
Este es el título, traducido al castellano, del libro que acaba de publicar el reconocido economista Modest Guinjoan, consultor de empresas y de administraciones públicas y habitual colaborador de la prensa catalana. Créixer o progressar pretende facilitarnos una visión global de esta sensación extendida pero difusa de que la economía catalana no va lo suficientemente bien, a pesar de algunos datos coyunturalmente y supuestamente positivos.
Guinjoan pone negro sobre blanco cómo, en el último cuarto de siglo, el crecimiento del PIB -indicador habitual de la riqueza producida- ha sido del 1,7% de media anual frente al 2,8% de los 25 años anteriores. Pero aún peor: este crecimiento moderado del PIB no se ha correspondido con un crecimiento similar del PIB por habitante, que durante los últimos 25 lo ha hecho a un ritmo del 0,62% anual de media. Y es que los habitantes han crecido mucho más deprisa: hemos pasado de 6,2 a 8,1 millones de habitantes desde el cambio de milenio.
Inmigración no cualificada y empresas subvencionadas
Créixer o progressar es también un buen título porque plantea una dicotomía que supera el habitual crecer o decrecer. Un planteamiento, este último, donde parece que la única alternativa al crecimiento económico actual sea una progresiva vuelta a las cavernas.
Guinjoan es mucho más matizado. Apunta algunos ámbitos en los que sería necesario decrecer, especialmente aquellos que basan su competitividad en mano de obra poco cualificada y mal pagada. En aquellas empresas subvencionadas, en una acertada expresión que no es literal, sino que identifica aquellas que no serían viables si no pudieran proveerse de mano de obra foránea porque ofrecen unos salarios y unas condiciones de trabajo que la población autóctona no está dispuesta a cubrir.
Guinjoan apunta ámbitos en los que sería necesario decrecer, especialmente aquellos que basan la competitividad en mano de obra poco cualificada y mal pagada
Entonces, añadimos nosotros, estos trabajadores inmigrantes son, contando toda su vida, laboral y no laboral, receptores netos del estado del bienestar, porque nunca generarán suficientes aportaciones fiscales –directas e indirectas– para compensar las prestaciones que recibirán, jubilación incluida. Por eso podemos hablar de empresas subvencionadas de forma indirecta, pero decisiva.
Un globo inflado en condiciones semifeudales
Guinjoan trata un caso emblemático, el de Glovo. Uno de los fundadores, Òscar Pierre Miquel, es nieto de un emprendedor de la alimentación y ha creado una empresa emergente, de las pocas en Catalunya que han sido calificadas de unicornio por el volumen de capital recaudado.
Una empresa que, a pesar de no haber salido nunca de pérdidas -hecho habitual en muchas empresas de esta clase durante los primeros años de su vida- ha conseguido introducir sus servicios a base de tarifas muy reducidas que solo eran posibles por la utilización de trabajadores supuestamente autónomos, pero que la justicia ha reconocido que eran asalariados encubiertos. Puestos de trabajo, pues, muy mayoritariamente ocupados por esta inmigración no cualificada y donde las cotizaciones sociales eran hasta ahora mínimas o inexistentes y a cargo exclusivamente de los trabajadores.
A pesar de las multas millonarias, Glovo continúa operando gestionada por los mismos fundadores, aunque ya hace tiempo que vendieron la mayor parte de la propiedad a una empresa alemana del mismo sector, a su vez controlada por un fondo de inversión sudafricano.
Cuando hablamos de estos negocios que basan la competitividad en costes salariales muy bajos, siempre nos viene a la cabeza el caso del turismo. Son conocidos los casos de Lloret y de Salou, poblaciones donde la renta disponible por cápita se sitúa entre las más bajas de Catalunya. Pero no son prácticas exclusivas del turismo. Guinjoan trata el caso de Guissona, donde se ha creado un notable ejemplo de empresa integrada verticalmente -desde los cereales y los piensos hasta la comercialización al consumidor final-, muy interesante porque tiene su origen en la actividad agropecuaria y no en la comercial, como en la mayoría de casos.
El núcleo central de la actividad son los mataderos. La antigua cooperativa de Guissona, ahora grupo bonÀrea, ha crecido espectacularmente durante las últimas décadas en un entorno -la Segarra- más bien depresivo. BonÀrea basa su competitividad en la contratación de mano de obra barata proveniente de la inmigración, sobre todo del este de Europa -los musulmanes no quieren manipular cerdos-, en un trabajo físicamente duro. Se trata de un éxito empresarial innovador e incuestionable, que provoca que el PIB por habitante de la ciudad de Guissona sea un 90% superior a la media de Catalunya.
BonÀrea basa su competitividad en la contratación de mano de obra barata proveniente de la inmigración, sobre todo del este de Europa
Sin embargo, esto tiene una cara B, porque la población de la ciudad se ha triplicado, pero Guissona tiene hoy una renta familiar disponible per cápita entre el 15 y el 20% inferior a la media catalana. En el índex socioeconòmic territorial (IST) que elabora el Idescat, Guinjoan nos recuerda que Guissona ocupa la posición 937 de un total de 947 municipios.
