Paradetes de la Feria de Santa Llúcia de Barcelona | A. Corón
Paradetes de la Feria de Santa Llúcia de Barcelona | A. Corón

De profesión, firaire

Ferias navideñas como la de Santa Llúcia de Barcelona muestran el producto de los artesanos de Cataluña, un sector profesional que ve con dificultades recompensada su trabajo

Ni el frío ni la poca luz que hay a última hora de la tarde son ningún impedimento porque los peatones paseen por las calles engalanadas con las luces navideñas. Un rato familiar que a menudo tiene en su recorrido una feria, una de las diversas que se celebran en Cataluña desde finales de noviembre para exponer los abetos, tions muy tapados con mantas, figuras de pesebre u otros tipos de artesanía que pueden convertirse en el regalo perfecto para los más (o menos) menuts de la familia.

Una de estas citas es la feria de Santa Llúcia. Desde el 1786, Barcelona acoge comerciantes y artesanos de todo tipo a la plaza de la Catedral, donde este año se pueden encontrar una cincuentena de paradetes donde sus artesanos esperan captar la atención de algún posible comprador.

Para una persona que sólo quiere cotillear, el paseo seguramente no se alargará más de 30 minutos. Para estos firaires, en cambio, la jornada supondrá 10 horas de pie, o con un pequeño taburete, comer un bocadillo como pueden y aguantar el frío. Y todo por unas pequeñas ganancias que, consensúa la mayoría, no pagan la dureza de estas condiciones.

Por sentimientos, no por dinero

Edurne Costa es una de las personas que se puede ver estos días a la paradeta de Pesebres Costa. Esta empresa familiar ocupa un pequeño espacio en la emblemática plaza barcelonesa desde hace cerca de 90 años, cuando su abuelo empezó a vender las piezas artesanas que elaboraba con sus manos. A los prestados se pueden ver los Reyes de Oriente, el niño Jesús con la Virgen Maria y Sant Josep, labradores con todo tipo de ofrendas, o establos, casetas y pajares todos hechos con los materiales y el sistema de siempre.

La tradición se ha mantenido vigente hasta la tercera generación, el que ha hecho que ahora sus hijos y nietos compaginen su día a día con la feria. Un esfuerzo que, como dice con contundencia Costa, "no compensa". "La artesanía es muy dura. Es difícil tanto el día que hace frío o mal tiempo y sabes que no vendrá nadie, como cuando hay mucha gente", asegura, y añade que entre semana puede cerrar el día habiendo vendido dos caganers.

Costa: "Es una tradición venir a mirar, pero no a comprar. Mucha gente me dice que viene cada año, pero que nunca ha comprado"

"Es una tradición venir a mirar, pero no a comprar. Mucha gente me dice que viene cada año, pero que nunca ha comprado", insiste, "ojalá todo el mundo que viniera comprendido una simple figura... haríamos dinero!". Porque cómo repite, "el esfuerzo no compensa" a escala económica, la familia lo hace "por el sentimiento y para mantener la tradición".

Edurne costa

Edurne Costa con la artesanía de su familia | A. Corón

Muy cerca de la caseta de Costa se encuentra el estand de Albert Deulofeu, cuarta generación de artesanos del corcho y presidente de la Feria de Santa Llúcia. Ellos traen desde el 1929 sus productos elaborados durante todo el año, el cual se divide en unos 10 o 11 meses de trabajo al taller que tienen en Valls y sólo 30 días de ventas, los del mes de diciembre que coinciden con alguna feria.

A pesar de que reconoce que se pueden encontrar firaires como Costa que tienen dificultades para sacar un beneficio estos días, también recuerda que es elige de los comerciantes ser: "Hay años que compensa más que otros y que la parte sentimental mueve mucho, pero si no salieran unos ingresos mínimos, nadie vendría".

Con todo esto, recuerda que el grueso de las ventas está para llegar. Siempre se hace la semana del puente de la Purísima y la Constitución, donde Deulofeu apunta que se hacen la mitad de los ingresos. El resto se reparte entre los otros días de actividad.

El coste de ocupar la vía pública y otras gestiones con el Ayuntamiento tienen un coste aproximado de 500 euros. A esto hay que sumar otros 500 más en concepto de gastos de asociación a la feria, de montaje eléctrico, de seguridad... Todo ello eleva alrededor de los 1.000 euros, según el presidente, el coste de ser al encuentro de artesanos más grande de Barcelona por Nadal, que este 2017 tiene una duración de 30 días, superior a otros años.

Uno más además

Quizás el sector de las figuretes para los pesebres es el que más difícil lo tiene, a excepción de la empresa catalana Caganer.com, la encargada de hacer viral en todo el mundo este personaje típicamente catalán. Tienen cuatro paradetes en la plaza de la catedral y en todas hay como mínimo un ejemplar de los más de 500 personajes que han diseñado, todos rodeados de una grande demasiado de gente. No sería osado decir que es de los estands que más curiosos atrae. Dando un vistazo rápida entre sus caras, se pueden ver turistas de todas partes.

