Son cabezones e inconfundibles, los hay de diversos tamaños y para muchos coleccionistas dan vida al universo cinematográfico de sus películas y series preferidas. Conviven bajo el nombre de Funko, una marca estadounidense con sede en Everett, Washington, que nace en el año 1998 de la mano de Mike Becker, un diseñador gráfico que tenía la idea de replicar la imagen de la mascota de los restaurantes Big Boy. Aquel personaje, con su tupé brillante y un uniforme de cuadros rojos y blancos, había sido icono de la cultura popular norteamericana de los años 50, pero a finales de los 90 la cadena de restaurantes atravesó una fuerte crisis, y su mascota corría el riesgo de desaparecer.
Becker, un apasionado coleccionista, vio en Big Boy una oportunidad: si en la página de subastas de eBay se pagaban cientos de dólares por aquella reliquia, ¿por qué no producir una réplica asequible y ponerla al alcance de otros nostálgicos? Y así se originó Funko, casi como una empresa artesanal, con Becker y dos amigos artistas reunidos en un bar para dar forma al proyecto.

Ahora, sin embargo, la compañía que ha convertido el coleccionismo en un ritual de masas, vive días decisivos. Los últimos informes financieros muestran caídas de ventas, márgenes estancados y una deuda que se eleva hasta los 241 millones de dólares. Lo que había sido un boom cultural planetario se ha convertido en un caso de estudio sobre la fragilidad del engagement.
Según el informe Funko Reports Third Quarter 2025 Financial Results, emitido por Funko a principios del mes de noviembre, las ventas netas del tercer trimestre han caído hasta los 250,9 millones de dólares, un 14,3% respecto a los 292,8 millones del mismo periodo de 2024. Esta contracción revela que el ritmo de lanzamientos ya no encuentra la misma respuesta en el mercado, y que el coleccionismo masivo comienza a mostrar signos de agotamiento.
En paralelo, el beneficio bruto ha pasado de 119,8 a 100,8 millones, una bajada de 19 millones. Al mismo tiempo, los costes de marketing, publicidad y administrativos se han reducido hasta los 79,8 millones, por debajo de los 92,7 de hace un año, un ajuste que incluye un cargo extraordinario de un millón y que evidencia una voluntad de contención. Sin embargo, el recorte de gastos no compensa la pérdida de volumen, y la presión sobre los márgenes continúa intacta.
El beneficio neto se ha desplomado hasta los 0,9 millones de dólares, lejos de los 4,6 millones del tercer trimestre de 2024
A partir de aquí, la rentabilidad se ve duramente castigada. El beneficio neto se ha desplomado hasta los 0,9 millones de dólares, lejos de los 4,6 millones del tercer trimestre de 2024. Incluso el beneficio ajustado, que excluye factores no recurrentes, se queda en 3,2 millones, menos de la mitad de los ocho millones del año anterior. El ebitda ajustado retrocede de 31 a 24,4 millones, y como ya se avanzaba unas líneas más arriba, la deuda total se eleva hasta los 241 millones de dólares, un lastre que limita la capacidad de maniobra financiera.
Las "dudas sustanciales" que encendieron las alarmas
Expuestas las cifras, cabe decir que el primer gran bache de Funko asomó durante el primer trimestre de 2025, cuando las ventas se desplomaron un 35% según el informe anual de la compañía. Aquella caída obligó a repensar qué estaba fallando, y desencadenó movimientos relevantes en la cúpula directiva. El primer cambio llegó el 5 de julio, cuando -según Forbes- Funko comunicó la salida de la consejera delegada, Cynthia Williams, y el nombramiento de Michael Lunsford como CEO interino, cargo que ya había ocupado temporalmente entre 2023 y 2024.
La decisión, según el presidente del consejo de administración, Charles Denson, respondía a la necesidad "de ofrecer pleno valor a los accionistas y estabilizar la gobernanza". El mandato de Lundsford, claramente transitorio, sirvió para contener la deuda, ajustar inventarios y preparar el terreno para un cambio estructural más profundo. Este giro no se consolidó hasta el mes de agosto cuando la firma anunció el nombramiento de Josh Simon como nuevo director ejecutivo, con un currículum sólido en gestión y expansión de empresas como Netflix, Nike y The Walt Disney Company.

