La Argentina de Milei, el mes que pareció un lustro

Diciembre de 2023 será recordado durante años por los argentinos y dejará sin duda profundas heridas en el futuro inmediato del país austral

Milei prometió que en 2035 Argentina volvería a estar entre las primeras potencias del mundo | Cedida Milei prometió que en 2035 Argentina volvería a estar entre las primeras potencias del mundo | Cedida

Esta historia tiene un preámbulo imprescindible. Que explica el gran interrogante que nos ha traído hasta este diciembre austral a medio camino entre Rebelión en la granja de George Orwell y Freelandia, el país imaginario de Sopa de Ganso, el film de los hermanos Marx. ¿Cómo fue posible que un pintoresco economista anarcocapitalista, tras ocupar en los últimos tres años las tertulias y los platós de la televisión argentina y asomar a diario en las redes sociales con su estrafalario corte de pelo, su violencia verbal, sus ataques a la casta opresora y a la izquierda, además de sus extravagantes confesiones privadas sobre sus perros asesores, las fuerzas celestiales en una mano y la motosierra en la otra, venciera las elecciones de un país como Argentina y Javier Gerardo Milei ocupe hoy el sillón presidencial de Rivadavia en la Casa Rosada?

En Argentina hay una sola unanimidad y gira en torno a la respuesta de ese interrogante: la victoria de Milei fue fruto del desastre sin paliativos del anterior gobierno, el de Alberto Fernández, superior incluso al fracaso del mandato anterior, el de Mauricio Macri con el frente Cambiemos. En total, ocho años de caída libre. Un diagnóstico fuera de discusión que une a peronistas y no peronistas y que negó cualquier posibilidad de victoria a Sergio Massa, abriéndole las puertas a las fuerzas libertarias encabezadas por el rockero Milei. Desesperanza y economía fueron los factores determinantes que decidieron la derrota de Massa y el triunfo del candidato sin pasado de La Libertad Avanza (LLA), que recibió el voto de millones de argentinos desencantados, y en particular el de las nuevas generaciones de jóvenes para quienes la rebeldía viene con el precinto neoliberal. 

A lo largo de la más prolongada campaña electoral de la historia política argentina, Milei anunció mil veces el tipo de cirugía con el que iba a intervenir al comatoso sistema económico argentino y acometer el derribo del Estado. Tampoco se abstuvo de avisar que no había plata para anestesia ni calmantes. Fue, en ese sentido, sincero. Porque se puede ser sincero y a la vez un soberano mentiroso. Como lo fue al ocultar su condición de transformista y sus secretas alianzas con la detestada casta a la que llevaría finalmente al gobierno traicionando su principal promesa electoral. Detalles sin importancia en la Argentina del 2023: el economista libertario de LLA hubiese vencido igualmente con Josef Mengele como candidato al Ministerio de Sanidad. A ningún argentino cuerdo se le habría ocurrido llevar a la presidencia a la insumergible Patricia Bullrich con sus pesadas mochilas o a Massa, principal responsable del descomunal fracaso económico del gobierno Fernández. Votaron a Milei, un accidente. El accidente Milei. Ahora, tras el primer mes de gobierno, se trata de que el accidente no se convierta en tragedia.

Los polistas del Apocalipsis

El domingo 10 de diciembre, en su primer discurso como presidente, de espaldas a la Asamblea Legislativa y frente a una multitud enfervorizada, Milei trazó un diagnóstico demoledor, planteó un nuevo contrato social y anunció tiempos difíciles: “Ningún gobierno ha recibido una herencia económica peor que la que estamos recibiendo nosotros. La inflación que nos han dejado es de un 15.000% anual” y, advirtió, “erradicarla va a exigir “ajuste y shock”. En su discurso, sin embargo, el flamante presidente evitó precisar qué medidas económicas iba a instrumentar en esta primera etapa. Pero la motosierra ya estaba engrasada y los explosivos con la mecha puesta.