Según explica la comercial de la compañía Maria José Pasqual, ya hace 16 años que visitan ininterrumpidamente la feria, por el que han visto como en poco tiempo ha cambiado la percepción sobre el caganer. "Cada vez vienen más turistas que buscan figuras de su país. A veces, incluso vemos que ellos saben más del caganer que no los catalanes!", comenta a guisa de anécdota.

Para ellos, que tienen unas ventas bastantes establos durante el año y con envío en todo el mundo a través de la tienda online, estos días en Barcelona los ayudan a tener una pequeña punta de ventas, pero lo ven "como un más además".

Jaume Anglada

Jaume Anglada a la parada de su familia | A. Corón

Este es también el caso de la floristería de Sant Joan de les Abadesses de la familia de en Jaume Anglada, que pasa parte del diciembre rodeado de tions y abetos que cultiva su familia. "Esto es un extra de cara a Nadal, no vivimos del que vendemos aquí. Cada cual tiene su trabajo y nos repartimos los días de feria", comenta.

Anglada: "Adquirir una parada aquí es muy complicado. Normalmente viene por herencia y, si la dejas, la pierdes"

Como la mayoría, son una generación más que se suma a una tradición familiar de más de 50 años y que empezó con sus bisabuelos. Año tras año se encuentra las mismas caras, asegura que hay pocas de nuevas porque nadie se arriesga a soltar su lugar: "Adquirir una parada aquí es muy complicado. Normalmente viene por herencia y, si la dejas, la pierdes. No entra a sorteo, siempre somos los mismos".

Por eso cada año se encuentran con los mismos paradistes formando el pasillo del verde y con clientes conocidos que vuelven cada diciembre. "Años atrás todo el mundo compraba árboles de plástico porque creía que era más sostenible, pero hará dos o tres Navidades se está volviendo al abeto natural. La gente está viendo que no cortamos árboles de en ninguna parte, que los cultivamos nosotros, y que después le puedes dar otra vida útil, no como el plástico". Los árboles y los tions son los productos que más se venden los fines de semana y especialmente cuando llega el puente, mientras que el resto de días salen más los típicos ramos de muérdago para regalar.

Juguetes hechos a mano y en Cataluña

Los artesanos de los juguetes, joyería y textil también tienen cabida a Santa Llúcia. Dolors Parara es uno de ellos, ocupa un pequeño espacio donde muestra los títeres que hacen al taller Bufallums de Tona. Desde cocineros, catalanes con barretina o reyes que lucen una gran corona, hasta animales que protagonizan los cuentos que pasan de generación en generación. Una buena compañía para estos días de duro trabajo.

A lo largo del año asisten a algunas ferias especializadas de su ámbito, pero también de juguetes y artesanía, a pesar de que siempre en Cataluña. La de Barcelona es una fecha esperada e importante, saben que son una opción de regalo para los padres, tiets y abuelos: "Es nuestra mejor época del año, cuando vendemos más y por eso venimos desde hace 10 años. Se compran muchos paquetes de cuentos y putxinel·lis, que pueden costar 70 euros, pero te resuelven el regalo". Sobre todo para aquellos que, como dice, repiten respecto al año anterior, pero con personajes diferentes, porque saben que compran un producto "catalán, de proximidad y con productos reciclados", es decir, unos ciertos valores y calidad.

Dolors Parés

Dolors Parara de Bufalums | A. Corón

Este es el tipo de cliente que también se puede encontrar mirando los juguetes del estand que atiende la Míriam . Su marido es el artesano que hace las clásicas letras de madera, caballetes o móviles y que se pueden encontrar a las ferias de los pueblos. Son también habituales a Santa Llúcia, pero durante el año visitan otras ciudades como Cuenca, Valladolid, Madrid o Segovia, enumera. Todos son viajes que los supone "pagar un extra por desplazamiento", pero que tienen que hacer para dar salida al producto, "aunque los beneficios sean pocos".

Míriam: "Los artesanos que estamos aquí continuamos como artesanos, el problema es que la gente joven no opta por esta actividad, escollo otros trabajos"

A pesar de que tanto ella como su marido saben que el negocio no tiene números envidiables, lo hacen por aprecio a la profesión. "Los artesanos que estamos aquí continuamos como artesanos, el problema es que la gente joven no opta por esta actividad, escollo otros trabajos", comenta.


 DSC0013

Piezas hechas por el maestro artesano | A. Corón

Qué pasará el día que los artesanos se jubilen? Dejaremos de ver juguetes, figuras de pesebre y complementos decorativos en las clásicas ferias de Nadal? Son cuestiones que se formula la Míriam, quien hoy por hoy prefiere pensar que todavía son unos cuántos los que mantienen viva el trabajo del firaire.

Més informació
De la panera de navidad al cofre experiencia
Hoy Destacamos
Lo más leido