El gigante escandinavo

El fondo soberano de Noruega asegura ser propietario del 1,5% de todo el capital que cotiza en bolsa

Imagen de un paisaje natural en Noruega | iStock Imagen de un paisaje natural en Noruega | iStock

Cuando hablamos de fondo de inversión que controlan grandes empresas, enseguida pensamos en BlackRock o en Blackstone; cuando pensamos en fondos de inversión alimentados con los beneficios del petróleo, seguramente nos vendrán a la cabeza los del Golfo Pérsico, pero hay un vehículo inversor que cumple los dos requisitos (controla muchas empresas y proviene del petróleo) que no es ninguno de los que hemos mencionado: se trata del gigantesco fondo soberano de Noruega. Todo empezó en 1969, cuando en las costas noruegas se descubrió una de las más grandes bolsas de petróleo marino del mundo. La inyección de divisas en la economía de este país provocó un crecimiento muy fuerte y de manera casi instantánea, pero también surgieron los miedos a futuros desequilibrios.

Para conjurar este riesgo se empezó a llevar a cabo una inversión sistemática de los beneficios, que hizo un salto adelante cuándo, en 1990, se crearon las bases por el establecimiento de un fondo de inversión que tenía como propósito reinvertir el dinero en activos. Todos fuera del país. El gigante empezó a andar en 1996, cuando se realizaron las primeras aportaciones procedentes del petróleo. Fue bautizado como Government Pension Fund Global. En estos momentos, su patrimonio acumulado, fruto de aportaciones más rendimientos obtenidos (sean positivos o negativos), se enfila hasta los 1,3 billones de dólares (billones de los nuestros, no americanos). Con estas cifras no resulta extraño que sea uno de los fondos más voluminosos del planeta y que se permita presumir de participar en unas 9.000 empresas cotizadas de todo el mundo, que en términos de capitalización pesan cerca del 90% del total de los mercados.

Todo empezó en 1969, cuando a las costas noruegas se descubrió una de las más grandes bolsas de petróleo marino del mundo

Desde otro punto de vista, aseguran ser propietarios del 1,5% de todo el capital que cotiza en bolsa. Esta ingente cantidad de dinero la gestiona el Banco Central de Noruega (Norges Bank) a través de su división de gestión de inversiones, denominada Norges Bank Investment Management. El modelo de gobernanza es bastante complejo, cómo corresponde a un instrumento estratégico del país y que tiene que ser un eje central de su economía cuando los ingresos que proporciona el crudo empiecen a menguar. El escalón más alto es el parlamento noruego, que es quien establece, como poder legislativo, las normas del juego. Por debajo de ellos hay el ministerio de finanzas, que tiene atribuido el mandato de inversión y que es el responsable de convocar el llamado Consejo Ético. El siguiente nivel es más operativo y recae sobre el consejo de administración del Banco Central (Norges Bank), porque son los responsables de fijar los principios de inversión, que cómo veremos más adelante son realmente importantes. Finalmente, la parte más funcional, correspondiente a las decisiones concretas de inversión, es responsabilidad de la división de gestión de inversiones y en concreto de su consejero delegado. Esta persona es Nicolai Tangen, un financiero formato en Wharton que había hecho carrera en varias firmas de inversiones antes de ser fichado el 2020 para asumir esta gran responsabilidad.

Cómo decíamos, los principios de inversión de este fondo son muy relevantes porque, quizás para compensar que todos sus recursos provienen de un combustible fósil que será quemado en algún lugar del planeta, intentan ser muy estrictos en la actividad de las empresas donde invierten. En su cartera quedan excluidas compañías que estén vinculadas en violaciones de los derechos humanos, las que fabriquen armas o tabaco, las que tengan una actividad que degrade el medio ambiente o las que tengan prácticas laborales abusivas. Curiosamente, también tienen en la lista negra las firmas que se dediquen a la producción y distribución de cannabis con fines recreativos. En este sentido, el de las limitaciones, el fondo, regularmente, publica una lista con los nombres de las compañías excluidas, donde encontramos algunas de muy conocidas cómo Airbus (porque a través de una filial fabricó misiles nucleares para el ejército francés), Boeing (por su vinculación a la fuerza aérea americana), Philip Morris (por la producción de tabaco) o Wal-Mart (que por cuestiones de carácter laboral fue excluida en 2006, pero recuperada en 2019). Cómo es fácil de imaginar, si tienen tan claro donde no invertir, allí donde invierten, hacen un seguimiento exhaustivo, bajo aquello que se conoce como "inversión activista", es decir, no se limitan a recoger dividendos, sino que intentan influir en la gobernanza de la empresa en cuestión. Aquello tan de moda de los criterios ESG (medio ambiente, responsabilidad social y gobernanza) aquí toma un rol del todo central.

En la cartera del fondo noruego quedan excluidas compañías que estén vinculadas a violaciones de los derechos humanos, las que fabriquen armas o tabaco, las que tengan una actividad que degrade el medio ambiente o las que tengan prácticas laborales abusivas

Desde el punto de vista de la tipología técnica de las inversiones, un 70% está invertido en acciones de empresas cotizadas (más de 9.000 empresas de 63 países diferentes), un 28% en renta fija (cerca de 1.500 emisiones de 48 países), menos de un 3% en inmobiliario (unas novecientas propiedades directas en 14 países) y un residual 0,1% en instalaciones de energías renovables (se trata de una única inversión). En los últimos veinticinco años, el valor del fondo ha pasado de los 22.000 millones de dólares (1998) a los 1,3 billones indicados antes, con un pico el 2021 en que se llegó a los 1,4 billones de dólares. En el Estado español tienen posiciones en setenta y dos empresas diferentes, es decir, más del doble de las que hay en el índice selectivo Ibex-35. El volumen de la inversión asciende a más de 11.000 millones de dólares. A modo de ejemplo, son titulares de más del 3% del Santander, del 3,5% de Iberdrola o del 2% de Telefónica. No podemos saber ahora mismo si seremos testigos del final de la economía del petróleo, pero lo que es seguro que en un eventual nuevo paradigma mundial, los ciudadanos noruegos -beneficiarios últimos de esta grande masa de dinero- empezarán con los deberes hechos y una ventaja considerable sobre otras economías.

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