Empieza el baile. De aquí a 2030 se producirá una avalancha de jubilaciones correspondientes a la generación de los baby-boomers (los nacidos entre 1957 y 1977); más aún en 2040. Este hecho demográfico presionará fuertemente —de hecho ya ha empezado a hacerlo— tanto la economía como los hábitos sociales. Repercutirá, sin duda, sobre la sostenibilidad del sistema de pensiones, el gasto sanitario y la dependencia, y la estructura global del mercado de trabajo. En cualquier caso, cuando las herencias de estos boomers se hagan efectivas, ensancharán aún más la brecha de la desigualdad, porque quien recibe suma doble y quien no, se queda in albis.
La generación que nació en los sesenta y setenta vivió de lleno el desarrollismo y aprovechó la creación de puestos de trabajo y la pluriocupación, convirtiéndose en la representación más aparente del ascenso de las clases medias españolas. El piso, el coche y las vacaciones fueron sus signos de poder; votar democracia a la muerte del dictador, su aportación valiosa a la historia. Sus miembros son la generación más numerosa de todas las existentes; hasta que se mueran, este peso demográfico decantará el voto. Esto quiere decir que aunque los millennials tengan el poder, ellos condicionarán la gobernanza del país en los años que vienen y determinarán el modelo del estado del bienestar.
La generación que nació en los sesenta y setenta vivió de lleno el desarrollismo y aprovechó la creación de puestos de trabajo y la pluriocupación
En 2030, 1,6 activos por cada jubilado
El primer debate sobre la mesa desde la firma del Pacto de Toledo en 1995 es el de la sostenibilidad del sistema de pensiones. Las reformas de la derecha no tienen nada que ver con las de la izquierda, y el resultado de estos últimos treinta años es el de mantener el sistema de reparto, ajustándolo al máximo, a medida que las ratios activo/pasivo van causando estragos: en 2000, del 2,8; en 2020, del 2,1; en 2030, del 1,6; en 2040, del 1,3.
Cuando nos encaminamos hacia los 1,6 trabajadores activos por cada jubilado es cuando se deben acelerar los sistemas de capitalización parcial, liberando los presupuestos generales de una parte de la pesada carga e incentivando los planes de pensiones con las empresas y los de ahorro individual, al tiempo que se retrasa la edad de jubilación. Si los partidos no se ponen de acuerdo en impulsar estas palancas, nos lo encontraremos todo de golpe como en Francia. Siempre podremos soñar con un incremento de la productividad que cambie de repente el panorama, pero los datos de la Fundación BBVA no dan demasiadas esperanzas, teniendo presente que entre 2000 y 2022 se ha producido una caída del 7,3%, y que desde entonces tampoco mejora.
Si los partidos no se ponen de acuerdo en impulsar estas palancas, nos lo encontraremos todo de golpe como en Francia
El segundo debate, que acompaña al primero, se centra en el incremento del gasto sanitario y, sobre todo, de la dependencia. Siendo tan numerosa esta generación, las repercusiones en las necesidades asistenciales serán sustancialmente mayores que en la actualidad. Ahora bien, este reto viene acompañado de una gran oportunidad: la creación de nuevos negocios y de puestos de trabajo profesiones dirigidos al colectivo. Hablamos de la revolución de la silver economy: personal asistencial en domicilio, pisos tutelados o residencias; geriatras, investigadores en gerontología y medicina preventiva; consumo, nuevos productos y dietas; medicinas nuevas; ocio, cultura, deporte y espectáculos; finanzas y servicios bancarios accesibles, planes de pensiones, seguros, y rentas vitalicias; tecnologías adaptadas; domótica y urbanismo … La Comisión Europea indica que representará el 30% del PIB europeo en 2050. Ya estamos llegando tarde a adelantarnos.
El tercer debate se centra en el mercado laboral. De hecho, se está rejuveneciendo rápidamente, pero hasta 2030 se jubilarán más del 50% de los funcionarios, unas 900.000 personas, incluidos profesores y personal docente. En el Estudio sobre el envejecimiento de las plantillas de este año, el ministerio prevé que solo en la administración central se deberán incorporar en los próximos diez años más de 100.000 trabajadores públicos para sustituir a los que se marchan. El sector privado lo tendrá más fácil en la medida en que ajusta mucho más las plantillas a la campana de Gauss.
La oportunidad con el cambio generacional consiste en el hecho de que las nuevas plantillas sean más competitivas, tecnológicas y productivas que las anteriores. Es evidente que el trato que la derecha otorga a la inmigración va absolutamente descompasado con los requisitos de la mano de obra de sustitución que se necesita; con una tasa de natalidad endógena tan baja, ¿de dónde sacaríamos sino los trabajadores necesarios?
La oportunidad con el cambio generacional consiste en el hecho de que las nuevas plantillas sean más competitivas, tecnológicas y productivas que las anteriores
El efecto de vender la herencia inmediatamente
Estos tres debates tienen un corolario más material: ¿qué repercusión tendrá la riqueza cuando cambie de manos entre los padres boomers y los hijos millennials? Los primeros pudieron hacer bolsa en su larga vida laboral y han ahorrado, mientras que los segundos lo han tenido más magro y no han podido nadar y guardar la ropa ante la precariedad, la baja calidad de los puestos de trabajo y los exiguos salarios.
El trasvase del patrimonio inmobiliario puede producir un sobresalto en el mercado de la vivienda. Por dos motivos: a) porque los modelos de vida entre unos y otros es diferente, y no les gusta ni en la primera, ni en la segunda, ni en la tercera vivienda; y b) porque una vez se hereda, hay una tendencia innata a vender inmediatamente. Los precios del inmobiliario se han elevado de tal manera que invita a realizarlo cuanto antes mejor. Aparte del impacto que pueda suponer la venta masiva de inmuebles, esta redistribución de la riqueza beneficiará a los que reciben nuevo patrimonio frente a los que no, lo cual ensanchará cuando menos la brecha de la desigualdad cuando las herencias se hagan efectivas en los próximos años.
Cuando sigues alguna sesión parlamentaria, espeluzna oír las palabras y los insultos de muchos diputados, tan alejadas de la reflexión tranquila en torno a estos retos que hay que afrontar inmediatamente; los que trabajan con ahínco para provocar un debate sereno están tan preocupados como nosotros.