El paisaje del día después

Las verdaderas soluciones dan mucha pereza y para evitarlas buscamos falsos culpables o defendemos falsas soluciones

En Dinamarca muestran con orgullo sus molinos de viento al frente del mar | iStock En Dinamarca muestran con orgullo sus molinos de viento al frente del mar | iStock

El informe dirigido por Nicholas Stern y publicado en 2006 cambió el paradigma de la lucha contra el cambio climático. Según aquel informe, el calentamiento global nos traería unas pérdidas económicas más allá de lo que hasta entonces podíamos imaginar. El cambio climático dejaba de ser un tema de creencias o de cuatro científicos despistados. El cambio climático pasaba a ser un problema de costes. Así, el cambio climático empezaba a dar miedo. Hoy, estamos en medio de la gran sequía, del calor creciente, de los temporales destructivos, del deshielo evidente de los glaciares y de una línea de costa que cada vez es más difícil defender. Hoy, el cambio climático da mucho miedo. Sin embargo, no hemos convertido el miedo en fuerza transformadora. Sabemos que la causa principal del calentamiento global es la combustión de combustibles fósiles.

Pero, las verdaderas soluciones dan mucha pereza y para evitarlas buscamos falsos culpables o defendemos falsas soluciones que no son más que cosmética para tranquilizar conciencias. En Catalunya, el país del No a todo, hemos buscado mil excusas para no hacer los deberes, ya que hacerlos implica molestar a los futuros votantes. Ni siquiera hemos intentado un pacto de país entre todas las fuerzas políticas sensatas para hacer pedagogía a la ciudadanía y planificar la lucha real contra el cambio climático. Por el contrario, nos hemos atrevido a hacer una ley que admite la destrucción de tierras de regadío para poner placas solares. Un grave error cuando ya se avecina que la producción de alimentos será el elemento más crítico de la crisis climática. Las áreas con mayor potencial para la energía eólica son el Empordà y el Delta de l'Ebre. Hablo con un buen amigo del Empordà y niega apasionadamente los molinos de viento a 17 o más kilometros de la costa.

En Catalunya, el país del 'No' a todo, hemos buscado mil excusas para no hacer los deberes, ya que hacerlos implica molestar a los futuros votantes

 

 

El argumento es que él ama el Empordà. En el Delta de l'Ebre tampoco podemos poner molinos, porque hay pájaros, en lugar de buscar soluciones para impedir daños en las aves no ponemos molinos. Poner placas solares en terrenos marginales tampoco porque es más caro o porque allí recuperaremos la agricultura que habremos destruido en los terrenos de regadío. Ponerlas de manera totalmente compatible en áreas protegidas en defensa de las aves (ZEPA) tampoco, por razonamientos que, aunque no tienen un apoyo científico, nos sentimos más tranquilos defendiendo dogmas estéticos. Obligar por ley llenar de placas solares en todos los edificios industriales o residenciales en el seno de un plan con recursos para realizarlo tampoco interesa, ya que molestaríamos a demasiada gente.

El Plan actual (o mejor decir el No-Plan) que tenemos de momento es poner los raíles por delante y ya veremos cuando falten alimentos. Queremos resolver el cambio climático sin molestar a nadie, sin costes y en defensa obvia de nuestro paisaje de siempre. Mientras tanto, silenciosamente, el cambio climático va modificando el paisaje, los bosques se mueren, algunos cultivos se hacen imposibles, la nieve cada vez es más escasa, los ríos llevan menos agua, cambia el color del país.
Me invitaron a un debate sobre la viña en el Penedès. Entre los campesinos hay un sentimiento de gran pesimismo y no les faltan argumentos. La sequía y el calor enturbian la imagen del futuro. Pero hay que recuperar el futuro, no para adaptarse a una nueva situación climática, sino para contradecirla. Hay que arrimarse al realismo, pero huir del pesimismo. El mundo avanza en conciencia y en soluciones, aunque hoy sean insuficientes.

La ciencia y las tecnologías están adivinando soluciones, pero todavía da pereza aplicarlas. Sin embargo, las consecuencias crecientes del calentamiento global acabarán imponiendo las mejores opciones, las costosas, las desagradables pero las que llevan la esperanza en su zurrón. Pero, mientras tanto, hay que sumarse a las soluciones necesarias y posibles hoy. En medio del debate con los campesinos de la viña del Penedès propuse estudiar el posible interés de la agrivoltaica. Así como la destrucción de terrenos agrícolas productivos para poner placas solares es una barbaridad; para determinados cultivos la combinación de placas solares y cultivo puede ser una combinación sinérgica, en tanto que las placas solares paran el calor sobre los cultivos, limitan la evaporación e incluso pueden mejorar la respuesta en calidad del cultivo. Es un tema que hay que estudiar en el caso de la viña, contrastando ventajas e inconvenientes, desde una opción planificada en el seno de las políticas de país.

Ante la propuesta se plantearon problemas de costes. Sin embargo, hay que darse cuenta de que los costes de no hacer nada son muy superiores. Pero el argumento definitivo fue el paisaje. ¡Cómo atreverse a estampar el Penedès de placas solares! ¡Cómo atreverse a poner molinos de viento en el Empordà! ¡Cómo atreverse a modificar mi postal al abrir la ventana!
La revolución industrial transformó el paisaje y lo llenó de fábricas de las que la gente se sentía orgullosa ya que detrás había progreso. Hoy, con argumentos sobrados, rechazamos aquel paisaje al que acompañaba la polución y la contaminación. En los años sesenta nos enamoramos de los scalextrics en las carreteras, hoy si podemos los destruimos. Pero por razones de progreso en Dinamarca muestran orgullosos sus molinos de viento en el mar.

Hay que darse cuenta de que los costes de no hacer nada son muy superiores

Al igual que en La Mancha los molinos históricos son patrimonio nacional. El paisaje de los espacios agrarios ya ha cambiado, las granizadas nos obligaron a proteger los cultivos y ahora la imagen ya no nos parece desagradable, sino al contrario. El cambio climático nos condicionará muchas cosas, una de ellas el paisaje. Debemos ser conscientes de ello, tenemos que estar preparados y actuar. O creamos el paisaje para contradecir el cambio climático o éste se cuidará de destruir el paisaje que ahora queremos defender. Hay que dejar la estupidez de no hacer nada o de hacer ver que hacemos algo mientras no hacemos nada efectivo. Llega la hora de empezar a decir sí a las soluciones. Necesitamos un país del  al futuro.

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