El mar que podría ahogarnos

¿Podemos vivir con buena parte del país bajo el nivel del mar, como lo hacen los holandeses?

El eventual deshielo de los polos, sobre todo del Ártico, plantea todo tipo de hipótesis sobre su alcance | AMB El eventual deshielo de los polos, sobre todo del Ártico, plantea todo tipo de hipótesis sobre su alcance | AMB

La subida del nivel del mar es uno de los efectos más desconocidos y, por eso, más inquietantes del impacto del cambio climático. El eventual deshielo de los polos, sobre todo del Ártico, plantea todo tipo de hipótesis sobre su alcance y, especialmente, su velocidad. No es lo mismo que el nivel del mar suba un metro y medio o dos o que lo haga cuatro o cinco. Y también será muy diferente si el aumento se produce en veinte años o en 200. Solo hay un aspecto en qué todos los científicos coinciden: la inercia desencadenada de aumento del nivel del mar es irreversible, incluso aunque fuéramos capaces de parar ahora mismo, y por completo, todas las emisiones que recalientan el planeta.

Metros, décadas y temporales

Este aumento, además, irá presumiblemente acompañado de fenómenos desconocidos en las zonas tradicionalmente templadas debido al incremento de la temperatura de las aguas del mar. Temporales de grandes dimensiones y huracanes mediterráneos ya han empezado a menudear, con graves afectaciones en el territorio, sobre todo en la línea de la costa. Todos tenemos todavía presente el temporal Gloria, de enero del 2020, que impactó muy severamente en los ecosistemas costeros -inundaciones y rotura de la barra del Trabucador en el delta del Ebro o las zonas bajas del Ter y la Tordera- y en muchas de las construcciones -paseos marítimos y edificaciones destinadas al ocio- de primera línea de mar. No deja de ser curioso que ahora haya quien argumente que solo un temporal como el Gloria podría acabar de forma sustancial con la falta de reservas de agua que genera la sequía actual. Pronto hará cuatro años.

El nivel del mar como factor de prosperidad o decadencia

En el mismo Mediterráneo, pero, ya tenemos ejemplos históricos que la evolución del nivel de las aguas llevó a la ruina prósperas ciudades que basaban la prosperidad en su puerto. Desde las de Asia Menor -Efes mismo tenía puerto- hasta más recientemente Pisa. En unos casos la ciudad acabó abandonada y en otros entró en clara decadencia y conquistada por los vecinos. Es cierto que también intervinieron otros factores, como los sedimentos de ríos que cegaban las bahías donde se levantaban los puertos. Pero en todo caso, todo fenómenos ambientales.

Nadie se plantea que el Port de Barcelona, por ejemplo, pueda llegar a ser inutilizado por los sedimentos

Hoy, pero, nadie se plantea que el Port de Barcelona, por ejemplo, pueda llegar a ser inutilizado por los sedimentos o que la ciudad tenga que perder la mitad de la superficie por un eventual aumento del nivel del mar. Son costes que a estas alturas nadie estaría dispuesto a soportar. En Italia han hecho muchos esfuerzos para proteger las edificaciones históricas venecianas construidas sobre estacas de madera en la laguna. A pesar de los atrasos, los sobrecostes y las mafias, el faraónico proyecto Moisés de barreras móviles parece que empieza a funcionar razonablemente.

¿Un aeropuerto ampliado e inundado?

Las dos variables que comentábamos antes, alcance del aumento del nivel del mar -con frecuencia e intensidad de los temporales incluida- y lapso de tiempo en que se consolidará este aumento son determinantes para establecer con qué tipo de herramientas hay que afrontar el fenómeno y qué costes somos capaces o estamos dispuestos a soportar para resolverlo. Hay quien avisa que el mismo aeropuerto de Barcelona puede quedar fácilmente inundado. No hemos oído decir nada ahora que se habla de ampliarlo, incluso con propuestas tan osadas y presumiblemente serias de soluciones sobre el mar.

