Vicenç Oller, el hombre tranquilo que seducía a todo el mundo

Retrato de quién fue el primer conseller de Industria de la Generalitat

Imagen de Vicenç Oller | Cercle d'Economia Imagen de Vicenç Oller | Cercle d'Economia

Mirada tímida y firme; sonrisa de seductor pasivo estilo Marcello Mastroianni; gran jugador de ajedrez; constructor de equipos de trabajo sólidos y eficientes; diseñador de puentes de acuerdo institucional e ideológico; impulsor de importantes procesos de modernización en grandes organizaciones de la sociedad civil barcelonesa; renovador de la joven administración pública catalana de los años 80, y, sobre todo, amigo insobornable de sus amigos (y amigas), Vicenç Oller ha sido el animador probablemente más discreto y eficiente del viaje hacia el futuro que ha hecho el país en las últimas décadas.

Con esa pose elegante y aparentemente perezosa de hidalgo británico y esa brizna de ironía compasiva en los ojos que ya hacía estragos en las noches sitgetanas de su juventud, Vicenç estaba al tanto de todo lo que se movía en Barcelona. Su carrera pública se inició como director de estudios de la patronal metalúrgica (CEAM), donde coincidió con quienes serían dos de sus grandes amigos y compañeros de carrera: Francesc Santana, fallecido en 2014, y su inseparable Jordi Camós, que también colaboró con él en otras muchas aventuras profesionales.

De allí fue fichado por el joven presidente de Foment del Treball, Carles Ferrer Salat, sustituto del franquista Miquel Mateu, para reemplazar al profesor falangista Josep Maria Berini en su cargo de secretario general. En ese momento, Foment del Treball empezaba a desvelarse de una larga siesta reputacional. Pero Ferrer creó la CEOE y se fue a Madrid a presidirla, dejando en manos de Alfred Molinas la presidencia de la patronal catalana.

Vicenç, hombre reflexivo, quería convertir a Foment en centro de debates e investigación económica, pero Molinas se mostraba mucho más decantado a convertir a Foment en una patronal pura y dura

Vicenç, hombre reflexivo, quería convertir a Foment en centro de debates e investigación económica, pero Molinas se mostraba mucho más inclinado a convertir a Foment en una patronal pura y dura, homologable a las europeas. Eran tiempos de confrontación social muy intensa, cuando 4.000 trabajadores de Roca Radiadores fueron capaces de aguantar 95 días de huelga general, con graves incidentes cruzados entre obreros y algunos incontrolados.

Un sociovergente del Cercle

Vicenç, hombre de paz, no se encontraba lo suficientemente a gusto y después de una breve estancia en Foment creó y dirigió el SIEC (Servicio de Información y Estudios Catalanes) que dependía de la Banca Garriga y Nogués, la sucursal de Banesto que entonces dirigía Javier de la Rosa. Hasta que en 1979, Carles Ferrer Salat, cofundador del Cercle d'Economia, y Alfred Molinas, presidente de Foment, le impulsaron como nuevo presidente del Cercle d'Economia. Como antes había ocurrido en Foment, el Cercle, un club sociovergente de altos directivos ilustrados y europeístas, no se encontraba en su mejor momento histórico.

La entidad había sido fundada en 1958 bajo la maestría intelectual de Jaume Vicens Vives por jóvenes valores europeístas al estilo del propio Ferrer Salat, Artur Suqué, Joan Mas Cantí y Carles Güell de Sentmenat. Oller, Santacana, Corominas y otros de su generación, eran sus seguidores naturales. Pero el Cercle, al igual que otras instituciones del país, había pasado la experiencia de unas primeras elecciones democráticas, en las que muchos miembros de la clase dirigente catalana había tomado posiciones. Y nadie lo había hecho tanto como el Cercle, que incluso fundó un partido político, el Centre Català, que quería distinguirse tanto de la histórica democracia cristiana de Miquel Coll Alentorn y Anton Cañellas, como de los nacionalistas de la Convergència pujolista o de la delegación catalana de la UCD, representada por el periodista Carles Sentís.

... y Vicenç se vio nombrado primer consejero de Industria de la Generalitat

Políticamente, el experimento no salió exitoso, algunos socios de la institución se habían sentido incómodos y el liderazgo tranquilo de un economista como Vicenç Oller, que sucedió al abogado Carles Cuatrecasas, parecía la solución más adecuada. Oller, sin embargo, sólo pudo estar un año. El 20 de marzo de 1980, Jordi Pujol ganó contra pronóstico las elecciones a la presidencia de la Generalitat, Ferrer Salat y Molinas reclamaron la cuota de gobierno que, una vez superado el trance del Centre Català, creían haberse ganado gracias al su apoyo más o menos explícito a la candidatura convergente y Vicenç se vio nombrado primer consejero de Industria de la Generalitat de Catalunya, donde nuevamente creó un equipo altamente eficiente, en torno a un hombre tan poco convergente como Andreu Morillas, futuro secretario general del Cercle, que se convirtió en su principal colaborador.

Impulsando las mejores iniciativas empresariales

Sin embargo, los tiempos seguían siendo difíciles, y aunque Vicenç insistía en su condición de independiente, las presiones de Convergència para conseguir que se afiliara y la hostilidad de los portavoces de la oposición que no querían distinguir entre militantes e independientes de Convergència, la cara del conseller era todo un poema cada vez que subía al atril del Parlament a defender sus políticas. Porque Oller se esforzaba inútilmente en ser conciliador y odiaba aquellas discusiones que parecían tan intrínsecas a la vida parlamentaria.

