Los imponentes arcos de medio punto del salón de contrataciones de la Llotja de Mar de Barcelona pueden no parecer el escenario más adecuado para un evento tecnológico como el Tech Spirit. “Un espacio histórico como este puede generar contraste”, ha admitido el propio presidente de la Cambra de Comerç de Barcelona, Josep Santacreu, durante la bienvenida a la sexta edición del congreso. “Pero no es casual”, ha reivindicado: es el símbolo arquitectónico más representativo del Consolat del Mar, el organismo de derecho marítimo que, hace 750 años, lideró la apuesta catalana por dominar el comercio marítimo del Mediterráneo.
Y es que el Consolat es, de acuerdo con Santacreu, uno de los tres momentos clave de la historia (económica) de Catalunya: el segundo es la revolución industrial, y el tercero, el momento actual. “A pesar de los cambios, nos une el espíritu de innovar y posicionar Catalunya como un referente internacional en tecnología y emprendimiento. Lo hicieron desde el Consolat de Mar, convirtiéndola en un referente del comercio y la economía de la edad media; y ahora queremos volver a estar presentes”, ha remachado el presidente de la Cambra.
“Barcelona tiene el talento, la ambición y la capacidad para liderar este momento”, ha reivindicado por su parte el presidente de Tech Barcelona, Miguel Vicente, en un contexto en el que “la tecnología avanza a ritmos sin precedentes y nos obliga a tomar decisiones que marcarán nuestro mundo”. Un “mundo dual”, como recuerda el lema del congreso, en el que “es imprescindible el propósito de impulsar tecnologías que sirvan a las personas”. Es decir, un sí a la innovación, pero con justificantes de causa.
Una ¿inteligencia artificial? con muchos interrogantes
Este propósito que reclamaba Vicente es el que, a veces, tanto cuesta de encontrar en la nueva oleada de inteligencia artificial generativa. Tanto es así, que un congreso de tecnólogos y economistas ha decidido invitar a una filósofa y escritora de renombre, como es Elsa Puntet, para debatir sobre la ética detrás de la inteligencia artificial con una experta en la temática: la investigadora y profesora del máster en inteligencia artificial en EAE Business School, Muriel Rovira-Esteva. Y, curiosamente, quien ha mostrado más escepticismo con la nueva tecnología ha sido la segunda.
Punset ha iniciado el diálogo recordando los últimos coletazos del siglo XX, cuando tras la caída de Berlín “muchos vivíamos con la idea de que la economía de mercado sería el modelo definitivo y teníamos la sensación de que no pasarían más cosas”. Un pensamiento anegado por el “tsunami tecnológico” que ha supuesto la revolución digital, que ha traído consigo “una velocidad impensable comparada con otras épocas”. Como ejemplo, una comparación: “La electricidad tardó casi dos generaciones en llegar a la vida de las personas, pero con ChatGPT y las primeras IA gratuitas, millones de personas se apuntaron a su uso en el primer mes”.
Ante este cambio de paradigma, el primer paso es empezar por los fundamentos, y en este caso, esto implica analizar su semántica. ¿Tiene sentido denominar “inteligencia artificial” a esta tecnología? “Cuando pienso en inteligencia artificial, recuerdo a HAL de 2001: una odisea en el espacio, en la que tiene razonamiento, miedo… eso es lo que llamamos inteligencia general artificial, que no es exactamente lo mismo que tenemos ahora”, ha explicado Rovira-Esteva. “La distinción es importante, porque lo que usamos realmente ni es muy inteligente, ni es del todo artificial. Es un sistema diseñado por una persona, que aprende del conocimiento humano y que no tiene una independencia”, ha justificado la docente. “¿Y la inteligencia humana no es eso, una enorme base de datos muy bien interconectadas?”, la ha interpelado Punset. “Tiene que haber una intencionalidad, unos objetivos. En una IA, la intencionalidad es la del programador, hará lo que está diseñada para hacer”, ha respondido Rovira-Esteva.
