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Europa ante el espejo energético: regular para liderar o ceder el futuro

La Unión Europea prevé que el mercado del hidrógeno renovable alcance los 800.000 millones de euros en 2050

Naturgy, Repsol i Reganosa proyectan un hub de hidrógeno renovable | iStock
Naturgy, Repsol i Reganosa proyectan un hub de hidrógeno renovable | iStock
Silvia Urarte
Fundadora y directora general de la consultora Conética
01 de Noviembre de 2025 - 05:30

Cuando Estados Unidos y Qatar enviaron una carta conjunta a Bruselas el 22 de octubre de 2025, advirtiendo de represalias energéticas si Europa endurece sus normas climáticas, el debate dejó de ser técnico. La sostenibilidad entró en el terreno de la geopolítica dura. La advertencia es clara: si la Unión Europea aprueba la nueva directiva de diligencia debida en sostenibilidad (CSDDD), podría perder suministro de gas natural licuado (GNL) y atraer menos inversión extranjera. Pero si no lo hace, corre el riesgo de perpetuar un sistema intensivo en carbono y vulnerable a los vaivenes globales. Un modelo cada vez más alejado de las exigencias del mercado, de la ciudadanía y de la propia narrativa institucional europea.

 

Los líderes empresariales no están al margen de este pulso. Son parte activa del tablero. Y su capacidad de anticipar, influir y adaptarse será clave para que Europa no regule a ciegas ni ceda por miedo. La directiva CSDDD exige a las grandes empresas identificar y mitigar riesgos ambientales y sociales en toda su cadena de suministro. No solo dentro de Europa. También fuera. Y eso cambia las reglas del juego.

Hoy, aproximadamente el 42% del GNL importado por Europa procede de Estados Unidos, y Qatar aporta cerca del 15%, con contratos a largo plazo que condicionan la capacidad de maniobra energética del bloque. Tras la invasión de Ucrania, las importaciones de gas ruso han caído más del 80%, lo que ha intensificado la presión sobre proveedores alternativos. Las amenazas actuales no son retóricas: son geopolítica pura. Y colocan a la UE ante un dilema que no puede resolverse con fórmulas simplistas ni con gestos simbólicos.

 

La CSDDD afectará a más de 13.000 empresas europeas y a 4.000 no europeas con operaciones en la UE

La CSDDD afectará a más de 13.000 empresas europeas y a 4.000 no europeas con operaciones en la UE. El coste de implementación se estima entre 0,01% y 0,14% de la facturación anual, dependiendo del sector y el grado de exposición internacional. A largo plazo, se prevé que esta directiva mejore la resiliencia operativa y reduzca riesgos reputacionales y legales, especialmente en sectores con cadenas de suministro complejas como energía, minería, textil y agroalimentario.

Regular con ambición implica más controles, más exigencias para las empresas y posibles tensiones con los proveedores. No regular significa aceptar un mercado que externaliza emisiones, vulneraciones sociales y dumping ambiental. Pero el verdadero riesgo no está en regular, sino en hacerlo mal. O peor aún: en no hacerlo y despertar demasiado tarde.

La salida no está en elegir entre sostenibilidad y competitividad, sino en diseñar políticas inteligentes. Transiciones por fases, incentivos a la innovación, reindustrialización verde, diversificación energética y defensa comercial estratégica son los pilares de una Europa que no se limita a reaccionar, sino que decide. Mecanismos como el CBAM, que penalizan el carbono importado, son ejemplos de cómo proteger la industria sin renunciar a los valores.

La Unión Europea prevé que el mercado del hidrógeno renovable alcance los 800.000 millones de euros en 2050

En paralelo, la OCDE estima que las economías que lideren la transición verde podrían captar hasta un 30% más de inversión extranjera directa en sectores industriales clave para 2030. La Unión Europea prevé que el mercado del hidrógeno renovable alcance los 800.000 millones de euros en 2050, lo que refuerza la urgencia de posicionarse con visión estratégica.

La sostenibilidad ya no puede abordarse como un gesto reputacional ni como una exigencia técnica aislada. Es una cuestión de poder, de arquitectura económica y de soberanía energética. Y en ese tablero, Europa no puede permitirse ingenuidades. Regular con ambición, exige inteligencia política, coordinación industrial y una lectura precisa de las dependencias que aún nos atan. No se trata de imponer ni de ceder, sino de afinar. De construir una transición que no castigue a nuestras empresas, pero tampoco las deje atrapadas en un modelo que ya no tiene futuro.

No se trata de regular o no. Se trata de si sabremos hacerlo sin desestabilizar lo que aún nos permite avanzar.