Sin oficina (pero con contacto humano y un modelo de negocio estable)

Online no significa solitario. Al contrario, cada vez más es apertura y oportunidades

Bosco Soler, fundador de SinOficina | Bosco Soler Bosco Soler, fundador de SinOficina | Bosco Soler

En el año 2018 leí una noticia entonces (y quizá todavía hoy) sorprendente: Bosco Soler, un absoluto desconocido para mí, inauguraba el primer coworking online en España. Y lo llamaba Sinoficina.com, en una declaración de intenciones que encerraba mucho más de lo que a primera vista parecía.

Como primer contexto, hablamos de un arquitecto nacido en la Comunitat Valenciana que en la crisis de 2007 decidió apostar por el nomadismo digital, formarse, ver mundo y conseguir monetizar sus habilidades (que no solo eran las asociadas a su carrera universitaria). Y con quien conecté de inmediato a través de las redes sociales. Que también tienen estas cosas buenas, pese a la caterva de cobardes y maleducados que las pueblan algunas veces.

Como segundo, esta historia va de los muchos (muchísimos) freelance unipersonales que trabajan por su cuenta desde su casa, una cafetería o una isla con palmeras y a los que la fuerza de trabajo clásica suele mirar como outsiders solitarios alejados de la interacción social.

Demasiada gente tiene miedo a la soledad y posiblemente con razón. Pero, en muchas ocasiones, se colocan unos cascos en una oficina para que nadie les moleste

Cuando empecé a hablar sobre teletrabajo (hace 15 años), las dos primeras preguntas eran recurrentes: si trabajaba en pijama (a veces sí. ¿Por qué no?) y si no echaba de menos a los compañeros de trabajo. A lo que me apresuraba a responder que con el 95% jamás me había ido a tomar una cerveza. Porque no eran mis amigos, básicamente.

Es más, el hecho de no estar anclado a un lugar físico y a un horario concreto me permitió aumentar enormemente mi empleabilidad. Porque pasé de la clásica frase ‘a ver si quedamos’, derivada en seis meses hasta que te encuentras realmente con esa persona, a cafés recurrentes con gente de mi sector, de otros sectores o simplemente amistades que me ayudaron a tomar perspectivas muy diversas. Al tiempo que me convertían en una persona más social que aquellas que solo pueden permitirse estas circunstancias los fines de semana.

El caso de Sin Oficina

Bosco, en su última newsletter, lo explicaba a su manera con un titular muy sencillo: offline vs. online. Un coworking online amplía el número de gente con la que interaccionar, pero también permite conocerse en persona. Hay canales por ciudades que promueven el contacto físico, además de una semana anual de convivencia libre en un coliving. Por no hablar de irte de viaje y contar con anfitriones allá donde vayas.

Pero además es al tiempo un modelo de negocio y una forma de vida. Porque Sin Oficina se acerca ya a los 500 suscriptores con una cuota fija anual, pero también permite a Soler y María Sajim (su mujer desde hace poco y una de las mejores gestoras de comunidades virtuales de España) ejercer sus respectivas profesiones desde donde decidan hacerlo.

En su lecho de muerte, nadie piensa por qué no pasó más tiempo en la oficina

De hecho, en los últimos seis meses han recorrido Canadá, Estados Unidos y Latinoamérica. Han gestionado su trabajo con cambios horarios sin necesidad de echar más horas de las necesarias, otra de las lecciones claras de este mundo tecnológico donde no tiene sentido trabajar el mismo tiempo que nuestros padres disponiendo de la tecnología para evitarlo. Y hasta han tenido tiempo para hacerse virales, retomar un podcast e incrementar sus seguidores en Twitter generando debates muy interesantes a nivel laboral y vital.

¿Soledad?

Demasiada gente tiene miedo a la soledad y posiblemente con razón. Pero, en muchas ocasiones, se colocan unos cascos en una oficina para que nadie les moleste y apenas interaccionan con su alrededor, aun perteneciendo a compañías con miles de personas contratadas.

Online no significa solitario. Al contrario, cada vez más es apertura y oportunidades. Aunque siempre se critique, con bases del siglo XIX, que esta forma de trabajo no lo es intrínsecamente. A lo que muchos ya respondemos: peor para quien piense así. Porque tiran de manera absurda horas de su vida, dedicándolas a algo que debería ser subsistente primero y motivante después.

Nunca está de más recordar la frase de Carl Honoré, autor de Elogio de la lentitud y que seguramente en pandemia hizo pensar a mucha gente que sin embargo ha retomado rápidamente los malos hábitos previos a ella. En su lecho de muerte, nadie piensa por qué no pasó más tiempo en la oficina. Amén.

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