La calle, por otra parte, seguía bastante sublevada. Y algunos medios de comunicación, como El Periódico de Catalunya de Antonio Asensio (propietario) y Antonio Franco (director)  se vieron inclinados a fabricar algún motivo que permitiera escribir, aunque sólo fuera una vez al año, sobre aquellas empresas y empresarios que funcionaban adecuadamente, para que pudieran servir de ejemplo al empresariado y proyectar un mensaje de esperanza a la opinión pública. Catalunya, en palabras del propio Vicenç Oller, estaba viviendo un dramático proceso de desindustrialización.

El invento, inaugurado en 1980 en una cena en el Círculo del Liceo, duró hasta 1998, bajo el nombre de “Mejores Iniciativas Empresariales anticrisis del año” y contó con un Jurado integrado por Foment del Treball, Cambra de Comerç, PIMEC, Col·legi d¡Economistes y Cercle d'Economia, que fue presidido por Vicenç Oller, en nombre del presidente Pujol, con un secretario permanente, llamado Toni Rodriguez. Dice la leyenda que fue Oller quien convenció a Jordi Pujol, que no estaba muy de acuerdo en participar, dada la línea claramente obrerista del diario. Algo parecido ocurrió con Foment, que hasta después de muchas ediciones no accedió a enviar a su presidente a las reuniones oficiales del Certamen.

También se dijo que el Certamen era una herramienta de altas relaciones institucionales del empresario Antonio Asensio, un hombre hecho a sí mismo que no pertenecía a los tradicionales círculos de poder de Catalunya. Pero Vicenç era un hombre convincente, integrador y -ya lo hemos dicho antes- tremendamente constructivo y para aquel jurado, además de los sucesivos presidentes de las instituciones pasaron nombres como Salvador Guillermo, Ramon Vila, Manuel Milián Mestre y un montón de col colaboradores suyos, a título de representantes ejecutivos de los miembros del Jurado, como Jordi Alberich, Andreu Morillas, Jordi Camós, Ignasi Camí, Rafael Suñol, casi todos vinculados tarde o temprano al Cercle y/o al Col·legi d'Economistes. Y así fue como las Mejores Iniciativas fueron todo un éxito.

Alegrías y tristezas de la vida cotidiana

De ahí salió una buena amistad entre presidente y secretario del jurado, que incluso les llevaría a compartir una breve aventura societaria de comunicación corporativa, la agencia D&D (Dupond y Dupont), que había sido fundada poco antes por Santi Román y Victor Bottini y fue precursora de Román y Asociados y de Intermedia Comunicació. Y como regalo inesperado, de esa historia también surgió la relación sentimental que le acompañó hasta el último aliento de su vida.

Oller, padre de Vicenç y Joan, había perdido prematuramente a su primera mujer, Magdalena, a causa de una enfermedad grave. Pero la vida le tenía preparada una segunda oportunidad. La economista Montserrat Arqué, colega y amiga del entonces decano del Col·legi d'Economistes Francesc Santacana, le representaba en las sesiones ejecutivas del Jurado de El Periódico. Y ahí se encontraron dos miradas que ya no se separarían hasta el final.

Santa Ponsa, Cadaqués y las raíces familiares de la masía de Can Oller en Castellterçol fueron sus referencias

Con Magdalena, que era mallorquina, Oller había descubierto a Santa Ponsa y se había quedado enamorado para siempre. Con Montse descubrió Cadaqués y el placer de navegar lentamente en un laúd perezoso. Santa Ponsa, Cadaqués y las raíces familiares de la masía de Can Oller en Castellterçol fueron sus referencias y en todas partes se las apañaba bien para poder encontrar un lugar donde practicar el ajedrez y las delicias de una conversación pausada y sin prisas. Incluso algunas veces llevaba un pequeño guión para no olvidar los temas que quería comentarte durante la comida en casa Roberta, mientras la fiel Ermitas cuidaba la intendencia doméstica.

Su segundo mandato en el Cercle, entre 1987 y 1989, sirvió para completar el mandato iniciado en 1980 que sólo duró un ejercicio. Esa vez sustituyó a Enric Corominas, otro socio de primera hora, recién nombrado consejero de la Caixa. Sus vicepresidentes fueron el financiero Carles Tusquets, que sería su sucesor en 1990, el empresario Andreu Soldevila y el antiguo secretario general del Cercle, Ignasi Camí. Su candidatura fue avalada por los presidentes anteriores, la junta saliente y más de 300 socios, a los que convenció con un programa dirigido a la modernización del aparato productivo, la integración de España en el club de los países más desarrollados, la armonización del Estado de las autonomías, el déficit público y el apoyo ciudadano a los Juegos Olímpicos de 1992.

El Cercle, pues, revivió, Vicenç volvió al SIEC con su inseparable Camós de subdirector, los Juegos fueron un éxito y su vida, en conjunto, también.

Lo echaremos de menos, como se echan de menos todas aquellas amistades que ayudan a pensar y a vivir.

Descansa en paz, Vicenç. Te lo has ganado.

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