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Ayudar a la ciudad, hacer tambalear los negocios

En Valencia, existe un colectivo que ha visto seriamente amenazada su supervivencia por la remodelación de la plaza Barón de Cortes

Plaza del Ayuntamiento de Valencia | iStock
Plaza del Ayuntamiento de Valencia | iStock
Valencia
16 de Diciembre de 2022
Act. 16 de Diciembre de 2022

Que Valencia es una ciudad más habitable, transitable y amable para las personas que viven en ella es evidente, más allá de los colores políticos que defienda cada cual. La peatonalización, la renaturalización y la creación de nuevos espacios verdes es medible. Como muchas personas dicen, dato mata a relato.

 

Sin embargo, lo que normalmente se realiza en pos del bien común siempre acaba teniendo (aunque sea temporalmente) algún damnificado. Y en la capital del Turia es un tema sempiterno en el que no se acaba de entender cómo pudiendo solventar pequeños inconvenientes se acaba generando un gran resquemor social.

Ocurrió en numerosos negocios que se vieron invisibilizados o que directamente se encontraron privados de acceso para sus clientes con obras como las de la Plaza de la Reina. Y ha vuelto a suceder en el barrio de Ruzafa, donde durante algo más de tres meses se trabaja en la remodelación integral de la plaza Barón de Cortes.

 

Lindante con el mercado municipal, a su alrededor, con una inversión de 308.000 euros se ha iniciado la actividad surgida de los presupuestos participativos 2018/2019, paralizados entonces por la pandemia primero y el plan de apoyo a la hostelería com ampliación de espacios de terrazas después.

Comunicó el consistorio que se había realizado un proceso de diálogo y participación abierto con los vecinos y vecinas del barrio, tanto para escoger los materiales de la repavimentación como para proteger la iglesia de San Valero y San Vicente Mártir, considerada Bien de Relevancia Local. Asimismo, la ampliación de la zona de juegos y la nueva zona de descanso evitarán el tránsito de vehículos hacia la plaza.

Existe un colectivo que ha visto seriamente amenazada su supervivencia por la remodelación de la plaza Barón de Cortes

Sin embargo, existe un colectivo que ha visto seriamente amenazada su supervivencia por dos motivos: el inicio de la actuación en una de las fechas de mayor afluencia de público y la nula respuesta municipal al perjuicio sufrido durante los 92 días previstos para las obras. En el entorno de la céntrica localización conviven cuatro locales de hostelería, cuyas mesas exteriores ocupan una parte de la misma. Y a los que no solamente se ha cortado el acceso en los días laborables, sino también sufren incongruencias entre las obligaciones municipales de creación de espacios y las que ellos deben tratar de afrontar con el vallado actual.

Plaza del Barón de Cortés en Russafa | Ayuntamiento de Valencia
Plaza del Barón de Cortes en Russafa | Ayuntamiento de Valencia

Un ejemplo es el restaurante Doña Petrona, que se ha visto obligado a prácticamente utilizar solo los últimos cuatro días de la semana para servir a su clientela. Los miércoles abre de 19 horas a 0:30. Los jueves y viernes, desde las 13 horas y sábados y domingos a las 10. Lo que supone casi dos días menos por semana. 24 menos en los tres meses previstos, con la facturación prevista que ello conlleva en Navidad. Una problemática que le ha obligado a reducir su personal, reorientar sus previsiones de resultados en un momento crítico para la gastronomía y tratar de equilibrar sus presupuestos generales de grupo a través de Fierro (su otro local) y las consultorías que realizan bajo la marca Tandem Gastronómico. Ellos que pueden, porque el resto de sus compañeros de espacio son negocios con un único local.

Pero no es esta la única inconsistencia a la que se enfrentan. Si bien la ley es muy clara con respecto a los espacios interiores y cómo deben adaptarse a personas con movilidad reducida, no parece ocurrir lo mismo cuando se trata de obras públicas. De hecho, el acceso a su restaurante apenas dispone de un pasillo de cincuenta centímetros, donde algunos empleados han corrido el riesgo de torcerse un tobillo; donde, obviamente, no podría acceder nadie en silla de ruedas.

Habrá mucha gente que diga que los ayuntamientos deben velar por la mayoría de las personas y que no pueden compensar a unas pocas por actuaciones que además son cortas temporalmente. Pero, ¿no debería empezar a plantearse que, en esos fondos aprobados en los plenos, se incluyera también una partida para compensar las pérdidas de quienes apuestan su dinero privado para contribuir con impuestos a la ciudad?