El discurso buenista pero inexacto
El aumento de los recelos xenófobos y su proyección electoral ha provocado un nuevo discurso tan bienintencionado como parcial y, por eso mismo, contraproducente. Un discurso donde se focaliza en la inmigración el motor del crecimiento económico para tratar de desestigmatizarla o, incluso, santificarla.
Si la vieja canción de que gracias a la inmigración podremos mantener el sistema de pensiones ya no se la cree nadie, ahora se la responsabiliza del superior crecimiento catalán y español respecto a Europa en los últimos años. Se obvia así que el PIB por habitante -a pesar de las limitaciones del indicador, como hemos visto por el caso de Guissona- se estanca y que el aumento de la demanda interna debido a un número más elevado de consumidores es escaso porque los salarios son bajos y a menudo una parte significativa retorna a su país de origen para ayudar a los familiares que se han quedado allí.
El aumento de los recelos xenófobos y su proyección electoral ha provocado un nuevo discurso tan bienintencionado como parcial y, por eso mismo, contraproducente
No se tiene en cuenta, además -y sin querer extendernos-, las tensiones derivadas del aumento repentino de población en ámbitos como la vivienda, la calidad de los servicios públicos -los bajos rendimientos conseguidos por muchos alumnos catalanes están directamente relacionados-, la saturación de los transportes...
En definitiva, las deseconomías externas de unas empresas que optan por competir en base a bajos costes salariales que solo atraen inmigrantes las acabamos soportando entre todos, especialmente las clases medias y bajas, que son las que más dificultad tienen para acceder a la vivienda y las que mayoritariamente usan la educación y la sanidad públicas. Por no hablar de los estratos más bajos de la población, que ven aparecer nuevos competidores a la hora de conseguir ayudas públicas. No es extraño que los votos de Vox en Barcelona tengan especial relevancia en dos barrios aparentemente tan alejados sociológicamente como son Pedralbes y la Mina.
Crecer y decrecer para generar progreso colectivo
Hablábamos al principio sobre crecimiento y decrecimiento. Guinjoan matiza acertadamente la dicotomía. Debemos seguir creciendo en todos aquellos ámbitos que generan alto valor añadido, puestos de trabajo bien pagados y que compiten internacionalmente en base a la calidad y la innovación. En cambio, quizás tendremos que decrecer en todas aquellas empresas y sectores subvencionados, entendidos como los que se aprovechan de las economías externas y, sobre todo, generan gran cantidad de deseconomías externas que pagamos entre todos.
Guinjoan es optimista, quizás demasiado, y considera que depende de nosotros -básicamente de la administración de la Generalitat y de los ayuntamientos- orientar de una forma u otra la evolución de nuestra economía. También se inquieta por la perspectiva de que muy pronto seamos diez millones de habitantes, previsión que tan alegremente maneja el president Illa.
Deliberadamente, no entra en el tema de los recursos públicos disponibles y del déficit fiscal, y quizás menosprecia el enorme peso que las leyes estatales tienen aún en el desarrollo de nuestra economía. Por ejemplo, con la fijación de un SMI muy superior que Guinjoan reclama para abandonar el modelo de salarios bajos. Acusa, con razón, a la Administración de un exceso de regulación y de falta de control e inspección de la normativa existente.
Guinjoan es optimista, quizás demasiado, y considera que depende de nosotros orientar de una forma u otra la evolución de nuestra economía
Por eso yo querría remarcar el reciente acuerdo del gobierno español para aumentar los recursos de la inspección de trabajo, tal como algunos ya habíamos pedido hacía tiempo. Después del fallido sindiós de las 37,5 horas semanales, ya está bien que la administración se concentre en hacer cumplir la legislación laboral ya vigente para evitar la creciente dualización del mercado de trabajo. El segmento más desfavorecido de este mercado de trabajo sufre, por ejemplo, prácticas habituales -en sectores como la restauración- de contratar a los trabajadores por media jornada y pagarles el resto en negro, con abundantes horas extras no remuneradas.
Y también haría más énfasis de lo que Guinjoan hace sobre la responsabilidad de los nuevos emprendedores, de los empresarios y de sus organizaciones para que dejen de dedicarse a negocios fáciles y especulativos y no se limiten a competir exclusivamente en precio. Necesitamos una clase empresarial con visión a largo plazo y que asuma una superior vocación productiva y de competencia internacional.
En definitiva, el libro de Modest Guinjoan debería servir para estimular un debate global, que a menudo hacemos a medias y de manera segmentada, sobre el futuro inmediato de nuestra economía y cómo podemos entre todos enderezar el rumbo para hacer de Catalunya un verdadero país de progreso y donde el ascensor social deje de funcionar solo de bajada.