Hay quien avisa que el mismo aeropuerto de Barcelona puede quedar fácilmente inundado

Es cierto, pero, que el mismo aeropuerto de Schiphol, en Ámsterdam, está cinco o seis metros bajo el nivel del mar y construido encima de donde había un lago. El problema vuelve a ser el coste de hacer funcionar una infraestructura con estas condiciones, sobre todo si empeora rápidamente y se ve sometida a fenómenos huracanados con asiduidad. Ahora mismo, Adif acaba de terminar el reforzamiento de los espigones de la línea de costa en determinados tramos del Baix Maresme para defender las vías del tren. Por ahora se considera que la alternativa de desplazar la vía hasta el interior, como desde hace décadas plantean determinados colectivos de la zona, sería mucho más cara y mucho más compleja. Por lo tanto, espigones aquí y allá. Y si queda cortada la línea unos días -como con el Gloria-, pues también el aeropuerto de Múnich ha quedado colapsado por una gran nevada hace pocas semanas.

La opción de la deconstrucción

Ahora, pero, desde el ministerio de Transición Ecológica dicen que ya están cansados de pagar cada año reparaciones en los paseos marítimos afectado por los temporales y rellenos de arena en las playas, que cada año acabamos volviendo a perder. Así lo han planteado a varios municipios litorales del sur de Catalunya. Sin duda, la deconstrucción, tendrá que ser una de las alternativas para apaciguar el aumento del nivel del mar y los temporales asociados. Desmontar un paseo marítimo y devolver las franjas dunares que caracterizaban gran parte de nuestra costa puede -habrá que confirmarlo en la práctica- disminuir el alcance y la gravedad de los temporales. Y también puede ser fácilmente aceptable si se explica como es debido y el paseo hormigonado queda sustituido por pasarelas de madera que no generen efectos barrera.

El problema viene cuándo, además del paseo, hay toda una hilera de edificaciones y de propietarios eventualmente afectados por estas deconstrucciones. Lo sabemos de la ley de Costas, probablemente el mejor legado del Borrell ministro. Después de más de treinta años, todavía hay edificaciones sobre la misma playa que se amparan en concesiones, negocios y servicios ancestrales para no desaparecer tal como preveía la ley.

Una cuestión de costes

Por lo tanto, volvemos al mismo lugar: los costes -económicos, sociales y de riesgo- de implementar un tipo de soluciones u otras en la defensa de la línea de costa. Podemos vivir con buena parte del país bajo el nivel del mar, como hacen los holandeses. La tecnología constructiva lo permite. Ahora mismo, por ejemplo, el Liceo reconstruido, asienta los cimientos sobre una capa freática que hay que bombear permanentemente para que el edificio no se hunda. Ahora, no todo es el Liceo ni disponemos de los mismos recursos por metro cuadrado.

Los mismos holandeses -Países Bajos, oficialmente dicen ahora- que históricamente han luchado contra las inundaciones y que durante siglos invirtieron ingentes cantidades de recursos para protegerse, hace décadas que abandonaron el proyecto de rescatar del mar lo que quedaba del Zuiderzee, el gran golfo de escasa profundidad del cual habían desecado la mitad sur para extender su superficie de cultivo. Consideraron que ambientalmente y económicamente no era recomendable acabar el proceso comenzado hacía tantos años.

Podemos vivir con buena parte del país bajo el nivel del mar, como hacen los holandeses

A pequeña escala, nosotros y tantos otros países hemos hecho lo mismo. El delta del Ebro, en tiempo de los romanos, no existía y Carles III quiso construir el gran puerto del valle del Ebro en Sant Carles de la Ràpita. Todo el Poblenou de Barcelona era tierra de maresmes, donde la industria del ramo del agua -los estampados- aprovechó las lagunas dulces para implantarse. Y así podemos ir resiguiendo la costa con un ejemplo tras otro.

Que el nivel del mar no consolide la quinta provincia

Hará falta, pues, tomar en cada caso las decisiones más adecuadas que tienen que ver tanto con los costes económicos como la eficiencia de las soluciones a adoptar. Y tenemos que evitar que la quinta provincia -precisamente el tramo de dominio marítimo-terrestre, por definición en manso del Estado - acontezca un cuerpo extraño en el resto del país, sometido a decisiones tomadas a 600 kilómetros, allí dónde, por ejemplo, hay la Dirección General de Puertos del Estado. En todo caso, la única alternativa inviable es no hacer nada.

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