
Hace años que la economía circular se presenta como el antídoto al modelo económico lineal. Sustituir el modelo lineal de “producir, consumir y tirar” por un sistema donde los materiales se mantengan en uso durante más tiempo, se reutilicen y se regeneren ha parecido la vía obvia hacia la sostenibilidad. Pero mientras la narrativa se ha consolidado, la práctica avanza a paso lento. La pregunta clave hoy es: ¿estamos avanzando de verdad hacia una economía circular o el concepto corre el riesgo de quedarse en retórica?
El Circularity Gap Report 2024, elaborado por la fundación Circle Economy, ofrece una imagen preocupante: solo el 6,9% de los materiales utilizados en la economía global se reutilizan, una cifra inferior al 9,1% que se registraba en 2018. A contrario sensu, el 93% de los materiales que consumimos son de un solo uso. Es decir, no solo no avanzamos, sino que el mayor ritmo de crecimiento del consumo de recursos en comparación con el de adopción de la economía circular nos hace retroceder. Este dato evidencia que la economía mundial continúa profundamente arraigada en un modelo lineal, y que el crecimiento económico continúa tirando de la extracción de recursos primarios, con los impactos ambientales que esto conlleva.
Solo el 6,9% de los materiales utilizados en la economía global se reutilizan
Esta paradoja —entre el discurso de la circularidad y la realidad material— obliga a revisar qué entendemos por economía circular, cómo se está implementando y quién está realmente asumiendo responsabilidades.
Los expertos coinciden en que nuestra economía depende de forma crítica de los materiales. El modelo actual consume más de 100.000 millones de toneladas de recursos al año, con una dependencia creciente de sectores como la construcción, la movilidad o la electrónica. Y en muchos casos, los materiales utilizados acaban en vertederos o incineradoras después de un solo uso. Este despilfarro no solo tiene un coste ecológico, sino también económico.
El mismo Circularity Gap Report calcula que si se desplegaran estrategias circulares en sectores clave —como la edificación, la alimentación, la industria o la movilidad— se podrían reducir las emisiones globales de gases de efecto invernadero en casi un 40% y casi triplicar la tasa de circularidad global hasta el 17%. Las soluciones existen, pero aún no han alcanzado escala.
Es en este contexto que las empresas juegan un papel decisivo. En muchos casos, son responsables directos del diseño de productos, de las cadenas de suministro y de las decisiones sobre el final de vida de los materiales. Pero demasiado a menudo, las iniciativas de circularidad son anecdóticas, enfocadas en el márketing o limitadas a proyectos piloto.
Demasiado a menudo, las iniciativas de circularidad son anecdóticas, enfocadas en el márketing o limitadas a proyectos piloto
La transformación circular no puede ser un apéndice del departamento de sostenibilidad. Es necesario que se integre en el núcleo del modelo de negocio, redefiniendo cómo se crea, captura y distribuye el valor. Esto implica repensar desde el diseño del producto hasta los servicios postventa, pasando por la colaboración entre empresas para compartir activos, materiales o infraestructuras.
Algunos ejemplos inspiradores ya existen: empresas que ofrecen productos como servicio (por ejemplo, alquiler de ropa o equipamientos), plataformas de reutilización de activos industriales, fabricación con materiales reciclados o procesos que valorizan residuos como nuevos recursos. Pero el reto es hacer que estas prácticas se conviertan en norma, no en excepción.
Ahora bien, más allá de la responsabilidad ambiental, la economía circular puede generar ventajas competitivas reales y convertirse en un factor de diferenciación. Empresas que apuestan por modelos circulares pueden:
- Reducir costes operativos gracias a la eficiencia en el uso de recursos y el aprovechamiento de materiales secundarios.
- Diversificar ingresos mediante nuevos modelos de negocio basados en servicios (como el alquiler, la reparación o la reutilización).
- Incrementar la resiliencia ante crisis de suministro y fluctuaciones en el precio de materias primas.
- Mejorar la reputación de marca y fidelizar consumidores cada vez más exigentes con el compromiso ambiental.
- Facilitar la atracción y retención de talento (especialmente, el joven!) fruto de un propósito ilusionante como empresa vinculado a la sostenibilidad.
- Anticipar regulaciones futuras, ganando tiempo y posicionamiento en mercados emergentes.
La buena noticia es que el momento es oportuno. La emergencia climática, las tensiones geopolíticas y la inestabilidad de los mercados de materias primas están abriendo una ventana para modelos más resilientes y eficientes. La digitalización, las plataformas colaborativas y la presión creciente de los consumidores ofrecen palancas reales para escalar soluciones circulares.
Pero el tiempo juega en contra. Si la circularidad ha de ser una respuesta transformadora, será necesaria más ambición, más regulación, más inversión y una apuesta decidida por repensar cómo producimos, cómo consumimos y cómo medimos el valor.
La economía circular no es solo una cuestión ambiental. Es una nueva forma de entender la economía. Y solo avanzaremos si dejamos de verla como una opción y la empezamos a entender como una necesidad y apuesta estratégica con visión de futuro.