
El pasado 9 de julio tuvo lugar en Vitoria el congreso anual de Mondragon, es decir, la asamblea general de todas las cooperativas que forman el conglomerado cooperativo vasco. Después de las asambleas de cada una de las cooperativas, a lo largo del mes de junio, ahora tocaba ver la fotografía global del grupo correspondiente al año 2024. Y realmente la imagen gráfica resultante ha sido francamente positiva, con una cifra de ventas de 11.231 millones de euros, unos resultados positivos de 632 millones y un número medio de trabajadores superior a los 70.000.
Cabe remarcar que esta última cifra, la de ocupación, representa el auténtico propósito de la experiencia cooperativa de Mondragon desde su inicio. Crear ocupación estable de calidad, a ser posible bajo la forma cooperativa, es el principal objetivo; ventas y resultados, los medios para lograrlo. Los datos lo avalan y los indicadores lo ponen claramente de manifiesto. Allí donde las cooperativas de Mondragon tienen una presencia relevante, la renta es significativamente más alta que en el entorno. Hay más equidad y la desigualdad es manifiestamente inferior.
Para lograrlo, es primordial crear riqueza con empresas cooperativas competitivas que generen recursos de forma recurrente para compartir el valor. Todo esto es fácil de decir y, como la mayoría de cosas complejas, muy difícil de hacerlo sistemáticamente a lo largo del tiempo.
Entonces, ¿cuáles son las claves del éxito de un proyecto, que a pesar de las dificultades y retos, se mantiene y se adapta permanentemente a lo largo del tiempo? Para decirlo en forma de titular: combinar adecuadamente sus principios y valores básicos (y no negociables) con el pragmatismo del día a día.
Mondragon es un ecosistema de intercooperación de forma que las cooperativas colaboran entre ellas y con otras para generar nuevas oportunidades
Pero quizás vale la pena profundizar un poco más en cómo se concreta este modelo (dual de principios y pragmatismo) desde un punto de vista tangible y cuál es el valor añadido que la fuerza del grupo aporta a las cooperativas y a su sostenibilidad a largo plazo. Mondragon es un ecosistema de intercooperación, en pocas palabras, de forma que las cooperativas colaboran entre ellas y con otras para generar nuevas oportunidades y mejorar la resiliencia de los proyectos empresariales. Lo hacen a partir de una serie de mecanismos estructurados que han variado muy poco a lo largo del tiempo.
- Reconversión de los resultados. Se trata de un mecanismo de solidaridad a través del cual cada cooperativa destina un porcentaje de sus beneficios a un fondo, cuyo objetivo es un reparto más equitativo de la riqueza generada o a la compensación parcial de las pérdidas que han sufrido algunas cooperativas. Las cooperativas que ganan, compensan a las que pierden con sistemas de control e intervención en la gestión, si es necesario.
- Reubicación de personas trabajadoras. Permite dar solución dentro del mismo grupo al mantenimiento de la ocupación, de forma que los trabajadores excedentes de cooperativas se pueden reubicar en otras. Para poner un ejemplo tangible reciente, el cierre de Fagor, hace unos años (a veces, las empresas quiebran y las cooperativas también) dejó muchos socios sin trabajo que se reubicaron en el resto de cooperativas. La forma responsable y solidaria de gestionar una crisis es también la muestra de cómo se aplican los principios.
- Instrumentos de intercooperación financiera. Representan un factor -y relevante- en clave en proyectos de internacionalización, innovación, consolidación y, sin embargo, en proyectos de refuerzo financiero y apoyo, si es el caso, a las situaciones de dificultad. Incentivos y palancas para hacer frente acompañando a las cooperativas.
Toda esta arquitectura de intercooperación y solidaridad parte de la base de que hay que promover empresas cooperativas sólidas y dimensionadas que con una buena gestión generen resultados positivos de forma que puedan dotar unos fondos que de forma agregada sean relevantes para afrontar los retos y dificultades. Y en este sentido la dimensión es un factor determinante para que estos mecanismos den resultados deseados.
Ciertamente, se trata de una experiencia singular que ha nacido y se ha desarrollado en un lugar determinado en unas circunstancias muy concretas. Por lo tanto, cuando se habla de su posible réplica y clonación en otros lugares, no parece una propuesta muy realista. No obstante, cuando, por ejemplo desde Catalunya, algunos dicen que Mondragon es industrial y, por lo tanto, no tiene aplicabilidad y que el modelo es otro, quizás deberíamos reflexionar un poco.
Aunque el modelo de las cooperativas de Mondragon sea irrepetible, seguro que nos puede inspirar y podemos extraer aprendizajes para aplicar en nuestra casa
Es obvio que el cooperativismo catalán por sectores es, desgraciadamente, irrelevante en el ámbito industrial, pero el modelo mondragoniano y sus mecanismos de intercooperación y solidaridad son totalmente independientes de los sectores empresariales donde operen. Por otra parte, cuando decimos que el modelo cooperativo catalán es otro, ¿a qué nos referimos exactamente? ¿No se pretende empresas cooperativas competitivas que creen ocupación de calidad y que generen impacto de forma relevante? Si es así, aunque el modelo de las cooperativas de Mondragon sea irrepetible, seguro que nos puede inspirar y podemos extraer aprendizajes para aplicar en nuestra casa.
Al fin y al cabo, la clave de su éxito ha sido ser fieles a los principios cooperativos promoviendo empresas cooperativas (competitivas y rentables porque como, bien dice, Pello Rodríguez, presidente del grupo vasco, si no ganamos dinero todo cae). Compañías que cooperan entre ellas y desarrollan mecanismos de solidaridad para ser fieles a su propósito y dejar un legado positivo.