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El escenario energético después del gran apagón

Tarifas al alza, especulación o macrocentros de datos en medio de la nada son algunos de los efectos perversos de un sistema energético en plena mutación

La caída en cascada de la red eléctrica el pasado abril evidenció los riesgos de una transición energética inexplorada | iStock
La caída en cascada de la red eléctrica el pasado abril evidenció los riesgos de una transición energética inexplorada | iStock
Enric Llarch | VIA Empresa
Economista
Barcelona
28 de Octubre de 2025 - 05:30

Catorce euros es el aumento del recibo mensual medio de la electricidad desde el gran apagón de hace seis meses, según la OCU. Fue un fenómeno inédito en la historia moderna de la Europa occidental que nos muestra los riesgos de una transición energética inexplorada. Las diferentes comisiones de expertos han diagnosticado un elemento común en el apagón: las dificultades de la red y de los centros de producción para recuperarse después de la caída en cascada del mes de abril.

 

Como medida de seguridad, pues, Red Eléctrica de España ha optado por mantener en estado permanente de alerta varias centrales de ciclo combinado, las que generan energía a partir del gas natural. Aunque no entren en actividad, el hecho solo de tenerlas a punto para que puedan generar electricidad de forma inmediata se tiene que retribuir. Y de ahí la subida tarifaria.

La punta del iceberg

Una subida que solo podría ser la punta del iceberg. La proliferación de instalaciones renovables -sobre todo fotovoltaica y eólica- genera una producción mucho más descentralizada y la necesidad de una red de alta tensión mucho más capilar y dimensionada según la ubicación de los nuevos centros de generación eléctrica. Las grandes compañías de distribución pretenden financiar estas inversiones a cuenta del recibo que pagan los consumidores finales y, por lo tanto, es muy probable que asistamos a nuevos aumentos o recargos para adecuar la red.

 

Empresas y hogares en los últimos tres años hemos pasado de tener una de las electricidades más caras de Europa a tener una de las más económicas 

A medio plazo es muy cierto que empresas y hogares en los últimos tres años hemos pasado de tener una de las electricidades más caras de Europa a tener una de las más económicas si la comparamos con los países de la Europa occidental, nuestros principales socios y competidores. Esta es una ventaja competitiva inédita que, si se mantiene en el tiempo, podría generar cambios sustanciales en nuestra estructura productiva. Mientras tanto, sin embargo, a falta de suficientes estructuras de almacenamiento -básicamente baterías- nos podemos permitir el lujo de tener que desaprovechar una parte significativa de la electricidad producida de forma renovable -entre el cinco y el seis por ciento- para mantener operativas mínimamente el resto de fuentes alternativas.

Especulación y efectos perversos: autorizaciones y centros de datos

Como toda actividad en expansión acelerada -un 12% de nueva capacidad instalada en España en el último año-, asistimos a nuevos fenómenos no deseados y difíciles de prever de antemano. Muchos nuevos inversores entran de la mano de las renovables a un mercado -el de la producción eléctrica- que hasta hace cuatro días era controlado casi en exclusiva por las tres grandes compañías energéticas que tradicionalmente operaban en España.

Las limitaciones y retrasos al crear nuevos parques de renovables y de disponer de conexiones a la red han creado un segundo mercado en el que quien dispone de una autorización a menudo opta por revenderla a otro operador al que le falta. Es más, hay quien pide muchas más autorizaciones de las instalaciones reales que está dispuesto a hacer. Entonces vende las que le sobran y hace el primer negocio de esta manera. La administración ya es consciente y ahora intenta pedir suficientes garantías de la solvencia e interés real en las autorizaciones, pero es difícil evitar estos traspasos y estos comportamientos especulativos. En Catalunya, el tan criticado retraso en la implantación de renovables nos ha ahorrado de momento muchos casos de este tipo.

Un fenómeno similar empieza a pasar con los centros de datos, grandes consumidores de electricidad -y de agua, para enfriar los equipos. El auge de la inteligencia artificial -ya hay quien advierte que es una verdadera burbuja- provoca la necesidad de centros de datos de enormes dimensiones donde la IA pueda ejercitarse y responder a las demandas, aún incipientes, que hacen los consumidores. En todo caso, la fiebre por crear centros de datos aún está en auge. Hay estados, como los Países Bajos, donde se han establecido moratorias antes de conceder nuevas autorizaciones porque se lo quieren pensar mejor. Son instalaciones que, además de energía y agua, hacen un uso extensivo del suelo y, por lo tanto, buscan lugares donde este suelo sea barato, sea en Texas o en Aragón, un territorio, por cierto, que dice que produce el doble de energía de la que consume.

