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'The Game': el juego que cambia la vida

A pesar de hacernos mayores, todos tenemos un niño en nuestro interior al que le gusta jugar

Michael Douglas en 'The Game' (1997) | Youtube
Michael Douglas en 'The Game' (1997) | Youtube
Barcelona
18 de Junio de 2022

A pesar de hacernos mayores, siempre hay un niño en nuestro interior. Algunas personas lo exteriorizan más, otras menos, pero lo que está claro es que a todos nos gusta jugar. En mayor o menor medida, y por muy diferente que sea la actividad, el entretenimiento y las ganas de pasar un buen rato son clave. Y con esta idea trabajó el director David Fincher en la película The Game (1997) y que demuestra cómo puede cambiar la vida.

 

La presión de Se7en y la apuesta por un juego

Con la presión del escandaloso éxito de Se7en (1995), los espectadores estaban expectantes con la nueva versión de Fincher. Pensaban en si se habría superado y unas elevadas expectativas son, la mayoría de veces, un presagio de algo que va a decepcionar. En cualquier caso, el misterio y el suspense son los predominantes del film y provocan que no puedas quitar los ojos de la pantalla. ¿El motivo de todo? El desenlace de un juego.

Su carácter frío, duro y solitario muestran a un personaje infeliz, que no tiene ninguna ambición o motivación

La película se basa en la historia del multimillonario Nicholas Van Orton, interpretado por Michael Douglas, que tiene todo lo que uno pueda desear (materialmente). Van Orton es un inversor exitoso, que gestiona 600 millones de dólares, pero en el terreno personal es un déspota. Su carácter frío, duro y solitario muestran a un personaje infeliz, que se deja llevar por la rutina del día a día y que no tiene ninguna ambición o motivación.

 

Un multimillonario infeliz y un hermano con un regalo misterioso

Hasta que aparece Conrad Van Orton (Sean Penn), su hermano. Extrovertido y sin preocuparse de lo que piensen de él, se puede comprobar en el primer momento que la relación entre los dos no pasa por sus mejores días. Con el trauma del suicidio de su padre en la cabeza, los dos hermanos celebran el cumpleaños de Nicholas. Cumple 48 años y ¿cuál podría ser un buen regalo? Pensaría Conrad… Una persona rica que no le hace falta nada. Es entonces cuando tiene la idea de regalarle una experiencia. No una caja de estas con experiencias, y con mil opciones disponibles, sino una concreta.

Le da una tarjeta de invitación de Consumer Recreation Services (CRS) y no queda claro cuál es el objetivo o a qué se dedican. En un primer momento cree que es un servicio de prostitutas y no podría estar más desencaminado. Intrigado por saber de qué se trata, la curiosidad hace que se presente a las oficinas y se someta a una serie de pruebas que no acaba de entender muy bien.

La mezcla entre fantasía y realidad es muy fina y el shock del final deja al espectador boquiabierto

Nadie le avisa de cuando empezará, pero sí que le advierten de la gran satisfacción de anteriores clientes. La película va avanzando y el protagonista cada vez queda más perplejo. Se llegan a unos límites que provocan la desesperación y Nicholas busca explicaciones ante el gran circo que se había organizado.

La mezcla entre fantasía y realidad es muy fina y el shock del final deja al espectador boquiabierto. Parece que este tipo de desenlace son propiedad de Fincher, pero lo que está claro es que, a pesar de ser una gran película, no está a la altura de Seven. Los números hablan por si solos: 110 millones de dólares recaudados, con un presupuesto de 48 millones. Tampoco fue de las que más gustaron a los amantes del séptimo arte y es que no se situó ni entre las 40 películas más vistas de ese año.