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El coste de encontrar el tiempo perdido

Vida cotidiana del primer tercio del siglo pasado y vida cotidiana del primer tercio de este siglo

    Vista aèria de París durant la Segona Guerra Mundial
    Vista aèria de París durant la Segona Guerra Mundial
    Josep-Francesc Valls es uno de los grandes expertos en la clase media | Marc Llibre
    Profesor y periodista
    29 de Julio de 2025 - 05:30

    Releyendo los clásicos, descubres respuestas de la vida cotidiana. Es como si escribieran sus obras hace cien años y hablaran de hadas o de linternas mágicas.

     

    “Entonces cualquier castillo, cada hotel o palacio famosos tiene su dama, o su hada, así como los bosques tienen sus genios y las aguas, sus divinidades. A veces, oculta en el fondo de su nombre, el hada se transforma siguiendo los impulsos de nuestra imaginación que la nutre; así, la atmósfera en la que la señora de Guermantes existía en mí, después de haber sido durante años poco más que el reflejo de un cristal de linterna mágica" (En busca del tiempo perdido,Marcel Proust, 3, A Tot Vent, 2019)

    Las tres primeras décadas del siglo pasado, momento en el que Proust escribe esta obra, podrían compararse fácilmente con el estallido de los mismos años del siglo XXI en el que vivimos. Durante aquel período, en París y en muchas ciudades europeas una vez terminada la Primera Guerra Mundial, aparecen descubrimientos continuados de todo tipo, la confortabilidad para muchos, las nuevas músicas y los cabarets, la ostentación, los grandes almacenes convertidos en los nuevos templos del consumo, el alumbrado público. 

     

    Los felices años 20 abren las puertas a las mujeres -que habían tenido que trabajar durante la guerra para alimentar a la familia y muchas no volverán a someterse al hogar-, irrumpen los trabajadores especializados que requerían los nuevos procesos productivos y más aún la clase profesional y burguesa que requiere el nuevo entorno económico. Los primeros treinta años del nuevo milenio nos encuentra en una situación similar: el gran salto hacia la digitalización hace estallar la exaltación y la euforia, pero se vuelven más irreconocibles que entonces, extraños y extranjeros: las palabras y los hechos ni dicen lo que dicen ni lo contrario.

    Proust se encomienda a los sentimientos de fracaso, ocho existenciales y de final del Antiguo Régimen para analizar las relaciones humanas entre los cientos de personajes de su obra, como Guermantes, que van y vienen y hablan y se lanzan pullas e insinuaciones sin demasiado sentido. Desde esta perspectiva, podemos también contemplar más fácilmente lo que se desata estos días a través de lo que reflejan los medios de comunicación y las redes sociales.

    Tedio, tristeza y decadencia

    Nos preguntamos cuál es el gasto en tedio, tristeza y decadencia de la mayoría de la gente sensata cuando se informa de que una diputada falsea su currículum académico y en vez de pedir perdón a la ciudadanía, a las instituciones y a su partido y retirarse haciendo mutis por el foro, intenta convertir este acto en algo heroico y ético acusando a la oposición con el “y tú más”. O cuando un juez sensato averigua silenciosamente durante casi diez años un caso de corrupción política de alto voltaje y la respuesta de los acusados es convertir el caso en un arma arrojadiza contra todos y contra todo en vez de devolver el dinero, pedir disculpas, purgar en la cárcel y ayudar a la buena gobernanza. 

    O cuando el día de Santa Ana, patrona de Tudela de Navarra, aparezca en Meta un vídeo trucado donde se ve la plaza de los Fueros llena hasta los topes celebrando la fiesta con cánticos y canciones, pero alguien ha añadido graves insultos a personas referentes y una vez denunciado el asunto, nadie pide disculpas y la propia plataforma lo silencia durante un día entero. O cuando nos enteramos de los miles de millones que cuesta la diplomacia que lejos de buscar soluciones a los problemas facilita con su praxis los genocidios como el de Gaza, las invasiones como la de Ucrania o los statu quo de las situaciones bélicas; o aún peor, cuando Israel culpa al presidente francés Macron de entorpecer la paz el día que declara que apoyará al Estado Palestino.

    Vida cotidiana del primer tercio del siglo pasado y vida cotidiana del primer tercio de este siglo. Dos gotas de agua, el mismo tedio, la misma tristeza y un aire de decadencia similar

    O también nos preguntamos por el coste en toneladas de tedio, tristeza y decadencia de la mayoría de la gente sensata cuando tiene que escuchar diariamente que se cargan a espaldas de los jóvenes migrantes sin referentes adultos -mal llamados menas- crímenes, robos o violaciones, un acto de declaración pública del racismo y de la xenofobia. O cuando nos tenemos que acostumbrar a actitudes despóticas de quien gobierna como si fuera un rey medieval y usa y abusa del poder torciendo leyes y prácticas que nos han costado siglos establecer. O cuando un juez comete la injusticia de enviar a un niño a vivir con un padre maltratador aunque él quiera vivir con su madre. O cuando un invento envenenado de los últimos tiempos, la Kiss Camp que Coldplay que utiliza en sus recitales, enfoca a una pareja desparejada de ejecutivos que tiene que dimitir de sus cargos: dejad que todo el mundo se quiera como le dé la gana.

    Vida cotidiana del primer tercio del siglo pasado y vida cotidiana del primer tercio de este siglo. Dos gotas de agua, el mismo tedio, la misma tristeza y un aire de decadencia similar: “todos los hombres de la misma idea son parecidos” – replica Saint-Loup al protagonista de la novela de Proust-. En definitiva, es “el hada que se transforma siguiendo los impulsos de nuestra imaginación que la nutre” o el reflejo de un cristal de linterna mágica, la Guermantes del escritor francés. Todo el mundo la busca y cada vez se vuelve más caro encontrarla.