Las limitaciones y retrasos en crear nuevos parques de renovables y conexiones a la red han creado un segundo mercado en el que quien dispone de una autorización a menudo opta por revenderla a otro operador al que le falta

A pesar de los respectivos propagandistas, no está nada claro que estas grandes instalaciones sean muy capaces de impulsar nuevas actividades tecnológicamente avanzadas. El volumen de personal necesario para hacerlas funcionar será bastante reducido -y más, con la robotización de por medio- y solo requerirán grandes cantidades de trabajadores mientras las construyan. Una vez más, el negocio y el impacto seguro estará en el proceso de construcción. Una vez en funcionamiento, ya veremos quién está dispuesto a irse a trabajar en medio de la nada en actividades que obtengan ventajas competitivas de la proximidad física de un macrocentro de datos.

En todo caso, y pocos días después de la caída mundial del AWS de Amazon, se refuerzan las tesis de que vamos hacia un futuro híbrido, donde se combinaría la utilización de la nube -y, por lo tanto, de los macrocentros de datos- con la computación local, más inmediata y segura. Si esto se cumpliera, sería otro elemento para pensar que el auge de los centros de datos puede ser más efímero de lo que parece.

Potencia energética para exportar hidrógeno verde

La disponibilidad de grandes cantidades de energía renovable, más barata que la generada por combustibles fósiles, también es golosa para nuevas actividades intensivas energéticamente. Un ejemplo, del que ahora hace días que no se habla mucho, es el del hidrógeno verde.

La disposición de la Península Ibérica como gran generador de energía -eléctrica renovable y, eventualmente, de hidrógeno producido con estas renovables- para exportar al centro de Europa es un desiderátum que, de llegar a cumplirse, cambiaría los flujos energéticos tradicionales en el continente, donde los países del sur siempre han sido importadores netos de energía, sea del carbón británico primero o de la electricidad de las nucleares francesas después. Veremos en qué acabará quedando todo más allá del interés de los propietarios de la red de distribución -en España, Enagás- de continuar haciendo pasar alguna cosa por la amplia red de tuberías disponible.

Las resistencias al cambio

En el entorno europeo e internacional se producen movimientos contradictorios, propios del cambio tan profundo y acelerado como el que se propugnaba desde la UE. Por un lado, las protestas de los más afectados por esta transición energética hacia el abandono de las energías fósiles -sean agricultores y ganaderos, industrias automovilísticas o químicas- y el aprovechamiento político que hace la extrema derecha de este malestar creciente, impulsan a la Comisión Europea y a los 27 a suavizar y retrasar aquellos aspectos más espinosos de la transición energética. Como en todos los cambios tecnológicos acelerados, los líderes tradicionales se esfuerzan por ralentizar el cambio para poder adaptarse mejor y surgen nuevas iniciativas empresariales -sean autóctonas o foráneas- que intentan aprovechar la oportunidad e introducirse en unos mercados emergentes, con menores barreras de entrada -las economías de escala son más reducidas- que los mercados maduros.

Si esta resistencia al cambio tiene éxito -recordemos solo las trampas de Volkswagen para superar los controles de emisiones de sus motores diésel, mientras se retrasaba en el desarrollo de los vehículos eléctricos-, quizás será bueno a corto plazo para los afectados, pero a largo plazo les pasará factura. Ahora mismo, después del declive de la Tesla de Musk, el reinado de Volkswagen en Europa puede ser muy efímero ante la avalancha de vehículos eléctricos chinos, a pesar de los elevados aranceles impuestos.

La sustitución del gas licuado ruso

Decíamos que se producen movimientos contradictorios y así, la previsión de cortar del todo las importaciones de gas licuado ruso -que en España y en la propia Europa habían aumentado en pleno conflicto ucraniano- de aquí a catorce meses acelera la necesidad de reemplazar los combustibles fósiles como el gas por las renovables.

A corto plazo, se podrá sustituir el gas licuado ruso por el estadounidense, que es lo que quiere Trump

A corto plazo, se podrá sustituir el gas licuado ruso por el estadounidense, que es lo que quiere Trump. Este último es más caro y, por lo tanto, los incentivos para acelerar la transición energética son, por este lado, más elevados. El escenario no se quedará a oscuras, pero a pesar de las reticencias y los riesgos, la sustitución de los combustibles fósiles es irreversible.