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De mono a robot: la Generación Beta y el contrato social de la sostenibilidad

La metáfora “del mono al robot” no habla de un final, sino de una transición; la IA no sustituye al ser humano, sino que lo complementa

Hoy, el entorno ya no es la naturaleza salvaje, sino un ecosistema hiperconectado | iStock
Hoy, el entorno ya no es la naturaleza salvaje, sino un ecosistema hiperconectado | iStock
Silvia Urarte
Fundadora y directora general de la consultora Conética
Barcelona
21 de Octubre de 2025 - 05:30

La evolución ya no se mide en milenios, sino en décadas. La transformación humana ha dejado de ser únicamente biológica para convertirse en digital, emocional y social. Desde el primer homínido que caminó erguido hasta el niño que hoy navega el mundo desde una pantalla táctil, cada generación ha sido un peldaño en esta escalera de cambio.

 

Darwin explicó cómo las especies se adaptaban al entorno para sobrevivir. Hoy, el entorno ya no es la naturaleza salvaje, sino un ecosistema hiperconectado en el que la inteligencia artificial y la sostenibilidad marcan las reglas del juego. Si Darwin despertara, seguramente no dibujaría su secuencia terminando en el Homo sapiens, sino en un ser híbrido, mitad humano y mitad máquina, que avanza con un orbe verde en la mano, símbolo de conocimiento, energía y esperanza.

La historia de la sostenibilidad también puede leerse como una historia de generaciones. La Generación Silenciosa, marcada por la guerra y la escasez, practicaba sostenibilidad sin nombrarla: reparar lo roto y reutilizar era supervivencia. Los Baby Boomers disfrutaron del consumo masivo, pero fueron también la primera generación en recibir alertas serias sobre los límites del crecimiento, con el Informe Meadows de 1972. La Generación X, en pleno tránsito al mundo digital, vio nacer en 1987 el concepto de “desarrollo sostenible” gracias al Informe Brundtland. Los Millennials empezaron a exigir coherencia y propósito a las empresas, haciendo de la sostenibilidad un criterio de elección personal y profesional. La Generación Z dio un paso más: convirtió la sostenibilidad en un movimiento social y político, con Fridays for Future como ejemplo de movilización global, mientras más del 60% de ellos afirma estar dispuesto a pagar más por productos sostenibles. La Generación Alfa, hoy en la infancia, nunca conocerá un mundo sin cambio climático ni sin digitalización: crece rodeada de inteligencia artificial, realidad aumentada y educación en sostenibilidad.

 

Y ahora, en esta segunda mitad de 2025, ya ha comenzado la historia de la Generación Beta (2025–2039). No hablamos de un futuro lejano, sino de bebés que están naciendo en un mundo hiperautomatizado, donde la sostenibilidad no será una estrategia reputacional, sino un contrato social y un motor económico. Para ellos, lo insostenible será inimaginable. Aprenderán a programar antes que a leer, se comunicarán con interfaces invisibles y crecerán en una cultura donde su valor no se medirá por horas trabajadas, sino por aquello que las máquinas no pueden replicar: creatividad, innovación ética, conexión emocional y regeneración de sistemas.

Los datos confirman que este escenario ya está en marcha. Para 2030, más del 30% de los fondos de inversión global estarán vinculados a criterios ESG, lo que representa más de 40 billones de dólares en activos sostenibles. La automoción avanza hacia la prohibición de motores de combustión en la Unión Europea en 2035. La energía vive un punto de inflexión: en 2023, la inversión en renovables superó por primera vez a la de combustibles fósiles. Y la alimentación se transforma con el auge de la proteína vegetal y las alternativas cárnicas, que caminan hacia un mercado estimado en 160.000 millones de dólares en 2030.

Para 2030, más del 30% de los fondos de inversión globales estarán vinculados a criterios ESG

La metáfora de “del mono al robot” no habla de un final, sino de una transición. La inteligencia artificial no sustituye al ser humano, sino que lo complementa. La sostenibilidad deja de ser un reto para convertirse en la condición de competitividad. Y la Generación Beta ya no es un horizonte distante, sino presente en construcción. La sostenibilidad no será el distintivo de la Generación Beta: será su aire. Lo que marcará la diferencia no es cómo se adapten ellos, sino cómo seamos capaces nosotros de anticipar su mundo y rediseñar nuestras organizaciones.