• Economía
  • "Si todo es mercancía, ya no hay nada"

"Si todo es mercancía, ya no hay nada"

Marina Garcés y David Fernández debaten en el Ateneu Barcelonès los orígenes de las múltiples emergencias del mundo contemporáneo y los sistemas que las provocan

3876888
3876888
Barcelona
17 de Febrero de 2022
Act. 17 de Febrero de 2022

En uno de sus últimos seminarios a la Universidad de Warwick antes de suicidarse, MarkFisher – el par de ojos que mejor ha mirado la realidad de la maquinaria tardocapitalista de las primeras décadas del siglo XXI – recordaba un viejo anuncio de Apple en los 80 como analogía del papel del deseo en la organización económica contemporánea. El rol de la cultura, y de la autoreivindicada contracultura de la década, en la revolución que tuvo como cara visible Thatcher y Reagan y que se pensó en una cueva del midwest, era central, según el pensador británico. A partir de operaciones como este anuncio – estéticas, mediáticas, académicas y de Estado – se construye de forma asimétrica una manera de desear, de querer, ligada a las pulsiones productivistes de un capitalismo obligado a crecer. El spot, dirigido por RidleyScott, establece, según Fisher, "que no hay deseo para nada más, que solo hay deseo por y en el capitalismo".

 

La clave para el enfrentamiento contra la desigualdad, la injusticia material y la violencia económica de esta iteración del modo de producción, según lee MarinaGarcés, reside en reformular ese deseo, y las palancas materiales a las que va ligado. "¿Qué quiere decir decrecer? – se pregunta la profesora de la UOC – ¿quiere decir que se tiene que contar con menos? ¿O quiere decir que queremos más vida, más buena, más rica?". El Ateneo Barcelonés ha recogido las reflexiones de Garcés, acompañada por DavidFernández, en un acto organizado por la sección de filosofía de la institución y moderado por Ariadna Romans en que se ha explorado, entre otras cosas, el papel de aquello que queremos, individual y colectivamente, en el sostenimiento de las opresiones del presente. La premisa, para Garcés, es un combate por el sentido: "Reivindicamos que podemos redefinir los límites del mundo si los podemos hacer nuestros", atia la académica y militante.

Fernández: "La desigualdad es una decisión política sostenida en el tiempo"

Ambos contertulios establecen un lugar común donde conviven la crítica sistémica y la construcción de alternativas. "Que la política no tenga capital para intervenir a la economía no es una fatalidad, es una decisión", propone Fernández. La activa cancelación de las alternativas, materiales y prospectivas, y la naturalización de los efectos del capitalismo – si es que este es algo más que sus efectos – en términos de pobreza, es la clave para el mantenimiento de estas brechas, según los ponentes. "La desigualdad es una decisión sostenida en el tiempo", añade el exdiputado, que encuentra en Garcés una aliada a la hora de definir este conflicto. La pensadora sugiere una crítica a las tendencias analíticas de la observación de la injusticia social. "Hace muchos años que nos hemos acostumbrado a hablar del crecimiento de la desigualdad como el crecimiento de un niño o de un río cuando llueve". Entender el sufrimiento como algo externo a la misma organización social, advierten, es una consecuencia de mecanismos de mantenimiento de este sufrimiento, necesario para el progreso dentro de los parámetros del modo de producción.

Garcés, de la mano del discurso sobre la desigualdad de Jean Jacques Rousseau, contempla la credulidad ante el poder del otro y ante la misma diferencia – "de ella distinción, de la distinción, privilegio" – como uno de los principales mecanismos de su reproducción. Estas creencias se han hecho materiales intermediando, por ejemplo, "un lenguaje común que hemos ido repitiendo", y que legitima, si no crea, algunas de las realidades criticadas. La profesora pone como ejemplo la idea de vulnerabilidad, que se ha convertido en un sustituto discursivo de la pobreza. "El pobre ha sido explotado, expoliado, excluido; el vulnerable, el problema lo tiene él". La ofensiva contra la imaginación pasa en buena parte por estas operaciones de significado, y ha llevado a menudo a los proyectos y discursos alternativos a recluirse en aquello que pueden controlar. Parte del discurso de los cuidados representa, según Garcés, esta tendencia: si el sufrimiento provocado por la violencia económica es irreversible, la alternativa es únicamente curar sus males. "¿Hasta dónde nos tenemos que cuidar y dónde tenemos que empezar a enfadarnos?", cuestiona la académica.

