En el mundo de la inteligencia artificial, las rivalidades empresariales se parecen cada vez más a una Champions League tecnológica: los clubes gastan fortunas, fichan talento de alto nivel y se enfrentan en partidos mediáticos donde los goles son patentes, papeles científicos o versiones beta filtradas. Y, como en todo buen deporte, la competición no debería ser solo de dos equipos.
Durante años, el duelo más sonado ha sido entre OpenAI y Anthropic. Dos conjuntos con estilos muy diferentes: unos juegan al ataque, con marketing y mucha exposición mediática; los otros prefieren la estrategia de la contención, el orden táctico y el discurso de la “IA segura y responsable”. Pero esta temporada, el campo se ha ampliado. Nuevos equipos de China, como DeepSeek, o gigantes europeos que intentan asomar la cabeza. La guerra ya no es un clásico: es un mundial.
Según diversas fuentes del sector, el flujo de talento entre OpenAI y Anthropic continúa intenso, pero ya no es el éxodo de un solo sentido. Tenemos un mercado abierto en el que los ingenieros cambian de equipo buscando estabilidad, no ideales.
"Tenemos un mercado abierto en el que los ingenieros cambian de equipo buscando estabilidad, no ideales"
Anthropic, que en 2021 parecía un proyecto de resistencia moral, ha ido profesionalizando su juego. Y OpenAI, que hace un año parecía que se lo llevaba todo, ahora tiene que defender el título ante la presión financiera y la necesidad de demostrar rentabilidad. Según DigiTimes, Anthropic podría alcanzar el punto de equilibrio financiero hacia 2028, mientras que OpenAI todavía prevé pérdidas operativas masivas hasta después de 2030.
El mapa de alianzas también ha cambiado.
OpenAI continúa ligada a Microsoft, pero ha firmado un acuerdo monumental con Amazon Web Services (AWS) para entrenar sus modelos en la infraestructura de AWS, un movimiento que ha dejado a más de un analista boquiabierto. Por otro lado, Anthropic no solo mantiene el apoyo de Amazon y Google, sino que ha anunciado un plan de inversión de 50.000 millones de dólares para levantar sus propios centros de datos.
La jugada es clara: quien domine el hardware dominará el marcador. Los estadios de la nueva era son los centros de datos, y los patrocinadores no son marcas de cerveza, sino fabricantes de chips.
"Los estadios de la nueva era son los centros de datos, y los patrocinadores no son marcas de cerveza, sino fabricantes de chips"
La narrativa también se ha ido igualando.
OpenAI, que se había convertido en sinónimo de innovación, ahora quiere convencer al mundo empresarial de que también es fiable, segura y rentable. Anthropic, que predicaba prudencia y ética, ha pasado a ser un competidor feroz con productos orientados al gran mercado.
La diferencia de discurso es cada vez más cosmética. En la práctica, todos juegan con el mismo objetivo: captar inversión, dominar mercados y mantener la narrativa de “responsabilidad” mientras crecen a un ritmo exponencial. Como con los futbolistas modernos, la camiseta cambia, pero los intereses son los mismos.
Las represalias siguen siendo parte del juego.
Las denuncias cruzadas por uso indebido de modelos, los vetos de acceso o las sospechas de “entrenamiento encubierto” son ya habituales. En agosto, se volvió a hablar de espionaje industrial entre rivales, con acusaciones que recuerdan más una saga de espías que una disputa de laboratorios.
Aun así, entre partido y partido, los directivos comparten palco: participan juntos en foros de regulación, proyectos de estándares abiertos y acuerdos de seguridad para evitar que su propio juego se les escape de las manos. Enemigos íntimos, ¿os suena?
"La liga se ha globalizado, y ya no basta con dominar Silicon Valley: hay que defender la portería ante rivales que juegan con reglas, financiación, idiomas y gobiernos propios"
Mientras tanto, al margen de los dos grandes, equipos emergentes como Moonshot AI o xAI (la empresa de Elon Musk) comienzan a marcar los primeros goles. Los chinos han sorprendido con modelos que, en algunas pruebas, superan tanto a OpenAI como a Anthropic en comprensión y eficiencia. La liga se ha globalizado, y ya no basta con dominar Silicon Valley: hay que defender la portería ante rivales que juegan con reglas, financiación, idiomas y gobiernos propios.
El mercado de la inteligencia artificial, pues, no es tan diferente del fútbol: rivalidades, fichajes millonarios, pactos de despacho y traiciones calculadas.
Quizás el futuro no lo decidirán máquinas hiperinteligentes, sino un puñado de directivos que saben jugar a tribuna mientras comen canapés. Y nosotros, como buenos aficionados, seguimos pagando la entrada, la camiseta y los derechos televisivos… sin saber si el equipo que animamos competirá por la gloria o bajará a segunda digital.