante. Además de los 55 proyectos de conservación de la natura coordinados el 2021 con instituciones académicas el país, el Zoo concreta trabajo de campo, prácticas, visitas de estudiantes o periodos de formación. "Sin las universidades, no podríamos hacer la investigación necesaria", reafirma Alarcón.
Comunicar el nuevo Zoo
La influencia del trabajo de conservación puede ser profunda a corto plazo, pero en términos estratégicos queda coja sin acompañamiento social. Así, Alarcón pone especial valor en la tercera pata del nuevo Zoo, la divulgación. Con más de 700.000 visitantes anuales, el potencial para cambiar mentalidades es amplio. Después de una fuerte crisis reputacional a mediados de la pasada década, el director se marca como objetivo cambiar la percepción de la ciudadanía, que sea capaz de ver una institución moderna y dedicada a la biodiversidad y la cura de los animales en oposición al "Zoo de espectáculo" que se imaginó en su fundación.
La nueva apelación al visitante, así, pasa por formatos de entretenimiento capaces de vehicular el mensaje de la institución. "Intentaremos sensibilizar a la gente de forma que lo disfruten" con instalaciones cómo los nuevos centros de descubrimiento, espacios multimedia e incluso lúdico que permitan la exploración de las condiciones de las especies y la formación alrededor de las problemáticas que sufren y las amenazas por su supervivencia. Incluso la cartelería correspondiente a cada ejemplar tiene que integrarse en la nueva estrategia. Los datos desnudos que se pueden encontrar a la señalización actual tienen que dejar espacio a los "cinco o seis mensajes sintéticos" que Alarcón quiere comunicar a quienes pasee por el parque. "Quiero que puedan saber que este animal está amenazado, en peligro, y lo que se puede hacer para ayudar", razona el director. Al fin y al cabo, concluye, "la ventana no la podrán aprovechar ni Macron, ni Pedro Sánchez, ni Putin ni Biden; lo tenemos que hacer entre todos".