Etnógrafo digital

En Silicon Valley y en Kyiv hay gente que hace las cosas bien

31 de Julio de 2025
Josep Maria Ganyet | VIA Empresa

Hay medios que aún hacen lo que toca: informar. Podría parecer una obviedad, pero no lo es. En un momento en que los algoritmos deciden qué es relevante, en que las plataformas controlan los flujos de información y en que los grandes editores se han convertido en peones de los intereses políticos o financieros, hacer buen periodismo es un acto revolucionario.

 

Tenemos dos ejemplos en la revista Wired y el The Kyiv Independent; el primero hace décadas que lo sigo y el segundo me ha llegado esta semana. Muy diferentes en origen y en audiencia, ambos medios no solo lo están haciendo bien, sino que nos están enseñando cómo hacerlo bien.

La semana pasada, el Pew Research Center publicaba un estudio que pone números a una sospecha generalizada: cuando Google muestra un resumen generado por inteligencia artificial en su página de resultados —los llamados AI Overviews—, los usuarios dejan de hacer clic en los enlaces originales. Los clics caen de media del 15 % al 8 %. Como consecuencia, los usuarios cierran la sesión después de leer la respuesta de la máquina: no llegan a los contenidos, no acceden a las fuentes, no conocen el medio. Solo se quedan con la síntesis, que puede ser incorrecta o directamente peligrosa (Google recomendó en uno de sus resúmenes poner cola a la pizza para evitar que se cayera el queso).

 

Por su parte, las redes sociales, que llegaron con la promesa de la creación y distribución democrática del contenido, han resultado en todo lo contrario: son canales para la desinformación y su tránsito orgánico hacia las webs de los creadores de contenidos es residual si no pagas. Como explica Cory Doctorow, hemos pasado de la época de la captación a la era del peaje: plataformas que primero facilitaron la circulación del contenido para después restringirla y monetizarla. Esta estrategia es lo que, en palabras de Doctorow, ha “embarrado” internet.

"Hemos pasado de la época de la captación a la era del peaje: plataformas que primero facilitaron la circulación del contenido para después restringirla y monetizarla"

A esto le tenemos que sumar la claudicación de grandes medios de referencia global como el Washington Post y el New York Times. Especialmente sangrante es el caso del Washington Post, que bajo la propiedad del broligarca Jeff Bezos, ha pasado de fiscalizar a Trump a blanquearlo. La libertad de la cual gozó el Post cuando en 2013 lo adquirió por el irrisorio precio de 250 millones de dólares fue un espejismo. Autodespidos, censura a columnas y viñetas críticas con Trump, censura al apoyo a Harris semanas antes de las elecciones, son algunas muestras del giro editorial y de la actitud servil hacia el capitalismo de amiguetes de Trump. Todo para no poner en riesgo contratos federales multimillonarios de Amazon Web Services y de la empresa espacial Blue Origin.

Cuando Bezos compró el Post hizo poner en la cabecera, debajo del nombre del diario, la frase La democracia muere en la oscuridad. La frase es de Bob Woodward, uno de los periodistas que destapó el Watergate y referente de Bezos. Hoy le encajaría más bien: “La democracia muere en la nube… de Amazon” (gracias Jeff por la promo de La democracia muere en la nube).

Pero hay excepciones. Y estas excepciones son importantes no porque se tengan que replicar —que no se puede— sino porque apuntan en la dirección correcta. Wired, por ejemplo, ha protagonizado una de las transformaciones más relevantes del periodismo reciente. Nacida en los años 90 como una revista de cultura digital y gadgetscool al amparo del tecno-optimismo happy flower imperante, Wired ha dado un giro radical a partir de 2023: “¿qué significa ser WIRED en una época en que la tecnología ha dejado de ser exclusivamente sinónimo de progreso?”.

Con Katie Drummond al frente, ha pasado de hablar de auriculares con cancelación de ruido a fiscalizar el entramado de poder entre Silicon Valley y Washington. Por eso creó un departamento de política. El DOGE —el fracasado departamento dirigido por Elon Musk con el objetivo de “optimizar” el Estado— ha sido cubierto diariamente, con fuentes internas, exclusivas y nombres concretos. Wired ha cogido el testigo de la investigación política a lo que Washington Post ha renunciado.

Este giro, aparte del impacto informativo, también ha tenido consecuencias económicas. Durante las dos primeras semanas de febrero de 2025, Wired consiguió 62.500 nuevos suscriptores en Estados Unidos. Un récord. Pero lo más relevante no es la consecuencia, sino la causa: el público paga por contenido que le explica lo que nadie le está explicando. No por titulares cazaclics, ni por notas de prensa pasadas por IA, ni por opinadores previsibles. Paga por información rigurosa, con fuentes primarias y escrita por personas. Wired ha demostrado que, en lugar de recortar periodismo, hay que hacer más. Cuando se prioriza la audiencia real por delante de la de los algoritmos de una internet “embarrada”, los lectores responden. (Tenéis un análisis muy cuidadoso en el boletín Periodismo Digital de Miquel Pellicer).

"Wired ha demostrado que, en lugar de recortar periodismo, hay que hacer más"

Y el segundo ejemplo imprescindible es The Kyiv Independent, de quien hasta hace pocos días desconocía la existencia. En plena guerra, con bombas cayendo y una democracia en riesgo, un grupo de periodistas ucranianos salidos del Kyiv Post, el diario en inglés más importante de Ucrania, decidió hacer lo que muchos no se atrevían a hacer: informar. Informar sobre la invasora Rusia, pero también sobre su propio gobierno. Hace pocos días, el medio fue atacado con un DDoS por haber publicado un reportaje crítico con la retirada de medidas anticorrupción del gobierno Zelenski. Esta actitud crítica es lo que sus lectores valoran.

Su modelo es igualmente inspirador. No tienen muro de pago. Tienen 20.000 miembros de pago. El 95% son de fuera de Ucrania. ¿Cómo lo han hecho? Explicando la historia de la creación de un nuevo medio. Creando comunidad. Hablando con sus lectores por plataformas como Slack, donde redactores y lectores forman una comunidad informativa. Ofreciendo contenidos útiles, boletines claros y encuentros en directo. 

La demostración de qué piensan más en las personas que en los algoritmos es la edición en papel del diario y la venta en su tienda de una tote bag con un diseño maravilloso de los ingredientes del borshch, el plato nacional ucraniano. Los robots no leen en papel, no llevan tote bags y no comen sopa.

Este creo que es el aprendizaje más importante: tanto Wired como The Kyiv Independent han elegido hablar a personas, no a algoritmos. Han elegido explicarse, sin supeditarse a las reglas opacas de Google o Meta ni a las del poder establecido, sea el de Trump o el de Zelenski. Aparte, Han hecho de su medio una historia; Wired la del giro de las causas de la tecnología a las consecuencias, y The Kyiv Independent la de la creación de un nuevo medio crítico con los suyos. Y esto no solo genera interés. Genera confianza.

No podemos ser Wired, porque no tenemos su poso, no podemos ser The Kyiv Independent porque no hemos fundado ningún medio ni estamos en guerra. Pero sí que hay unos patrones comunes que nos pueden ser útiles: en lugar de menos periodismo, más investigación. En lugar de pensar en el algoritmo, pensar en los lectores. En lugar de construir audiencias pasivas, crear comunidades activas. En lugar de “embarrar” más internet, salir de ella. Y sobre todo, en lugar de publicar contenidos, explicar historias.