Cómo medir el crecimiento en la nueva economía?

Hace siete años del nacimiento de VIA Empresa, un diario digital que ha dado voz a temas económicos y empresariales con un enfoque de proximidad, rigor y conciencia social. Hace también siete años empezábamos a ver el final del túnel de la recesión económica más larga en la historia reciente de nuestro país. Los primeros datos positivos del PIB llegaron en el segundo semestre de 2013. Desde entonces y hasta que ha llegado la maldita crisis del coronovarius, el PIB catalán ha crecido un 24% en términos nominales (18% descontando el efecto precios) y el PIB por cápita similar. Quiere decir esto que ganamos un 24% más? Que somos un 24% más felices? Que tenemos un 24% más de servicios públicos? Nada de todo esto.

"El PIB catalán ha crecido un 24% en términos nominales (18% descontando el efecto precios) y el PIB por cápita similar. Quiere decir esto que ganamos un 24% más? Que somos un 24% más felices?"

El indicador del PIB está cada vez más cuestionado por sus limitaciones. Un ejemplo. Existe una obsesión por hacer rankings de países o regiones según su tasa de crecimiento del PIB. Sin ir más lejos, la competición entre Catalunya y Madrid para ver qué economía es más dinámica. Pero este crecimiento del PIB se puede haber concentrado en pocas manos (grandes empresas o grandes patrimonios) y, por lo tanto, sin una distribución entre la población tiene escasas posibilidades de repercutir en el bienestar de la mayoría gente. Es evidente que esto es lo que ha pasado en los últimos siete años de recuperación económica porque el 21% de la población en Catalunya está en riesgo de pobreza y otro 35% tiene la precariedad como forma de vida (no se puede comprar una vivienda, por ejemplo).

La conclusión es que tener una tasa de crecimiento del PIB más alto no es suficiente para enaltecer esta economía por encima de otras. Tendríamos que comparar cuál es la calidad de vida de sus ciudadanos, la calidad del aire, la salud de las personas, la esperanza de vida, la cobertura de los servicios públicos (salud y educación), los tiempos para llegar al trabajo, la tasa pobreza, el precio de la vivienda, etc. Sin tener en cuenta estos otros parámetros, podemos hablar de tasas de crecimiento del PIB pero no podemos hablar de bienestar.

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Quizás nos tendríamos que poner como objetivo, no maximizar la tasa de crecimiento del PIB, sino que este crecimiento cumpla tres requisitos: que sea sostenido (en el tiempo, lo que quiere decir sin acumulación de desequilibrios como por ejemplo deuda), sostenible (tener cura del planeta en el que vivimos) y equilibrado (con más distribución de la renta). La Agenda 2030 de las Naciones Unidas va en esta dirección. Pero, de momento, no tenemos todavía un indicador único y consensuado entre los economistas que recoja todas estas dimensiones del crecimiento, a pesar de que hay una corriente de la economía que ya hace tiempo que trabaja en ello. Probablemente tendrá que ser un indicador compuesto que agregue muchos indicadores parciales. El problema es que estos indicadores parciales denominados estructurales no tienen una actualización ni tan periódica ni tan comparable entre territorios como el PIB. Pero esto se puede cambiar, simplemente hace falta liderazgo político para superar los convencionalismos y dotar de recursos a los institutos de estadística oficiales para construir con solvencia y eficacia estos nuevos indicadores económicos.

"Por qué el coronavirus no puede cambiar también la forma en qué medimos el crecimiento económico y el bienestar de los territorios?"

Esta crisis del coronavirus cambiará muchas cosas. Por qué no puede cambiar también la forma en que medimos el crecimiento económico y el bienestar de los territorios ahora que ya sabemos diferenciar entre lo que es urgente y lo que es importante? En la sesión Activamos una nueva economía de la Llotja Virtual organizada por la Cambra de Comerç de Barcelona el pasado día 6 debatimos sobre estas cuestiones con un panel de expertos de primer nivel, Àngel Castiñeira, Jordi Sunyer, David Fernàndez y la vicepresidenta de la Cambra, Mònica Roca. Quizás ya es el momento de pasar a la acción!

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