The Pink Peony, uñas filipinas arañando el éxito

Peony Herrera regenta un salón de 'manipedi' al más puro estilo novayorqués, escuela de formación y negocio con fondo social

Peony Herrera al salón del Paseo de Gràcia | AAD Peony Herrera al salón del Paseo de Gràcia | AAD

Tienes que ser el mejor en aquello que haces. Bajo este mantra ha levantado Peony Herrera Sy (Filipinas, 1968) The Pink Peony, un salón de uñas al más puro estilo neoyorquino, pero que es una escuela de formación para sus trabajadoras y un negocio con un proyecto social detrás. Herrera ha normalizado termas como manipedi en casa nuestra y consigue destruir los estereotipos de la inmigrante filipina.

Una enamorada de Barcelona

Herrera es hija de un filipino de origen español y una china. Nació y crecer en un barrio de mayoría china de la ciudad de Daet, la capital de la provincia de Camarines Norte en Filipinas. "Mis padres se mudaron a San Francisco buscando el sueño americano" cuando ella tenía 7 años, explica. Marchó a Nueva York con 21 para "comerse el mundo". Había estudiado auditoría en una universidad de California y cuenta con un MBA por el Dartmouth College. Acabó trabajando por un banco y también pasó por la marca Chanel.

Su historia de emprendeduría arranca el 1999 cuando se enamoró de Barcelona, cuando vino como turista: "Me enamoré de la ciudad, de la cultura, de la gastronomía, volví a los Estados Unidos durante un mes para recoger las cosas y despedirme".

"Hacer las cosas muy bien no es más caro que hacerlas muy mal"

"Tenía 30 años y como hija de inmigrante no tenía la oportunidad de estudiar nada creativo, a pesar de que mi cerebro es artístico, me dediqué a la cosa más práctica, la auditoría", recuerda. Según explica, "si fallaba en esta aventura, al menos podría tener un trabajo en contabilidad". El 2000 se matricula en una escuela de diseño de moda a la capital catalana.

El 2006 recrea en Barcelona la idea de los establecimientos de manicura y pedicura neoyorquinos, que conoce de cuando había vivido. La idea nace por dos lados: "Por un lado porque yo estaba acostumbrada a llevar las uñas arregladas y aquí no había esta cultura, aquí es una cosa de fiesta"; de la otra, su origen también pesó en la decisión. "Un amigo me dijo que, a la hora de buscar trabajo, dijera que era china, porque las filipinas tienen mala imagen: limpian casas" recuerda.

Se trata de convertir la oferta de manicura en una experiencia de belleza total. En sus servicios complementa la hospitalidad asiática con la atención al cliente norteamericana y la elegancia europea. Los productos son naturales y de primera calidad, "sin toxinas, orgánico y natural" -de hecho, han formulado su propia crema de manso con la Farmacia Cera-.

"No estaba acostumbrada a los estereotipos de los filipinos: Isabel Preysler o nannys y mujer de hacer trabajos de familia benestant", relata. Después de estudiar para ser esteticista, el proyecto, pues, quería "reclutar estas mujeres y formarlas". Contrató la mujer que le limpiaba la casa, y a partir de aquí, ellas han reclutado sus primas y germanas. "Hemos crecido como una familia y nos entrenamos entre nosotros", detalla, y ya son 42 trabajadoras. En el fondo, el proyecto comercial también es social: de formación y promoción personal.

El local de The Pink Peony al carrer del Perill

El local de The Pink Peony en la calle del Peligro | Cedida

El primer local abre sus puertas en la calle del Peligro, en un pequeño local: "Si funciona aquí, funcionará en todas partes", río. "Yo estaba siempre allá, hacía de recepcionista, esteticista, formadora", recuerda. E incluso experimentaron alguna anécdota incómoda: "Los mozos de escuadra pasaban con el coche despacio por delante, se pensaba que practicábamos la prostitución", afirma.

Y depués de un año levantaba la persiana al Paseo de Gràcia. Ya tenía clientes de toda la ciudad o del área metropolitana que se desplazaban, pero también turistas que reservaban desde Suecia o Italia. Y todo por el boca-oreja. "Antes las mujeres iban a hacerse la manipedi junto a casa, pero entonces viajaban para ir al Pink Peony". El 2015 abrieron en la calle de Mandri, un proyecto rentable, socialmente responsable y ambientalmente sostenible certificado Lead Gold.

Las uñas tienen obra social

Por 20 euros la manicura, el perfil de clienta es muy variado, desde "limpiadoras, señoras de la zona alta, hombres e incluso celebrities!". Pero, del que está más orgullosa Herrera es del hecho que sus empleadas sean hospitalarias y puedan atraer todo este tipo de público.

peony mandri

The Pink Peony en la calle de Mandri | Cedida

Detrás de The Pink Peony, además, hay un proyecto de obra social que colabora con ONG's de Barcelona y Nepal. Durante el mes de octubre celebran el pink october y recaudan dinero por el Grupo Ágata, de apoyo a mujeres con cáncer. "No hemos explicado el proyecto filipino hasta 8 años más tarde, porque no quería que los clientes compraran por simpatía, sino por calidad", apunta.

"No quería que los clientes compraran por simpatía, sino por calidad"

Y es que en su filosofía impera que "hacer las cosas muy bien no es más caro que hacerlas muy mal" y que "tienes que ser el mejor en aquello que haces". Por eso se ha centrado en las uñas. En un principio también ofrecía masajes, pero lo descartó: "Si no puedo ser la mejor haciendo masajes, no vale la pena".

Sangre contra los robots

The Pink Peony ya tiene un recorrido de más de 10 años. Ahora define cuál es su futuro: "Hemos superado la crisis, ahora veremos si crecemos, morimos o morimos de aburrimiento". Herrera quiere que la flecha del negocio vaya hacia arriba. Muy hacia arriba.

Y en este horizonte, en Herrera la preocupan dos aspectos. Por un lado quiere que sus empleadas cobren 2.000 euros alme s: "Nos entrenaremos para llegar a este objetivo y ser mejores". Del alta, la robotització: "En el futuro desaparecerán muchos millones de lugares de trabajo, como sobreviviremos? Tenemos que hacer nuestro trabajo muy bien".

The Pink Peony hace frente a los retos con más formación. Herrera se formará en Nueva York en tratamientos antiedat. A la vez, "en mi equipo tengo formadas universitarias en enfermería, las he enviado a la Teknon a estudiar estética oncológica. Los médicos han visto que la recuperación es más rápida si puedes mantener la estética y con el tacto. Así competiremos contra los robots, ellos no tienen sangre", concluye.

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