Sin tregua alguna, comenzó el planificado y feroz embate artillero de Milei que, en pocos días y superando las peores expectativas, dejaría en estado de shock a millones de argentinos, al propio sistema institucional y a los trabajadores que lo habían votado. El segundo acto tuvo lugar el mismo día 10 en la Casa Rosada con la jura del gabinete, compuesto por nueve ministros. Un heterodoxo equipo de gobierno que, en términos futbolísticos, y a ojos de la reciente historia política del país, podría considerarse como la mejor selección nacional posible de miembros de esa casta que el anarcocapitalista había cubierto con toda clase de insultos y amenazas en su camino a la presidencia. Caras nuevas sin pasado en la función pública y veteranos como Luis Caputo, el ministro de Economía, “el Messi de las finanzas” según Milei, o la ya citada Bullrich, que regresaban sin pudor al poder después de haber ocupado cargos de relevancia en los gobiernos de Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Néstor Kirchner o Mauricio Macri. Un mix de políticos ultraliberales, analistas financieros, consultores, abogados de grandes corporaciones, empresarios y altos exejecutivos bancarios de JP Morgan, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) y el Banco Supervielle, entre otros. Élites nacionales y élites llegadas de los grandes fondos de inversión de Manhattan y de las grandes corporaciones internacionales. Pura casta y segunda puñalada. 

La quiebra del BID provocó 950 millones de dólares, la estafa a 55.000 ahorradores y la pérdida de 2.300 puestos de trabajo

Milei, que había prometido también que en caso de vencer sacaría a patadas del aparato del Estado a los supuestos delincuentes de la casta, los incorporó a su gabinete sin que le incomodaran mínimamente los escándalos y los problemas judiciales que acompañaban las carreras políticas de algunos de sus nuevos ministros, secretarios y subsecretarios. Como es el caso del propio Caputo o el de Diana Mondino, ministra de Relaciones Exteriores, pieza clave junto con su marido en la quiebra del BID en 1996, el fraude bancario más grande de la historia argentina, que provocó la fuga de 950 millones de dólares, la estafa a 55.000 ahorradores y la pérdida de 2.300 puestos de trabajo.

En apenas 24 horas, Milei había llegado más lejos que uno de sus maestros de referencia, Ludwig von Mises, padre de la Academia económica austríaca, cuya principal regla establecía que “la primera tarea de un economista es decir a los gobiernos lo que no pueden hacer”. En el recién estrenado modelo argentino, iban a ser ellos, los economistas, quienes iban a decirle directamente al país lo que no iba a poder hacer de ahora en adelante. Sin tener en cuenta el Congreso, la justicia, la oposición y todo aquel que se atreva a convertirse en un obstáculo para su proyecto.

El consumo en Argentina en diciembre de 2023 registró una caída del 38,4% interanual | Cedida
El consumo en Argentina en diciembre de 2023 registró una caída del 38,4% interanual | Cedida

No hay plata

El martes 12, el vocero presidencial, Manuel Adorni, aseguró que el país “se encamina a una hiperinflación”, declaración que los ciudadanos interpretaron como la justificación por adelantado del brutal ajuste que sin duda iba a anunciar en las próximas horas el resucitado ministro Caputo. El viernes 15, Milei rompió de nuevo el fuego con la estatización de 30.000 millones de dólares de deuda privada, medida que a los argentinos de más edad les pareció un guiño de homenaje del presidente libertario a José Alfredo Martínez de Hoz, el primer ministro de Economía de la dictadura cívico-militar que a partir de marzo de 1976 encabezó Jorge Rafael Videla, y que en diciembre de 1982, en las mismas fechas que Milei pero 41 años atrás, establecía mediante el decreto 1603, que el Banco Central argentino se hiciese cargo de la deuda externa del sector privado, asumiendo 17.000 millones de dólares de las grandes empresas nacionales, entre ellas, curiosamente, algunas de las incluidas también en el decreto firmado por Milei. Dos días después, el domingo 17 de diciembre, en la ciudad de Bahía Blanca, a más de 600 kilómetros al sur de la capital argentina, un fuerte temporal dejaba 13 muertos y enormes destrozos. Milei viajó a la zona más afectada por la emergencia disfrazado con el uniforme de camuflaje y a las autoridades de la ciudad les dijo que se las arreglasen con sus recursos. Insuficientes por descontado ante la catástrofe. El argumento, siempre el mismo: “No hay plata”.