Sin embargo, el problema estructural parece haber sido la deuda. Funko arrastra pasivos desde hace años. De hecho, si retrocedemos hasta el momento de máxima fiebre coleccionista durante los años 2020 y 2021, el balance del último trimestre de 2020 -Funko Reports Third Quarter 2020 Financial Results- mostraba una deuda de 208 millones de dólares. El año pasado, la cifra fue de 182 millones.
La frase que encendió todas las alarmas se encuentra escrita en el informe trimestral que presentó la empresa a la Comisión de Bolsa y Valores (Securities and Exchange Commission) de Estados Unidos: “Existen dudas sustanciales sobre la capacidad de la compañía para continuar como empresa en funcionamiento durante los próximos doce meses desde la fecha de emisión”, advirtieron.
Friquest: "La polémica es como remover un avispero, es bastante desmesurado que se genere tanto ruido cuando una compañía gana diez y pierde tres"
El eco de este aviso también ha llegado aquí, a casa nuestra. La tienda barcelonesa Friquest, de la cual VIA Empresa ha podido recoger el testimonio de la responsable, ha asegurado que "la polémica es como remover un avispero. Es bastante desmesurado que se genere tanto ruido cuando una compañía gana diez y pierde tres". "La clave para sobrevivir pasa por una gestión eficiente y, si es necesario, por un cambio de manos que permita a Funko reordenarse bajo otra propiedad", ha sentenciado.
El aumento del precio de las acciones
Este diario también ha querido conocer la situación actual de Funko en el Estado, y ha contactado con la agencia lifestyle de Funko en España. Nieves González, codirectora de Nota Bene -que lleva cinco años trabajando con la firma-, explica que “desde la emisión del informe, el precio de las acciones ha remontado durante las últimas dos semanas”. También destaca que “la empresa tiene una trayectoria consolidada de más de 25 años y unos fans completamente fidelizados que lo dan todo por la marca Funko Pop”, un repunte que contrasta con el relato económico de fragilidad.
Por otro lado, González asegura que la entrada de Simon ha supuesto un "paso clave para remontar la caída", y que Funko "ha contratado un banco de inversión llamado Moelis & Company para explorar opciones estratégicas que garanticen estabilidad”. Además, "la compañía colabora con un montón de marcas y continúa haciéndolo", concluye.
La transparencia para obtener estas alianzas ya la muestra Funko de manera pública. El informe que presentó a la Comisión de Bolsa y Valores traslada los factores de riesgo que enfrenta la compañía para mantener informados a sus accionistas e inversores. Destaca cómo la compañía admite sin rodeos que planea una "duda existencial sobre su continuidad como empresa en funcionamiento". Enumera diversas razones, pero la principal la describe como una "presión de los compromisos financieros, agravada por el actual entorno arancelario del sector minorista y por la insuficiencia de capital de trabajo, que sitúa a la compañía en un escenario delicado".
El éxito, y "la trampa"
Detrás del abismo financiero que atraviesa Funko, existe una dimensión cultural que ayuda a entender el alcance del fenómeno. Anna Tarragó, doctora en Comunicación, especialista en narrativas transmedia y profesora en el Grado en Comunicación e Industrias Culturales y el máster en Comunicación Especializada de la Universitat de Barcelona (UB), subraya a VIA Empresa que “el papel que marcas como Funko tienen en la cultura transmedia y el coleccionismo es capital, en un ecosistema en el que el merchandising y los productos licenciados son parte esencial de las narrativas".
Tarragó: "Todo el mundo sabe que tiene un Funko en las manos porque se le reconoce solo verlo, pero una figura con tanto detalle y caracterización diferenciada no acepta un precio barato"
“Todo el mundo sabe que tiene un Funko en las manos porque se le reconoce solo verlo”, explica Tarragó, que destaca la cabeza grande, los ojos redondos y negros, y los objetos icónicos que acompañan a cada figura. Esta estética ha convertido a los Funko en un elemento más de las colecciones preferidas de los fans, una pieza que enlaza el coleccionismo con la narrativa. Ahora bien, "la misma singularidad que catapultó la marca puede haber sido también su trampa", asegura. “Una figura con tanto detalle y caracterización diferenciada no acepta un precio barato”, apunta Tarragó.
Este valor inicial dio prestigio a Funko, pero abrió la puerta a imitaciones más económicas y de menor calidad, que han erosionado el valor de la compañía. Además, aunque las figuras pertenecen a universos mainstream, siguen siendo objetos de coleccionismo de nicho, con un público fiel, "pero limitado", puntualiza. “No tengo claro que un público masivo haya comprado las figuras”, reflexiona, y sugiere que este carácter selectivo puede haber restringido el alcance comercial de la compañía.

En cuanto al impacto en el ecosistema cultural, Tarragó relativiza el alcance de la crisis: “Lamentablemente, no creo que tenga una gran afectación al conjunto del ecosistema. En un contexto de ultracapitalismo, si no es Funko, será otra marca la que realizará este tipo de objetos”. En este sentido, la profesora subraya que, incluso en un mundo dominado por las pantallas, el coleccionismo físico mantiene un papel central: conservar las figuras con el embalaje original, exponerlas con orgullo, o adquirir vestuario y objetos vinculados a sagas como Harry Potter son gestos que configuran identidad y credenciales dentro de la comunidad. “Es una clara declaración de intenciones sobre el papel que aquel hecho cultural pop juega en la vida del fan”, concluye.
Al fin y al cabo, Funko se encuentra en una encrucijada que trasciende los balances. Las cifras hablan de deuda y fragilidad, pero su iconografía sigue viva en estanterías, colecciones y universos narrativos. Lo que para los analistas es un aviso de viabilidad, para los fans sigue siendo una credencial de pertenencia. Y quizás aquí radica la paradoja: una marca que ha sabido convertir una cabeza desproporcionada en un símbolo global, pero que ahora debe demostrar si puede sostener el peso de su propio mito.