Castanya de Viladrau, la única productora catalana de castañas

La compañía participa también en proyectos de economía circular y de recuperación y gestión del Montseny

Joaquim Solé de Castanya de Viladrau | Laura Busquets Joaquim Solé de Castanya de Viladrau | Laura Busquets

El mes de octubre nos adentra de lleno en otoño, antesala del invierno. Los días se acortan, la gente empieza a lucir los abrigos guardados en el armario (bueno, al menos tradicionalmente sí era así) y, aunque las castañeras de cuento -mujeres de avanzada edad, encorvadas, vestidas con delantal, la cabeza medio tapada con un pañuelo y las medias a medio subir- ya son cosa del pasado, todavía olemos el fuego de los tenderetes de castañas tostadas y boniatos cocidos que llenan las ciudades, celebrando la llegada del frío.

Cuenta la tradición que, la noche antes de la festividad de Todos los Santos, se celebraba una fiesta ritual funeraria donde los familiares y amigos de los difuntos se reunían para comer en honor al muerto y hacer ofrendas. En estas comidas, los alimentos más presentes eran las castañas, los boniatos, las calabazas, la fruta confitada y los panellets.

Por otra parte, también se cree que los campanarios de la iglesia sonaban toda la noche para avisar de que llegaba el día 1 de noviembre. Como no existían los modernos y automatizados mecanismos de hoy en día para hacer sonar las campanas, los campaneros se reunían entre ellos y comían una buena papelina de castañas, acompañadas de vino dulce, resguardándose del frío y cogiendo energía para repicar las campanas durante toda la noche. Sin embargo, las castañas no sólo eran la gasolina de los campaneros, sino que se creía que por cada una que se comía aquella noche, un alma quedaba liberada del purgatorio. De esta forma, la tradición se extendió a toda persona que quisiera liberar a sus difuntos.

En otras regiones, como Asturias, Cantabria, Galicia o Castilla y León existen, de igual modo, tradiciones en torno a estos frutos; se torren y se les salta encima para asustar a los malos espíritus y la mala suerte. El Halloween, por ejemplo, también tiene unos orígenes y características más similares de lo que podemos pensar. Sea como fuere, la Castanyada es la versión catalana, aragonesa, balear y valenciana, y si alguien lucha por conservar nuestras raíces es Castanya de Viladrau, la única productora y comercializadora catalana de castañas.

Joaquim Solé: "Si no cuidamos a los castaños, no tenemos castañas"

Instalada en el Montseny, nació en 2009 con el objetivo de "salvar castaños centenarios, patrimonio de Catalunya, que se estaban muriendo", tal y como explica Joaquim Solé, fundador de la empresa. Este cuidado de los bosques, además, permite que se recupere un producto como es la castaña catalana. "Si no cuidamos a los castaños, no tenemos castañas".

Empezaron en una pequeña finca, gestionando 500 kilos de castañas y un proyecto a 10 años vista. Sin embargo, este año ya han recogido 16 toneladas de castañas, tienen más de 50 personas ocupadas y 15 pequeños obradores elaborando productos para ellos. “Nosotros somos referentes con nuestra forma de hacer: productos de alta calidad, poca producción y generando trabajo en el territorio”, afirma Solé. "Todo lo que nos conoce, en el mundo de la castaña, a nivel europeo, se sorprende".

Solé: "Somos referentes con nuestra forma de hacer: productos de alta calidad, poca producción y generando trabajo en el territorio”

Así, la productora y comercializadora de castañas cuenta con tres líneas de negocio: las castañas y sus elaborados, la madera del castaño, que “muy poca gente conoce, a pesar de ser la mejor madera del país” y cada vez está despertando más interés, y las visitas guiadas y talleres de madera y pan, tanto para escuelas como universidades y empresas. “Es una amplia diversificación de este mundo. Incluso vamos a hacer castanyades y distintos eventos donde la castaña es el producto estrella”, detalla Solé.

Una diversificación que fue fundamental durante la pandemia cuando prácticamente toda su actividad se vio parada. “Suerte tuvimos de algunos pedidos de madera con los que pudimos mantenernos. La cosa pintaba muy mal”, cuenta Solé. Sin embargo, las alternativas no acaban aquí. La compañía participa también en proyectos de economía circular y otros de recuperación y gestión del Montseny (Solé confiesa que tienen una forma de hacer diferente al resto). "Aún vemos muchas puertas que se pueden abrir".

Retos que hace faltar afrontar

A pesar del gran crecimiento y las buenas perspectivas de futuro, también existen retos a los que hay que hacerles frente. Por un lado, alrededor del 80%, “quizás incluso el 90%”, de las castañas son importadas. “Somos un país chulo. Abandonamos lo que tenemos en casa para que nos lo traigan de fuera”, dice Solé. Las castañas que llegan a Catalunya vienen de todo el mundo, desde Galicia hasta Francia o China. Aunque aumenta el consumo de productos ecológicos y kilómetro cero, no sabemos valorar el buen producto local. “Es muy triste. Tenemos dos mil hectáreas de castaños abandonadas, no nos las acabaremos”.

Solé: “Somos un país chulo. Abandonamos lo que tenemos en casa para que nos lo traigan de fuera”

Por otro lado, el de la castaña es un mercado bastante estacionalizado. Consumimos (muchas) castañas pero durante un período de tiempo muy breve. Y es culpa de nuestra propia ignorancia. La castaña se puede comer todos los días, todo el año. “Si no se come es por que no se quiere, no por que no haya. Tenemos castañas todo el año”, comenta un Solé que considera que “lo que falta es cultura”.

Así, Castanya de Viladrau va rompiendo, poco a poco, el erizo del mercado nacional y se está consolidando como el referente que es. "Venimos a romper esquemas y ser un referente en castañas del país y castañas de calidad". Más no pueden hacer. Ahora nos toca a nosotros valorar lo que tenemos, que es mucho, y recordar el dicho: “¡Por Todos los Santos, castañas y panellets!”.

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