Un bombardeo exterminador: DNU, Ley Òmnibus, Ley de Bases y Principios para la libertad de los argentinos

El miércoles 20 por la noche, diez días después de su toma de posesión, con el anuncio del  Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) Milei apretó el botón de su peculiar idea libertaria y provocó el primer escalofrío de pánico en el país. El texto derogaba o modificaba hasta 300 leyes y sentaba las bases para vender todas las empresas públicas del país, incluidas las rentables. El objetivo del megadecreto, señaló Milei, es “deshacer el andamio jurídico e institucional opresor, sentar las bases de la reconstrucción de la economía argentina y devolver la libertad y la autonomía a los individuos, quitándoles al Estado de encima”. En el primero de los 366 artículos que contenía la norma se declaraba "la emergencia pública en materia económica, financiera, fiscal, administrativa, tarifaria, sanitaria y social hasta el 31 de diciembre del 2025". Un cheque en blanco que en la práctica anulaba las Cámaras y la actividad parlamentaria.

El miércoles 20 por la noche Milei pulsó el botón de su peculiar idea libertaria y provocó el primer escalofrío de pánico en el país

No dejó de sorprender la presencia de un artículo del Decreto, el 333, relativo a la posibilidad de transformar los clubs de fútbol en Sociedades Anónimas, que en la actual situación de crisis extrema del país no parecía ser ni una necesidad ni una urgencia social sino más bien un negocio privado. La inclusión, según algunos analistas, tenía una explicación y, como en el resto de artículos del DNU, beneficiarios concretos, en este caso Macri y sus amigos árabes, o sea los capitales de Arabia Saudí y Qatar. Al parecer, en la reunión definitiva para cerrar los acuerdos que aseguraban la victoria de Milei en el balotaje del 19 de noviembre, Macri, expresidente de Boca Juniors y actual presidente ejecutivo de la Fundación FIFA, le había pedido al candidato de LLA que incluyera la reforma de las normas del fútbol argentino en el documento. O dicho de otro modo, que se cambiasen las leyes y las normas que lo rigen de forma que él pudiera hacer realidad, con la ayuda de su amigo Gianni Infantino, presidente de la FIFA, y los capitales de sus socios árabes, el más ambicioso de sus proyectos futbolísticos. 

La lectura de las 30 reformas elegidas por Milei para su discurso de apenas 14 minutos tuvo momentos marxistas –de Groucho- para la audiencia, como cuando, rodeado por un semicírculo de ministros y secretarios de Estado, Milei criticó duramente a los políticos del pasado, muchos de ellos presentes en el acto y en el nuevo gabinete.

De nuevo las calles, de nuevo las cacerolas

Abrumados por el alcance de un polémico decreto que consagraba el monetarismo y, en conjunto, condenaba a la nación a ser un país con un 20% de ricos y un 80% de pobres, el anuncio sacó a la calle de inmediato a miles de trabajadores, incluidos muchos de los propios votantes de Milei, en un primer y tímido ensayo de rechazo popular. En medio del silencio de la clase política, la oposición y las instituciones, Juan Grabois, una de las emergentes figuras de la nueva generación de dirigentes políticos, definió el DNU como “una confiscación de la propiedad privada de los trabajadores y de las clases medias argentinas a favor de los sectores corporativos. Es un decreto”, denunció,“que instaura una monarquía absoluta en Argentina, una suerte de pinochetismo que llega al gobierno por vía electoral y en los primeros días de ejercicio empieza a utilizar mecanismos autoritarios, antidemocráticos, ilegales e ilegítimos para imponer un sistema que no perjudica a ninguna casta salvo a las castas medias e inferiores de una sociedad estratificada”. A la denuncia de Grabois se sumó la del gobernador de la provincia de Buenos Aires, Axel Kicillof, personaje clave de la renovación peronista: "Milei se propone privatizar todo, desregular todo, destruir derechos de los trabajadores, arrasar con sectores completos de la producción, rifar los clubes de fútbol y el patrimonio de los Argentinos. Todo esto sin pasar por el Congreso que podría sesionar y discutirlo. Le faltó decir: ¡Democracia fuera!”.