Punset: “Cuando hablo con la IA, pienso que es de las personas más inteligentes que he conocido”
Ante la negativa, Punset ha querido seguir tirando del hilo, asegurando que “cuando hablo con la IA, pienso que es de las personas más inteligentes que he conocido”, y ha citado ejemplos, como que “es capaz de reconocer matices, sabes corregir errores y tiene sentido del humor”. Aun así, Rovira-Esteva ha insistido: “La inteligencia artificial no tiene capacidad de innovar, de generar contenido nuevo. Los humanos también hacemos mezclas, pero la IA generativa mezcla dos cosas que han hecho humanos y lanza un dado”.
Pero más allá de si podemos considerar o no a los LLM inteligentes, lo que sí queda claro es que hay que evaluar su impacto en la sociedad. En esta línea, la investigadora de EAE Business School ha subrayado las consecuencias cognitivas que tiene en las personas, ya no solo la IA, sino todo el ecosistema digital en el que conviven: “Hay estudios que demuestran que TikTok muestra a las niñas adolescentes contenidos sobre suicidios, autolesiones y dietas extremas doce veces más a menudo que a otros perfiles. Y esto responde al interés económico, no a su bienestar”. Sobre el poder adictivo de las redes ha reflexionado también Punset, explicando los mecanismos de adicción hacia redes sociales con los que experimentamos con el consumo de azúcares y grasas: “Tenemos un cerebro que pertenece al paleolítico, en el que había poca comida, y cuando veías un poco, el cerebro te decía: ¡Cómetelo!. Ahora vivimos un momento totalmente diferente, pero con el mismo cerebro”.
Otra de las consecuencias, ahora sí, estrictamente vinculadas a la inteligencia artificial, es lo que los angloparlantes denominan deskilling, es decir, la pérdida de conocimientos y habilidades por desuso y sustitución tecnológica. Rovira-Esteva considera que “es bastante preocupante”, porque “ya se han visto disminuciones en capacidades de escritura y atención” en estudios que analizaban la compleción de una serie de tareas entre personas que usan a menudo la IA generativa y las que no. A este factor, la experta suma un mal uso por parte de la sociedad: “No es lo mismo que seas un experto y la utilices como si fuera un becario, que tú seas el becario y trates a la IA como si fuera el experto”.
Rovira-Esteva: “No es lo mismo que seas un experto y la utilices como si fueras un becario, que tú seas el becario y trates a la IA como si fuera la experta”
Nuevamente, la filósofa ha querido hacer de contrapunto, citando “el miedo y la pereza”, en referencia a Carl Jung, como razones que explican por qué usamos mal la tecnología, y poniendo en valor el factor democratizador de la IA: “Los humanos hasta ahora hemos tenido acceso a todo tipo de información, pero la IA no te la da, sino que te da respuestas. Antes, tenías que ir a grandes expertos, y solo unos pocos podían hacerlo; ahora, todos podemos hacer todo tipo de preguntas a la IA”. “Si la respuesta es lo suficientemente buena y tengo suficiente cabeza para saber cuáles son las fuentes”, ha continuado, “hacernos preguntas dispara la creatividad humana y la capacidad de innovación”. Sin perder la preocupación, Rovira-Esteva ha coincidido en que “depende de cómo la usemos”, y que precisamente por eso “es importante aprender a usarla y que seamos honestos con las limitaciones”. “Debemos tener presente que se equivoca y no confiar ciegamente en sus resultados”, ha remarcado.
Liderando la innovación internacional desde Barcleona
Quienes sí que han mostrado plena confianza, en este caso en las empresas que han impulsado, son Carla Gómez y Gerard Caelles, CEO y cofundadora de Theker Robotics y director de negocio de SpliceBio, respectivamente. Son las dos compañías invitadas en la ya tradicional sesión de Catalan Local Heroes, en la que la jefa de Financiación de innovación de Acció, Rocío Flor, ha conversado con ambos emprendedores para conocer con todos los detalles dos compañías que este año han levantado rondas de inversión de 21 (Theker) y 135 (SpliceBio) millones de dólares.
