El milagro histórico del alargamiento de la vida humana choca con la incapacidad para integrar al colectivo sénior. La sociedad no sabe cómo encajarlo y a menudo se queja de que es demasiado caro. Mientras no llega la nueva ley que reafirmará los derechos de las personas mayores, hay que recordar que la economía de plata o silver economy es una oportunidad de negocio público-privada y no un problema. Liberar el talento de los mayores no es solo rentable socialmente sino que salva la economía de los países.
En caso de haber vivido en 1800, 1900 o en 1950, ni de lejos habría llegado a la edad que tengo: en 1800 la esperanza de vida era de 30 años, en 1900, de 35 años, y en 1950, de 62 años; en 2000 da un subidón impresionante hasta los 79 años y este año a 84 años, una de más avanzadas del planeta. No habría cambiado demasiado la situación si fuera de otro país de la Unión Europea y aún me hubiera muerto mucho antes si mi madre me hubiera engendrado fuera de Occidente. Esto de la tercera edad, los abuelos, la edad de plata, los ancianos, los viejos, los pensionistas, los jubilados, los mayores, los sénior -o como la OMS recomienda llamarlos personas mayores o gente mayor-, es de hace cuatro días y esta sociedad no sabe cómo gestionarlo.
Las generaciones de los baby-boomers y de la mayoría silenciosa, que ahora tienen entre 75 y 100 años, son un bulto que le ha surgido a la historia gracias al desarrollo científico y tecnológico de las últimas décadas que ha producido mayor riqueza y más y mejores puestos de trabajo para muchos. Lo ha traído el estado del bienestar. La revolución sanitaria, la mejora de la alimentación y de los hábitos cotidianos, el aumento del nivel educativo... han modificado sustancialmente las condiciones y los estilos de vida y son los culpables de este beneficio.
Esto de la tercera edad, los abuelos, la edad de plata, los ancianos, los viejos, los pensionistas, los jubilados, los mayores, los séniors es de hace cuatro días y esta sociedad no sabe cómo gestionarlo
Mientras todo iba a caballo del aumento de los ingresos personales y familiares, los mayores se han podido aprovechar: el desarrollismo español les permitió a muchos, trabajando arduamente, hacerse un buen ajuar -casa, coche, vacaciones, formación a los hijos y cuatro acciones de bancos o empresas del capitalismo popular-. Efímero periodo que duró hasta que han llegado los veinte últimos años fatídicos en los cuales se han visto atrapados por los grandes cambios económicos, digitales, culturales y de valores; probablemente ellos son entre los más perjudicados porque se avanza hacia una sociedad en la cual a los mayores se les deja al margen.
Desaparecen los referentes
Desaparece gran parte de sus referentes sociales. La transformación digital cambia la forma de hacer negocios y de trabajar. El desbarajuste de valores lleva al colectivo hacia una debilidad, precariedad y soledad desconocidas en toda la historia. La muestra más cruel es la de este valenciano de 86 años que permaneció muerto en su casa durante quince años sin que nadie se diera cuenta: descanse en paz el señor Antonio (1924-2010). El modelo patriarcal en el que el mayor era respetado y socialmente valorado ha dado paso a otro que lo excluye: una es la burbuja de la vida real de todos los grupos sociales conectados entre sí y otra la de la vida apartada de la gente mayor. Menos mal que los gobiernos de izquierda han mejorado sustancialmente las pensiones, aunque si las desglosamos el 40% de los jubilados perciben menos de 1.000 euros, otro 40%, entre 1.000 y 2.000, y no llega al 20% los que ganan por encima de los 2.000 euros.
Está en marcha un anteproyecto que pretende consolidar los derechos de las personas mayores. A la dignidad y a la no discriminación. A la autonomía personal. A la salud y a la atención social. A la seguridad económica. A la participación activa en la vida social, cultural y política. Al aprendizaje y la cultura. Todos estos aspectos significan un paso adelante en la línea de la Convención Internacional sobre los Derechos de las Personas Mayores de la ONU, hacia el reconocimiento de la violencia y el maltrato a personas mayores, el derecho a decidir el lugar de residencia, el apoyo personalizado y los recursos tecnológicos necesarios para envejecer en casa; y la simplificación administrativa para acceder a prestaciones y ayudas.
En esta línea de actuación, mientras se promulga la nueva legislación teniendo en cuenta los avatares de la política, se impone un triple cambio de relato. El primero, en el ámbito personal, para que el colectivo pase del envejecimiento y de la imagen compasiva a la autoconfianza y a la revalorización de la sabiduría y la experiencia como rol social: es decir, empoderamiento. El segundo, en el ámbito de las empresas, para que se armonice la edad de jubilación al plan de carrera, se evalúe por competencias y no por edad, y se fomenten políticas de diversidad de edad y formación continua de forma permanente. Y el tercero, en el ámbito público, para que se avance en los derechos integrales, se libere la edad de jubilación a la vez que se crean los mecanismos de verdadera autonomía personal, impulsando la formación digital e incentivando la contratación de los mayores de 50 años.
Escuchando a los grupos de la gente mayor, se trata de que salga del rincón de pensar donde la sociedad les ha castigado y recupere la autoría social. Aparte de garantizar una transición tranquila y personalizada a la jubilación, aprovechando su talento, hay carencias inmediatas en la atención domiciliaria y en la integración de los servicios sociosanitarios; en el apoyo tecnológico en el hogar, en la profesionalización de los cuidadores que queda en manos de los recién llegados sin ningún tipo de preparación; y en la construcción de residencias de nueva generación cercanas a los domicilios, microllars age-friendly o coliving, que en el Estado tienen un déficit hasta 2035 de entre 120.000 y 240.000 plazas y en Cataluña 80.000 -todo ello para llegar a la ratio de cinco plazas por 100 mayores, según la Asociación de directores y gerentes de Servicios Sociales-.
El negocio de la silver economy
La silver economy no es un lastre, sino un buen negocio público y privado. Para el sector público, que debe garantizar las pensiones que de aquí a 2050 pasarán del 12,7% al 16,1% del PIB (AIReF), y buscar formas que animen a los trabajadores y a las empresas a ahorrar con mejores condiciones fiscales a lo largo de toda la vida laboral. La incorporación activa de los mayores aumentará el gasto vía consumo, reducirá el coste sanitario y recuperará recursos económicos vía impuestos cuando antes significaban solo un gasto. Para el sector privado, solo hay que recordar que la UE trabaja en un escenario 2050 en el que el 32% de la economía europea será de plata de acuerdo con el desarrollo de los siguientes pilares: asistencia sanitaria y bienestar; tecnología e innovación; ocio y estilo de vida; y servicios financieros. Una inversión privada que se sitúa del orden de los 25.000 millones de euros. Hay negocio para rato.
La 'silver economy' no es un lastre, sino un buen negocio público y privado
Empoderamiento significa reincorporar a los mayores a la participación activa en la empresa -en tareas diferentes, como en las kaishes japonesas-, pero no desaprovecharlo; crear espacios de mayor sociabilidad; e innovar en actividades de cultura, deporte y viajes mucho más allá del compasivo el Imserso. Como hay mucha vida laboral después de los 65 años, mientras no se juntan y se reconducen estos esfuerzos, las soluciones de los sénior son creativas y particulares. Desgraciadamente, la sociedad se beneficia muy poco.