Ségolène y el refrito de tomate

La exministra francesa ha apuntado que los agricultores españoles no cumplen la normativa común comunitaria y que mienten en las etiquetas

La exministra francesa, Ségolène Royal | EP La exministra francesa, Ségolène Royal | EP

La musa de la izquierda socialista francesa que admiraba a Zapatero se ha hecho un lío comparando el tomate francés con el español. En medio de la huelga general del campo en su país no se le ha ocurrido otra cosa que decir que los agricultores españoles no cumplen la normativa comunitaria común y, vaya, que mienten en las etiquetas. Ha mezclado peras con manzanas, intentando defender a sus agricultores tirando barro al ventilador. Grave error por parte de una política de setenta años que buscaba reubicarse interviniendo en el tema agrario cuando nadie se lo ha pedido.

Comenzó su carrera al lado de Mitterrand. Ejerció como presidenta de Consejo Regional, dirigió varios ministerios, es esposa y exesposa del presidente François Hollande y candidata a la presidencia de la República francesa derrotada por Sarkozy. Esta política francesa nacida en Senegal, de severo padre militar de la metrópoli enviado a colonias, estudió en la ENA, como todo político que se precie en Francia. Conocía como muy poca gente el palacio del número 10 de la calle Solférino, que fue la sede socialista hasta la derrota. Toda esta experiencia no le ha servido de nada al analizar la situación del campo en su país y en Europa.

El acercamiento de las elecciones al Parlamento Europeo ofrece un buen momento para las reivindicaciones y exhibiciones de poder de muchos grupos sociales

El acercamiento de las elecciones al Parlamento Europeo ofrece un buen momento para las reivindicaciones y exhibiciones de poder de muchos grupos sociales. El colectivo de campesinos y ganaderos franceses y de toda Europa viven desde hace tiempo en una difícil posición que sobrevuela cada vez más recurrentemente; excepción hecha las primeras décadas de la implantación de la Política Agrícola Común (PAC), en las cuales el apoyo comunitario los compensaba con creces, los campesinos y ganaderos europeos se han visto obligados a reducir su población y cerrar muchos negocios; tener la obligación de agrandar sus explotaciones si quieren acceder al apoyo de la PAC, por lo cual cada vez compensa menos ser pequeño y mediano agricultor o ganadero; soportar todos los períodos inflacionarios que encarecen los costos, pero no poder trasladarlos tal cual a los otros actores de la cadena de suministro; excepto en pocas situaciones, ir perdiendo continuamente una parte de su competitividad y ver cómo la indispensable política medioambiental que impulsa la UE carga sobre sus espaldas impuestos ecológicos muchas veces imposibles de pagar.

Colectivo enfadado y manipulable

Se trata de un colectivo conflictivo, enfadado, fundamentalmente conservador, que en los años sesenta fueron la niña de los ojos de la Comunidad Europea, a quienes se les sigue encomendando que alimenten bien a toda la población, que no es poco, pero que cada vez es más relegado e, incluso, menospreciado. Por todo esto se ha visto bien claro estos días cómo los grupos más populistas se les han acercado para agitarlos y enfrentarlos con Bruselas, como si la UE tuviera la culpa de su declive. En una primera instancia, a partir de 1962, la PAC beneficia enormemente a los agricultores y ganaderos europeos, principalmente a los franceses y a los alemanes entre los siete países fundacionales. A partir de entonces se producen dos fenómenos. El primero, a medida que ingresan nuevos países a la UE, disminuyen los beneficios y prebendas de los siete primitivos y, sobre todo, de los dos principales beneficiarios, para repartirlos entre todos. Y el segundo, la UE firma convenios de intercambio comercial con terceros países de todo el mundo, en los cuales los productos agrícolas y ganaderos significan una parte destacada de la balanza.

Més info: Tratando de entender la Política Agraria Común (PAC)

La normativa de acceso a los mercados de la Unión es la misma para todos -si no los productos no superan la frontera-, pero la estructura de producción y distribución, muy diversa: no vale lo mismo el frijol marroquí que el español o el francés, o el trigo ucraniano que el cultivado en Francia. No es solo el costo de la mano de obra: cuando quieres entrar en un mercado altamente competitivo, haces un esfuerzo superior.

¿De qué se queja Ségolène Royal cuando dice que el tomate español es peor que el francés? No habría errado si hubiera dicho a sus compatriotas que la productividad de la agricultura francesa decrece extraordinariamente, que es inferior a la española o a la marroquí y que si triunfaron en toda Europa en el pasado con los vinos y champagnes, los quesos, los foies y muchos otros productos, también deberían ser capaces de ubicarse o reubicarse en nichos tan suculentos en las nuevas demandas de productos saludables y ecológicos. Lejos de eso les da la razón como a los simples cargando contra terceros. Haría bien en mirarse en el sector de la moda, entre los más competitivos de su país, que ha facilitado la creación de corporaciones globales y a la vez de un conjunto de medianas y pequeñas empresas prósperas.

La productividad de la agricultura francesa decrece extraordinariamente y es inferior a la española o a la marroquí

Ha crecido mucho el presupuesto de la PAC, pero el proteccionismo de la primera época es imposible de mantener a 27 países y menos a 35 en 2030; en las nuevas condiciones no se pueden garantizar a los agricultores de la Unión un nivel de vida razonable, si no se vuelven más competitivos; se les puede ayudar a mejorar la productividad agrícola y a mantener viva la economía rural, pero tendrán que contribuir a la lucha contra el cambio climático y la gestión sostenible de los recursos naturales como el resto de los colectivos.

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