La más experimentada es SpliceBio, empresa fundada en 2014 que se especializa en el desarrollo de terapias avanzadas para enfermedades raras. Su campo de experticia son las afectaciones oftalmológicas, y más concretamente, la enfermedad de Stargardt, una patología hereditaria que provoca una degeneración de la zona central de la retina, la mácula. Pero la experticia de la que hoy hacen gala no estaba en los orígenes de la compañía, que surgió inicialmente como una plataforma tecnológica. “Una de las grandes dificultades que tuvimos fue determinar cuál era nuestra killer application para centrar el producto”, reconoce Caelles. Este proceso les supuso seis años “de sangre, sudor y lágrimas” en los que consiguieron sobrevivir “gastando poco dinero” e instalándose en el Parc Científic de Barcelona, donde con el alquiler tenían también acceso a los laboratorios.
Theker, en cambio, tiene solo tres años de vida, pero ha sido un período que han vivido de manera muy intensa. “Al principio, teníamos una solución de robots muy focalizada en el reciclaje”, recuerda Gómez. Sin embargo, el equipo consideró que, si querían crecer, debían ser capaces “de poner robots en todas partes”. Así, la empresa, que se especializa en robots inteligentes que son capaces de hacer múltiples tareas manuales no programadas, consiguió adaptar su solución a todo tipo de sectores, pero manteniendo “el mismo producto, tecnología y sistema”.
Ambas ejemplifican la capacidad de liderar la innovación de sendos sectores, el biomédico y el robótico, sin la necesidad de abandonar Barcelona o Catalunya, una capacidad que Caelles considera que “no es que sea posible, es que es necesaria”. “En nuestro sector particular, no tiene ningún sentido concebir empresas en términos locales, nacen globalmente”, ha señalado. “Cuando te planteas dónde debes establecer la compañía, muchos emprendedores te dirán que vayas a Estados Unidos, porque allí está el capital y el talento”, reconoce Gómez, pero considera que “no es así, desde aquí somos totalmente competitivos en talento y recursos”. Si falta algo, ha apuntado la CEO de Theker, es ambición: “Tenemos que decir que podemos hacerlo y no irnos fuera”.
Caelles (SpliceBio): “En nuestro sector particular, no tiene ningún sentido concebir empresas en términos locales, nacen globalmente”
De hecho, sobre la captación de talento, tanto Gómez como Caelles han coincidido en que no han tenido dificultades a la hora de encontrar perfiles cualificados en sus respectivos campos de experticia. “En el mundo científico tenemos un talento excepcional, especialmente a escala de investigación”, ha asegurado Caelles. Por su parte, la cofundadora de Theker ha explicado que se encuentran en una situación curiosa: “En el ámbito de la robótica, sobre todo ingenieros, como hacemos algo tan nuevo, los perfiles sénior no nos sirven, ya que vienen con más sesgos. Para nosotros está siendo muy importante captar talento de universidades, locales y extranjeras, y que sea joven, con muchas ganas de crecer”. Donde sí aparecen más obstáculos es a la hora de buscar profesionales de negocio y gestión, de acuerdo con el director de negocio de SpliceBio: “Fuera de los fundadores, la mayoría de gente que tenemos por encima de vicepresidencia es de fuera. Gente que ha ejecutado proyectos en Estados Unidos o en el Reino Unido, con diversos ciclos”.
