Pues, para hacerlo breve, estamos hablando de impacto social, de reinversión de beneficios y de buen gobierno.
Impacto social. La gran mayoría de empresas tienen como objetivo provocar un impacto positivo en las personas. Ya sea facilitando el acceso a la electricidad en las casas, acercándoles los alimentos o vestidos, fabricando medicinas para curar a la gente o produciendo software, o infinidad de otros productos que las personas necesitamos en nuestro día a día y que mejoran nuestra calidad de vida. Por lo tanto, no es arriesgado proclamar que la mayoría de empresas generan un impacto social positivo.
Un impacto social que se acentúa cuando se crean puestos de empleo y se retribuye a todos los que han trabajado en función de su participación.
Un impacto social que, además, se complementa con los impuestos que se pagan a la administración pública para que preste unos servicios públicos eficientes, y que equivalen a una tercera parte de los beneficios generados.
El hecho de que la mayoría de empresas destinen las otras dos terceras partes del beneficio a remunerar el capital y el riesgo que se asume, no es motivo suficiente para cuestionar el gran impacto social positivo que el tejido empresarial genera día tras día en nuestro país. Y, sin embargo, hay gente empeñada en desmerecer la contribución social de las empresas solo por este motivo.
Estamos hablando de gente que evidentemente no cree en la propiedad privada y no entiende que para poder disfrutar de capital hay que retribuirlo. Personas que se imaginan un mundo donde no hacen falta empresas y todo está en manos de la Administración Pública. Un mundo habitado solo por funcionarios con sueldo y trabajo garantizado en lugar de trabajadores, y donde el riesgo no existe porque es un concepto ajeno a la condición de funcionario.
Es necesario, pues, que quede claro de entrada que cuando hablamos de empresa social deberíamos referirnos a la gran mayoría del tejido empresarial. Quedarían fuera solo algunas sociedades que tienen como objetivo único y exclusivo satisfacer unas necesidades muy concretas y privadas (empresas patrimoniales, instrumentales y similares).
"Lo que hace que una empresa sea social sólo depende del impacto positivo que genera en la sociedad en forma de productos y servicios, puestos de trabajo e impuestos que paga"
Es importante también dejar claro que la personalidad jurídica de las empresas tampoco tiene nada que ver. Sea una sociedad anónima o limitada, empresa pública o empresa sin ánimo de lucro, cooperativa, asociación, club o lo que sea, lo que hace que una empresa sea social solo depende del impacto positivo que genera en la sociedad en forma de productos y servicios, puestos de trabajo e impuestos que paga. La personalidad jurídica sólo establece las normas de participación de los propietarios y las responsabilidades que se derivan.
Reinversión de beneficios. Entre todas las empresas que contribuyen positivamente a mejorar la sociedad se pueden hacer dos grandes grupos. Empresas sin ánimo de lucro y empresas con ánimo de lucro. Las primeras son aquellas que no distribuyen beneficios y reinvierten todas las ganancias que han obtenido. Las segundas sacan del perímetro de la empresa una parte de los beneficios para retribuir el capital que han utilizado y el riesgo asumido. La expresión empresa social se ha ido consolidando para referirnos solo a las primeras, a las compañías sin ánimo de lucro. Primero en el lenguaje coloquial y últimamente en el legislativo.
"Es totalmente injusto que por el simple hecho de disfrutar de un capital o fondo que no tienen que retribuir porque les ha sido regalado, unas empresas puedan calificarse de sociales y las otras no"
Llegados a este punto, es obligatorio hacerse la siguiente reflexión. Hay que entender que para que puedan existir empresas sin ánimo de lucro, debe haber un capital inicial en forma de donación gratuita que se prolonga en el tiempo, o unas subvenciones o donaciones constantes. Es totalmente injusto que por el simple hecho de disfrutar de un capital o fondo que no tienen que retribuir porque les ha sido regalado, unas empresas puedan calificarse de sociales y las otras no. Pero entiendo que se quiera hacer una distinción y por economía de lenguaje acabemos utilizando la palabra empresa social estrictamente para referirnos a las que reinvierten sus beneficios en su propia actividad. Por cierto, y ya que estamos, hay que decir que la expresión ánimo o sin ánimo de lucro la encuentro desacertada. Sería mucho más propio hablar de empresas que retribuyen todos los factores y empresas que no retribuyen el capital.
Buen gobierno. Una vez aceptado que solo consideramos empresas sociales aquellas que no tienen ánimo de lucro, nos encontramos con sorpresa que hay una tendencia reciente a condicionar el concepto de empresa social con su forma de gobierno. Las legislaciones europea, española y catalana relativas a economía social, coinciden al requerir la participación de los beneficiarios del impacto social en el gobierno de las empresas que lo producen. A menudo también incluyen a los mismos trabajadores de la empresa.
Este punto es un poco desconcertante. Es comprensible que se exija a las empresas sociales prácticas de buen gobierno, pero no hay ninguna relación posible entre las decisiones asamblearias y el buen gobierno de una entidad. Es un grave error que simplemente pone de manifiesto injerencias ideológicas y la incapacidad de la administración pública al intervenir eficientemente en la economía productiva.
"Tiene todo el sentido del mundo que la Administración se preocupe por la manera como se gestionan estos fondos que están destinados a mejorar la sociedad y que estrictamente son de todos"
En cambio, es comprensible que para poder ser una empresa social se exija un nivel alto de prácticas de buen gobierno. Ya que, como hemos visto, para que estas empresas arranquen les hace falta inexcusablemente una donación inicial o periódica para llevar a cabo su actividad. Es decir, es dinero que está destinado a un bien público y que no es de nadie. Además, las empresas sociales normalmente tampoco pagan impuestos, lo que no deja de ser otra donación periódica que la Administración cede sin condiciones a cambio. Tiene, por lo tanto, todo el sentido del mundo que la Administración se preocupe por la manera como se gestionan estos fondos que están destinados a mejorar la sociedad y que estrictamente son de todos, pero legalmente no son de nadie.
Yo soy de aquellos que están totalmente convencidos de que el buen gobierno de las entidades, empresas o Administración es el caballo de batalla de nuestra sociedad. No tengo ninguna duda de que es la clave de bóveda para que las sociedades se conviertan en prósperas y justas. El éxito de las sociedades que prosperan con justicia social radica mucho más en un buen gobierno que en la aplicación de cualquier ideología política.
Y para conseguir un buen gobierno solo hacen falta tres ingredientes básicos: personas idóneas que gobiernen la empresa, un control efectivo y constante de cómo se gobierna, y una evaluación periódica de los resultados que se obtienen.