Aprendizaje y FP, motor de equilibrio y desarrollo

Se hace difícil entender por qué las empresas catalanas no implantan sistemas de aprendizaje, con independencia de la actuación de la administración pública

La cifra de estudiantes que se orientan hacia la FP en España no llega al 40% | Saló de l'Ensenyament La cifra de estudiantes que se orientan hacia la FP en España no llega al 40% | Saló de l'Ensenyament

Cuando hablo con pequeños empresarios suelen referirse, con cierta nostalgia, a la figura del aprendiz. Ese trabajador que, ante la falta de una cierta formación superior, entraba a trabajar en un lugar y iba aprendiendo el oficio. La necesidad siempre ha estado presente. El señor Prat de la Riba -nunca suficientemente recordado- creó en el año 1914 la Escola del Treball d’Arts i Oficis. Integrada físicamente en lo que conocemos como la Escola Industrial del carrer Urgell de Barcelona. Un recinto que, incluso hoy, crea admiración y envidia de lo que fuimos.

El caso es que los países avanzados tienen en el aprendiz el centro en el que pivota la estructura de trabajo profesional, sobre todo de las empresas industriales. Recuerdo haber visitado varias empresas alemanas y todas ellas, incluso las que provenían de la Alemania comunista, tenían un departamento de aprendices. En la última empresa donde trabajé también lo hacíamos, pero a escala universitaria. Contratábamos estudiantes del último curso de carrera, se les daba una formación técnica práctica y, en un período de tiempo, se iban incorporando a proyectos. Un polo de personas en formación. Siempre pagándoles un salario. Al cabo de unos meses algunos de ellos eran seleccionados para quedarse en la empresa permanentemente. Otros no.

Un departamento de aprendices es una unidad que todas las empresas tendrían que implantar

Por eso nunca he comprendido por qué el empresario se queja de no contar con una estructura de aprendices. Principalmente, la implantación de esta figura depende de ese empresario. Un departamento de aprendices es una unidad que todas las empresas deberían implantar. Se incorporan diversas personas -los aprendices- se les da una formación práctica dentro de la empresa durante un tiempo. Finalmente, permanecen aquellos que son mejores. Al resto no se les renueva el contrato. Así funciona, más o menos, en el mundo evolucionado.

Ahora, con la falta de personal cualificado, se nos ha disparado la alarma y se quiere impulsar, de golpe, la FP. Todo se hace siguiendo la tradición del “gran lío” cuando, de hecho, el tema requiere una actuación perfectamente natural. Sostenida en el tiempo, constante y perseverante.

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Echemos un vistazo a lo que sucede en Europa. He seleccionado algunos países representativos de la Unión Europea que nos pueden servir de guía. Miremos, en primer lugar, la cantidad de estudiantes que se orientan hacia la FP:

Podríamos decir que cuanto más tradición industrial tiene un país más gente se dedica a estudiar oficios. Seguramente el caso de Italia está empresarialmente dominado por un norte tremendamente industrial y productivo que probablemente ha influido en la forma en que la educación se ha configurado en ese país. Por el contrario, el caso de Francia puede sorprender si tenemos en cuenta que, de todos los países de la lista, es el más productivo. Probablemente, esto se debe a un sistema universitario continuo que permite hacer grados intermedios profesionales con gran flexibilidad -quiero decir que la FP está integrada dentro del sistema universitario y se trata no tanto de elegir una rama que diverge de la universidad como de elegir cuántos años se quiere estudiar de una misma rama. En España, ya lo denuncié, nuestros estudiantes están sobre-cualificados. La frustración consecuente es enorme.

Cuanto más tradición industrial tiene un país más gente se dedica a estudiar oficios

Pero ahora miremos un aspecto importante. ¿El mundo empresarial participa, colabora con el mundo formativo? Miren el siguiente mapa.

De nuevo, podemos observar que la tradición industrial crea ciertos hábitos que quedan incrustados en la manera de organizarse la vida. Sin duda podemos decir que quien mejor conoce la práctica que requiere una formación profesional, y las necesidades profesionales del mercado, es la empresa. El hecho de que España se encuentre a la cola de dos hechos trascendentales -pocos estudiantes de FP (ergo, sobre-cualificación profesional) y poca colaboración entre las instituciones de formación y las empresas- nos da la temperatura de nuestra enfermedad: no hay buenos profesionales.

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Es difícil entender por qué las empresas catalanas no implantan sistemas de aprendizaje, con independencia de la actuación de la administración pública. Ahora resulta que el sistema de formación de FP busca empresas donde colocar a los alumnos y no las encuentra. Inexplicable. Crear unidades de aprendices con un monitor y pagarles un salario de aprendiz no es un gasto. Todo lo contrario: es una inversión que se recupera claramente en el futuro. Lo he podido constatar en mi vida profesional. Doy fe.

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