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Edsel Ford y la tragedia de un hijo que nunca gobernó

Enfermo, eclipsado por su padre y acosado por la sombra de Bennett, Edsel Ford murió sin haber podido gobernar el imperio que le correspondía

Henry Ford (izquierda), con su hijo Edsel y el modelo Ford A | AP
Henry Ford (izquierda), con su hijo Edsel y el modelo Ford A | AP
Jordi Tarragona | VIA Empresa
Consejero de familias empresarias
03 de Agosto de 2025 - 05:30

Harry Bennett se incorporó en 1918 como responsable del departamento de seguridad de Ford. Ante el secuestro y el asesinato del hijo de los Lindbergh en 1932, Henry dijo: "Puedo reemplazar las fábricas, pero no los nietos". Cuando se descubrió que la autoridad de Bennett iba en aumento, ya era demasiado tarde para detenerlo. Henry lo trataba como a un hijo; lo veía cada día. Sentía celos ante el menor indicio de amistad entre Bennett y Edsel.

 

Edsel no solo tenía que soportar la conducta excéntrica y a menudo sádica de su padre, sino que también tenía que aguantar a un arribista cuyo poder empezaba a hacer metástasis en toda la empresa. Se espabiló para conseguir algún éxito, como la apertura de un nuevo laboratorio de ingeniería, lejos de la patológica intromisión de su padre. A finales de la década de los treinta, Edsel se había vuelto un hombre enfermo. Bennett se burlaba de sus vómitos.

La condición física de Edsel degeneraba más rápidamente que la de su padre. Era como en una especie de perpetuo Príncipe de Gales. Eleanor, su mujer, le rogaba que dejara la empresa, pero él nunca abandonó su puesto. Se mantenía allí para proteger la herencia de sus hijos. La empresa había llegado a parecerse a los reinos moralmente enfermos de los ciclos históricos de Shakespeare: un lugar donde gobernantes desnaturalizados se negaban a ceder sus coronas a los hijos, donde los usurpadores amenazaban con entrar y cortar la legítima línea de sucesión; un lugar donde los padres tenían que preocuparse por los derechos de sus descendientes.

 

Edsel mantenía una profunda lealtad a su padre. Intentó normalizar la vida de sus hijos, cosa que les permitió crecer fuera del áspero y peligroso mundo que había lastrado su propia juventud. Pero la división entre trabajo y vida familiar era difícil de delimitar.

Tenía una relación muy estrecha con su hija Dodie. Nunca se consideró que pudiera ejercer ningún papel dentro de la empresa. "Las chicas de casa buena no trabajan". Edsel tenía la impresión de no haberse acercado lo suficiente a Henry II y a Benson, e intentó compensarlo con Bill, el hijo menor, cosa que provocó envidias reales entre el resto de hermanos.

Edsel daba por descontado que, en última instancia, la empresa pertenecería a los chicos; tenía la esperanza de que la continuidad aún pudiera sobrevivir en ellos

Henry II estaba mucho más interesado en las fiestas de presentación en sociedad. Recibió 25.000 acciones de Ford "en reconocimiento por el hecho de que acabarás tu carrera universitaria y que, una vez casado, entrarás en la Ford Motor Company, que será tu trabajo futuro (...)". Se le unió Benson, que había dejado la universidad. "No me preocupaba; suponía que siempre podría conseguir un trabajo en Ford". Edsel daba por descontado que, en última instancia, la empresa pertenecería a los chicos; tenía la esperanza de que la continuidad —tan dañada en su propio caso— aún pudiera sobrevivir en ellos.

A principios de 1941, Henry ordenó expulsar a sus nietos de las instalaciones de la empresa. Podían permanecer en la nómina o ser trasladados a otra planta, pero quería perderlos de vista. "Era como ver a un cerdo tratando de comerse a sus propios lechones".

Durante la Segunda Guerra Mundial, Henry prefería Alemania. Creía que Estados Unidos debía mantenerse neutral. Los sindicatos lo acusaron de simpatizar con los nazis. Edsel, en cambio, defendía que la empresa formara parte del arsenal de la democracia. Tanto Henry II como Benson se alistaron, cosa que alegró a Edsel, porque no tendrían que sufrir el sufrimiento que a él le significó quedarse en casa durante la Primera Guerra Mundial.

Henry se mostraba irracional. Insistía en participar en todos y cada uno de los asuntos de la empresa, cosa que no había hecho ni siquiera cuando aún conservaba plenamente sus facultades. Su confusión, a veces, tomaba una dimensión cómica.

Bennett se había convertido en el Rasputín de la empresa. "Era imposible enviar un mensaje sin que él se enterara. No se podía contratar, despedir ni trasladar a nadie. Solo él podía autorizar el pago de las dietas de viaje". El caos generado por estos enfrentamientos contaminó toda la empresa. La consecuencia definitiva de la incapacidad de Edsel para instaurar un sistema de gestión como el de General Motors —con mecanismos de revisión y contrapeso— fue que pudiera aparecer una figura como la de Bennett. La empresa continuó perdiendo muchos de sus ejecutivos más prometedores.

Cuestiones a plantearse podrían ser: ¿cómo se pueden prever figuras como Bennett? ¿Qué señales indican que al predecesor «se le ha pasado el arroz»?

Mientras Edsel estaba ausente, un directivo fue despedido por negarse a firmar un contrato con el que Bennett favorecía a uno de sus protegidos. Después de una conversación hiriente con su padre, Edsel decidió dejar la empresa. Poco después, ingresó en el hospital: tenía cáncer de estómago. Henry se dio cuenta de que su hijo se estaba muriendo y que no podía hacer nada para evitarlo. Incapaz de decidirse a visitarlo, se pasaba horas cada día vagando por los bosques.

Edsel tenía cuarenta y nueve años. Su muerte hundió a la familia en la tristeza.

En esta segunda entrega del legado empresarial Ford podemos observar errores de gobernanza, dinámicas familiares tóxicas, mala gestión del relevo generacional, lealtades mal entendidas y el papel marginal de las mujeres, entre otros. Cuestiones a plantearse podrían ser: ¿cómo se pueden prever figuras como Bennett? ¿Qué señales indican que al predecesor «se le ha pasado el arroz»? ¿Cómo gestionarlo con antelación?