Las pancartas de los indignados manifestantes, reivindicativas y recordatorias a la vez, llamaban a la defensa de los derechos sociales y aludían a las promesas incumplidas de la campaña electoral: “Libertad para echar, no para protestar”, “El ajuste era a la casta, atacaron al pueblo”, podía leerse. Bullrich, antigua montonera, macrista, rival de Milei en las elecciones y ahora en las filas libertarias como ministra de Seguridad -un ministerio clave en la estrategia del proyecto libertario-, se apresuró a prohibir lo que ella misma había hecho en el Obelisco de Buenos Aires cuando, en 2020, convocaba a los ciudadanos a protestar contra la cuarentena en los primeros meses de la pandemia. “Si la gente sale a la calle para resistir, habrá represión”, había anunciado Milei.

En las marchas improvisadas de la noche del 20 de diciembre quedó patente la parálisis de una clase política incapaz de responder al desafío planteado por el nuevo gobierno: ningún político hizo acto de presencia en los cacerolazos y en los actos de protesta protagonizados únicamente por la gente corriente y los activistas de las diversas organizaciones sociales movilizadas. También la desesperación de millones de argentinos al comprobar lo que, para ellos, suponíanlas medidas del nuevo gobierno, una irracional voluntad de retroceso. De nuevo, otras generaciones se veían obligadas a volver a la lucha para lograr recuperar los derechos perdidos de un plumazo, cuando tanto tiempo y sacrificio había costado conseguirlos. 

2035: Argentina, primera potencia mundial

En medio del clima de angustia generalizado, Milei prometió que en el 2035 Argentina volvería a estar entre las primeras potencias del mundo, asegurando que el hambre y el desempleo que se acercaban eran necesarios para “un futuro feliz”. Augurios que sonaban a irreales y que, lejos de despertar confianza, dejaban intuir que lo único prioritario en lo inmediato iba a ser sobrevivir a ese 2024 que se aproximaba minado de toda suerte de conflictos, amenazas e incertidumbres. Dificultades cuyos efectos, de hecho, ya estaban ahí: un profesor e investigador del Conicet lamentaba que “desde que llegó Milei los arrendatarios tenían carta blanca. A mí me quieren aumentar el alquiler un 200 por ciento y con aumento todos los meses. Es la primera vez que pienso que tal vez no me alcance para pagar. El proyecto es claro: la pulverización de la clase media, entrega de las riquezas nacionales y control social, el modelo chileno pinochetista”.

Més info: La relación de Argentina con Catalunya: de Messi a un mercado lleno de oportunidades

El temor del docente no era una excepción. Tras la sucesión de los dos paquetes de medidas, el Decreto de Necesidad y Urgencia (DNU) y a continuación el proyecto de Ley Ómnibus, bautizado también como Ley de Bases y Puntos de Partida para la Libertad de los Argentinos, con su dramático corolario de pérdidas de derechos, aumentos de precios inasumibles, desregulaciones que borraban el papel protector del Estado, y referencias bíblicas que dibujaban un escenario de proporciones apocalípticas, ya eran muchos los que pensaban que Milei presidente, movido por las fuerzas del cielo en sintonía con determinados intereses terrenales, estaba haciendo realidad la agenda ultraliberal que soñaron gobiernos como el de Carlos Saúl Menem y Macri y que no se atrevieron o no pudieron ejecutar.