A diferencia del talento, el acceso al capital sí que ha traído más quebraderos de cabeza a ambas empresas. Caelles reconoce que pasaron "mucho sufrimiento" hasta 2020, año en que consiguieron cerrar su primera ronda semilla. "Levantamos siete millones, que en el contexto biotecnológico es irrisorio", ha reconocido el director de negocio, pero esto les permitió "ponernos en el mapa", y las consiguientes rondas aumentaron significativamente las cantidades: 57 millones en 2022 y 135 este 2025. Theker, por su parte, encadena dos rondas en tres años de vida. A juicio de Gómez, "el ecosistema ha cambiado mucho" y ahora, a diferencia de cuando SpliceBio inició su proyecto, "el inicio está mucho más cubierto, pero una vez empiezas a crecer, tienes que empezar a moverte hacia fuera".
El difícil encaje entre startups y grandes corporaciones
En este proceso de captación de fondos, los brazos inversores de grandes empresas son una de las posibles vías, y a menudo abren más oportunidades a las startups más allá de la financiación, como la co-creación de productos o la puesta en marcha de pruebas piloto. Sin embargo, el encaje entre grandes corporaciones y empresas emergentes no siempre es fácil. “La innovación en el mundo de la startup va a una velocidad que no es la de una corporación, que es más lenta”, ha asegurado el cofundador de Nuclio, Ernest Sánchez. Ha coincidido el CEO y fundador de Mitiga Solutions, Alejandro Martí, quien ve tres grandes retos dentro del sector corporate: “Tiene aversión al riesgo, los procesos internos son lentos y los presupuestos de inversión son inestables”.
Esta situación se da, a juicio de Sánchez, por una “falta de madurez” en el mundo de la inversión corporativa en el Estado español. En cambio, la CEO y fundadora de Ailin Health, Isabel Caruana, se muestra más optimista, y cree que “parte de las startups están en un momento de mayor madurez y pueden dar apoyo a las grandes empresas en los procesos de innovación”. Pero para hacerlo, hay que encontrar “campeones” dentro de estas corporaciones que estén alineados con el proyecto y sean capaces de actuar como puente.
La inestabilidad de los presupuestos, la falta de agilidad y la ausencia de interlocutores claros son los principales obstáculos de las colaboraciones entre startups y grandes empresas
Cuestionados por maneras de mejorar la agilidad dentro de los brazos financieros de las grandes empresas, Martí ha recalcado que “se tiene que entender que el puente se construye desde los dos lados”, y que “si solo lo intenta el emprendedor, no llegará”. “Hace falta un alineamiento interno y un camino claro”, ha subrayado. Por su parte, Sánchez ha destacado que “se tiene que tener claro punto a punto el proyecto, saber quién lo ejecutará, cómo se integrará” y, sobre todo, “qué presupuesto tendrá asignado”. Caruena se ha mostrado de acuerdo con Sánchez, y ha afirmado que “para que el piloto no se quede en un cajón, es importante definir muy bien las reglas del juego”.
Pero este proceso no es unilateral: así como las grandes corporaciones deben intentar mejorar la agilidad, fijar un interlocutor y definir bien los proyectos con antelación, las empresas emergentes también deben pasar por un proceso de adaptación para que la colaboración fructifique. “Primero tienes que quitarte el ego, vienes de un mundo en el que te crees que lo sabes todo”, ha recomendado Martí. Para el CEO de Mitiga Solutions, hay que entender que “con el rigor científico no basta”, ya que “lo que tienes que hacer es resolver un problema”, y para conseguirlo, primero hay que escuchar cuáles son los problemas que existen. “Tienes que encontrar el equilibrio y adaptarte”, ha coincidido Caruena, quien también ha alertado a los emprendedores de la sala de la importancia de saber valorar el coste de oportunidad de las operaciones: “Sabes que tardará el doble de lo que dicen y que recibirás la mitad del retorno. Con estas reglas, ya sabes cómo jugar”. Unos hándicaps que no borran la “gran oportunidad” que suponen colaboraciones como estas, personificadas en la cocreación de productos: “Gracias a escuchar y complementarte, encuentras los mejores hilos para crear el mejor traje”.