El actual contexto inflacionari: ordenando las ideas

Mientras la crisis financiera de 2008 vino ocasionada por una reducción de la demanda, el actual escenario viene explicado por una contracción de la oferta y, por lo tanto, requiere acciones correctoras diferentes

El consumidor frente a la pérdida de poder adquisitivo: suben los precios, las hipotecas y los créditos al consumo | iStock
El consumidor frente a la pérdida de poder adquisitivo: suben los precios, las hipotecas y los créditos al consumo | iStock
miembro de la Comisión de Economía Financiera del Colegio de Economistas
Barcelona
08 de Julio de 2022

La inflación ha sido durando más de dos décadas una magnitud económica controlada con tasas que han oscilado alrededor del cero por ciento, incluso con coyunturas de registros negativos.

 

La pandemia sanitaria ha supuesto un antes y un después en el devenir de los hechos, un cambio de paradigma que ha puesto en evidencia la más notable vulnerabilidad del ser humano, pero, a la vez, su capacidad de reacción para superar condiciones adversas e imprevistas.

Es necesario repasar los principales indicadores macroeconómicos que nos ha dejado la tormenta de la pandemia sanitaria, y, en este sentido, España ha sido el país de la Unión Europea que peor comportamiento ha registrado. La crisis sanitaria supuso decisiones gubernamentales sin precedentes, como las medidas de restricción a la libertad de movimiento de los ciudadanos, hecho que generó una caída estrepitosa del consumo y llevó a la mayoría de las familias a un ahorro forzado. La caída de la actividad económica fue generalizada para todos los países de la zona euro, pero España la sufrió con especial énfasis, retrocediendo su PIB un 11%, el peor registro de los Estados miembros de la Eurozona.

 

"Una combinación de demanda creciente, por parte de los consumidores, y una reducción de la oferta, por parte de las empresas, desembocó, inexorablemente, en una espiral inflacionaria como no se ha visto desde hace décadas en Europa"

Una vez se levantaron las medidas de restricción a la movilidad, estalló toda la demanda que se encontraba cautiva, generando así unas tensiones en las cadenas de suministro que las empresas no podían superar, puesto que estas se habían hecho más pequeñas reestructurando sus plantillas y cerrando centros productivos, en definitiva, reduciendo su capacidad productiva. El resultado fue una combinación de demanda creciente, por parte de los consumidores, y una reducción de la oferta, por parte de las empresas, situación que desembocó, inexorablemente, en una espiral inflacionaria cómo hace décadas que no se veía a Europa.

Cuando las cadenas de suministro empezaron a desbloquearse parecía que la normalidad en los precios y el consumo sería cuestión de pocos meses, pero Rusia empezó la invasión sobre Ucrania, dando lugar a un conflicto bélico de proximidad para todos los países europeos. La guerra ha generado incertidumbre sobre el suministro de los productos energéticos, de los que Rusia es un gran productor, especialmente de petróleo y gas, a la vez que las sanciones impuestas por la Unión Europea a este país han supuesto una contracción adicional de la oferta, la cual todavía no se ha recuperado del redimensionamiento llevado a cabo durante el confinamiento.

Las nuevas tecnologías han generado un incremento de la demanda de energía y han presionado todavía más los precios a la alza

Por si este escenario de estancamiento de la oferta no fuera suficiente, se ha sumado el hecho de que el confinamiento ha supuesto un desarrollo exponencial de las nuevas tecnologías en el sentido más vasto posible, desde el comercio online hasta las criptomonedeas. Y resulta que este desarrollo en el uso de las nuevas tecnologías es intensivo en consumo eléctrico, generando un incremento de la demanda de esta fuente de energía y presionando todavía más los precios a la alza.

El hecho que las criptomonedas requieran potentes equipos informáticos hace que los chips se hayan convertido en un bien escaso, y explica en parte el cuello de botella que sufren numerosas industrias que los usan, como, por ejemplo, el sector automovilístico. Hasta el punto de que los vehículos nuevos tardan un tiempo desmesurado en poderse servir, explicando así el aumento de los precios en el mercado de segunda mano. Esta anomalía llega a niveles sin precedentes, como el hecho de que la persona que se compró un vehículo de segunda mano, hace escasamente unos años, lo pueda vender hoy a un precio superior.

Como podemos ver, son muchas las razones que explican el movimiento alcista de los precios, y por eso es necesario entender todas y cada una de ellas para no perdernos en argumentos simplistas.

"Mientras las grandes economías de la Eurozona han recuperado el mismo nivel de actividad previo a la pandemia sanitaria, España se ha quedado a medio camino"

Pues bien, en este contexto que afecta a todo el mundo occidental, sin muchas excepciones, resulta que España se encuentra en una situación especialmente vulnerable. Por un lado, el país graba una tasa de paro (13,1%) que duplica la media de la zona euro (6,6%), una inflación (10,2%) que supera de lejos la media de la Eurozona (8,6%), y una deuda pública que resulta un 30% superior. Además, mientras las grandes economías de la Eurozona han recuperado el mismo nivel de actividad previo a la pandemia sanitaria, España se ha quedado a medio camino, habiendo recuperado cerca del 5% respeto al 11% que decreció su PIB.

"El consumidor tendrá que convivir con una doble vía de pérdida de poder adquisitivo, por un lado, el incremento de precios que ya lleva meses sufriendo, y, adicionalmente, un encarecimiento de sus hipotecas y créditos al consumo"

Y aún más, el elevado endeudamiento público del país y de muchas familias hace que España sea de los países más vulnerables ante el aumento inminente de los tipos de interés por parte del Banco Central Europeo, que los subirá en un 0,25% durante Julio y seguramente un 0,5% en septiembre. Esto significa que el consumidor tendrá que convivir con una doble vía de pérdida de poder adquisitivo, por un lado, el incremento de precios que ya lleva meses sufriendo, y, adicionalmente, un encarecimiento de sus hipotecas y créditos al consumo.

"El aumento de los tipos de interés tiene como finalidad encarecer la financiación y reducir así el consumo, y en consecuencia los precios. (...) pero este control de los precios, a base de incrementar los tipos de interés, tiene un elevadísimo riesgo de desembocar en una recesión"

Finalmente, creemos que es muy oportuno diferenciar el actual contexto de la crisis de 2008. Aquella empezó en el sector financiero, y rápidamente se extendió al sector inmobiliario y el resto de sectores industriales, generando una tasa de paro en España que superó el 25%, cota todavía muy lejos del actual, y que provocó una reducción del consumo y del PIB, con unos precios relativamente bajos. En definitiva, mientras la crisis financiera de 2008 vino ocasionada por una reducción de la demanda, el actual escenario viene explicado por una contracción de la oferta y, por lo tanto, requiere acciones correctoras diferentes. El aumento de los tipos de interés tiene como finalidad encarecer la financiación y reducir así el consumo, y en consecuencia los precios. Pero es evidente que, este control de los precios a base de incrementar los tipos de interés, tiene un elevadísimo riesgo de desembocar en una recesión económica, de forma que la actual contracción de la oferta, por los diferentes factores mencionados, se combinaría con una reducción de la demanda, un cóctel explosivo de incierto desenlace que nos podría llevar a la estanflación, es decir, un escenario donde se combinaría una recesión económica y la inflación, escenario inédito a la crisis de 2008.

Por cierto, la crisis financiera de 2008 también afectó más a España que al resto de grandes economías de la zona euro. Efectivamente, las crisis afectan a todos, pero no por igual...