La amarga despedida del diciembre libertario

Tras la asunción el domingo día 10 y en tan solo 22 días, la stacanovista actividad de Milei había acumulado el paso del dólar de 366 a 800 pesos, la estatización de 30.000 millones de dólares de deuda privada, la subida del 37% del precio de la gasolina, la polarización de la ya dividida sociedad argentina, la puesta en marcha de un feroz plan de guerra contra los trabajadores y la clase media, la incorporación al gabinete de lo más representativo de la casta y de los fracasos políticos y económicos del pasado reciente, las marchas y contramarchas en nombramientos y decisiones erráticas en materia de  política exterior que provocaron el enfado de los dirigentes chinos y la renuncia a que Argentina forme parte del grupo de los BRICS. Por no recordar, además, la creación de líneas telefónicas de denuncias y delaciones contra las organizaciones sociales organizadoras de las marchas y de los actos de protesta, y el desmesurado incremento de los precios.  

Diciembre de 2023 será recordado durante años por los argentinos y dejará sin duda profundas heridas en el futuro inmediato del país austral. Un mes de pesadilla en el que el consumo registró una caída del 38,4% respecto al del mes de diciembre del año pasado, según la consultora Focus Market, la inflación mensual prevista se estima en torno al 30% y la anual entre el 210 y el 220%.

El consumo registró una caída del 38,4% respecto al mes de diciembre del año pasado

Diciembre se despidió con una montaña de preocupaciones añadidas a la crisis endémica que vive el país desde hace décadas. Preocupa la certeza del nuevo presidente sobre una teoría económica sostenida como verdad desvelada, sin fisuras ni alternativas, predestinada al éxito por mandato divino; preocupa su deriva autoritaria y su nula empatía con el sufrimiento derivado de las reformas que abocan a toda una generación de argentinos al desempleo, a la miseria y a la pérdida de derechos; preocupa el contexto de aceleración inflacionaria; preocupa las derogaciones de las leyes que garantizaban derechos y protecciones; preocupa la institucionalización de las relaciones argentinas con los partidos de la ultraderecha internacional y con personajes como Jair Bolsonaro, Viktor Orbán, Santiago Abascal y el europarlamentario de Vox Hermann Tertsch, presentes en el acto de asunción de Milei; y preocupan y seguirán preocupando las amenazas del mandatario de firmar cuantos megadecretos sean necesarios si el Congreso no aprueba la Ley Ómnibus y la concesión al presidente de facultades extraordinarias que lo convertirían en soberano absoluto. Y por supuesto preocupa, quizá con mayor intensidad, el probable brote de violencia que pueda surgir después del verano, cuando la mayoría de argentinos de todas las clases sociales –votantes o no de La Libertad Avanza, superen el estado de shock producido por el blitz de Milei y deban afrontar las gravísimas consecuencias de este primer mes que deja abierto un montón de grandes preguntas. ¿Qué harán el Congreso, la oposición, la Justicia y las instituciones amenazadas, silenciosas ante el bombardeo de reformas que amenazan de muerte las normas y leyes que constituyen los pilares de la arquitectura social argentina? ¿Rechazarán las Cámaras el DNU y la Ley Ómnibus por la manifiesta inconstitucionalidad de algunas de sus modificaciones?¿Se aprobarán parcial o en su totalidad?¿Conseguirá Milei imponer sus proyectos pasando por encima del resto de poderes y creando un conflicto entre poderes de difícil resolución?   

De este diciembre de infarto, probablemente el más vertiginoso de su reciente historia política, la Argentina de los 47 millones de habitantes y los 419.000 millones de dólares de deuda externa, de los sueldos medios de entre los 350 y 400 dólares en blanco y un trabajo negro que en la pequeña empresa alcanza niveles de hasta un 75-80%, sale aturdida, magullada, exhausta. Un mes de veintidós días que a la mayoría le ha parecido un lustro. Para millones de argentinos, las campanadas de Nochevieja sonaron a réquiem por la Argentina que habían conocido y que nadie puede imaginar cómo volverá a ser.

Més informació
Desde Argentina: nostalgia de lo que no fue
Hoy Destacamos
Lo más leido