 

La estructura está en casa

"El espejismo de un solo pueblo ya no es así", narra Fernández, que recuerda cómo las desigualdades en Catalunya se han agudizado en los últimos años. Antes de la pandemia, el informe Foessa ya alertaba que más de un 20% de la sociedad catalana estaba en riesgo de exclusión social – una magnitud que se ha elevado hasta el 29% en la actualidad, cerca de un tercio de los ciudadanos del país. "Solo un 33% de la sociedad vive en patrones de plena integración social", analiza el que fuera diputado por la Candidatura de Unidad Popular en el Parlament. Esta cifra, además, se da una vez aplicadas las medidas de protección social vigentes en Catalunya y el Estado español, sin las cuales la cifra de riesgo de exclusión podría crecer en más de 10 puntos porcentuales. Estas cifras prueban lo que, como cuenta Fernández, analizó el relator para la pobreza extrema de la ONU PhillipAlston, que a principios de 2020 llegó a afirmar que "a pesar de ser un país rico, España vive en la pobreza generalizada".

Garcés: "Cuando las voces del poder sacan a pasear la moral, temblamos"

"El sistema de protección social español está roto", alerta Fernández, que observa una falta de sistemas públicos de apoyo que se puede remontar a "40 años de doctrina neoliberal e individualismo salvaje". Las instituciones, además, no llegan allá donde tienen que llegar, cosa que agudiza el problema y hace la brecha más profunda. Según confirma el activista, el Ingreso Mínimo Vital del Estado solo llega al 13% de los ciudadanos que tendrían derecho, mientras que la Renta Garantizada de Ciudadanía catalana no logra un tercio de su población potencial.

Fernández apunta, además, a la "desvergüenza" de unas élites económicas y financieras que están detrás de las operaciones que provocan esta desigualdad mientras la lamentan y afirman querer erradicarla. El exdiputado recuerda una reciente intervención del presidente de la Fundación 'La Caixa' IsidreFainé, en qué afirmó que el progreso económico sin igualdad no es aceptable moralmente – un episodio que lo hizo "estar a punto de trucar al CAP". En este sentido, Garcés alerta contra las pulsiones caritativas del poder económico. "Cuando sus voces sacan a pasear la moral, temblamos", avisa la filósofa, que comparte con Fernández una máxima que consideran aplicable a la estructura económica catalana, española y de todo el mundo: "puede haber concentración de la riqueza o puede haber democracia; las dos cosas a la vez, no".

¿Qué hacer?

"La victoria más grande del neoliberalismo es habernos instalado en un régimen general de indiferencia". Los mismos procesos que han generado conscientemente las profundas desigualdades son los que ahogan, así, las propuestas que se hacen contra ellas. A pesar de que la articulación de grandes luchas sistémicas es complicada y requiere de un ciclo de movilizaciones muy concreto para imaginarse, la receta queda clara: la asunción de la colectividad como espacio prioritario de actuación, frente "el hiperindividualismo" imperante.

"La victoria más grande del neoliberalismo es habernos instalado en un régimen general de indiferencia"

Garcés anima a, si no mirar atrás, sí recoger los posos de décadas de luchas que, pese a las derrotas, continúan siendo valiosas para la construcción otros mundos. "No vamos cortos de ideas, de ganas, de legados ni repertorios; no es puede ser tan injusto con nuestra historia", defiende. Por este mismo camino, Fernández reivindica el papel del cooperativismo, especialmente extendido en Catalunya, como traducción de esta colectividad a los asuntos económicos, y como herramienta contra la concentración de la riqueza. "Si vas por las comarcas y te encuentras cooperativas de pan, de vino, de aceite, de vidrio; seguramente es porque en algún momento un señor tenía todo el pan, el vino, el óleo o el vidrio, y la comunidad se organizó para contrarrestarlo".

La necesidad de crear pequeños mundos colectivos dentro del gran mundo del capitalismo responde, de hecho, a una muchedumbre de derrotas que los movimientos emancipatorios han sufrido a lo largo de las décadas, que, apiladas, han dado a una "contrarevolución", como identifica Garcés. El momento de involución, en sentido material, simbólico y democrático que sufren las sociedades contemporáneas se puede navegar y combatir, comparten ambos, precisamente repasando esta genealogía de resistencias. "Hay un magma de resistencias cotidianas, que muchas son formas colectivas que salen adelante la vida de mucha gente en todo el mundo", analiza Garcés. El campo de batalla, pues, está abierto, y la pregunta al aire, así, es "qué sabemos a partir de aquí y qué podemos hacer".