Acostumbro a preguntar al inicio de una formación en liderazgo cuáles son las expectativas del grupo o que es lo que esperan encontrar en el curso y casi siempre algún participante me pregunta si trabajaremos “técnicas de motivación”. Mi respuesta provocadora a la petición de “técnicas de motivación” es que la principal (pre)ocupación de un jefe no debe ser motivar. Casi ni he terminado la frase que ya aparecen voces discordantes defendiendo la importancia de la motivación y de realizar acciones para incrementar el nivel de motivación de las personas. Claro que estoy de acuerdo con que es importante motivar al equipo, pero entonces ¿por qué les provoco con tal afirmación? ¿Por qué les digo que no tienen que pensar en motivar? Sencillamente para enfatizar sobre cuál debería ser el foco de su atención y que considero que es tanto o más importante que motivar.
No es intención de este artículo profundizar en las diferentes teorías de la motivación ni determinar si la motivación es intrínseca (uno mismo se motiva) o extrínseca (la motivación viene generada por estímulos externos). Tampoco determinar si quien demanda técnicas de motivación es una persona de buen talante y quiere más recursos para tener el equipo motivado o se trata de alguien que “desprecia” (consciente o inconscientemente) al grupo y quiere “técnicas” para tener al equipo engañado y que se sienta motivado. Con este escrito tan solo pretendo realizar una reflexión sobre cuál considero que debería ser la preocupación de todo responsable de un grupo de personas en relación con la motivación.
La conducta del líder es esencial para mantener el nivel de motivación
En todos mis años de docencia realizando formaciones en liderazgo y trabajo en equipo me han preguntado mucho por técnicas de motivación, pero me han preguntado muy poco por desmotivación. Conozco muy pocas personas que un primer día de trabajo acudan desmotivadas. Por tanto, están motivadas. Si es así, la conducta del líder es esencial para mantener ese nivel de motivación. El trabajador tiene expectativas, formula demandas, considera que adquiere derechos… todo ello evidentemente puede ser legítimo o puede considerarse abusivo. Por su parte el responsable tiene su carácter, sus valores, sus preferencias y sus prejuicios, y actúa y decide no siempre con objetividad y ecuanimidad.
En este contexto y con estas variables, si el trabajador empieza a recibir decepciones, una tras otra, a demandas que considera razonables, empieza la desmotivación: bien porque no está de acuerdo con el trato que recibe o simplemente porque no entiende las decisiones que se toman y que le afectan a él.
La motivación no son técnicas; es cuidar las personas día a día
Pero lo más interesante (divertido) es cuando el jefe dice: “¿No sé qué le pasa a tal persona que ya no es la que era?”. ¿Realmente no es consciente de cuáles han sido las consecuencias de sus actuaciones? ¿Realmente no es consciente de que ha tomado decisiones incoherentes, contradictorias o sencillamente buenas decisiones, pero mal comunicadas? ¿Realmente no se da cuenta de que ha estado influyendo negativamente en la motivación de esa persona?
Un buen líder debe motivar, sin duda. Pero debemos contemplar la motivación no como hechos puntuales, no como actos pensados con un objetivo, no como la aplicación de estudiadas estrategias. La motivación no son técnicas; es cuidar a las personas día a día, escucharlas, atender a sus peticiones, a sus inquietudes, tomarse tiempo para explicar las razones de una negativa… Se debe centrar más el foco en mantener la motivación porque, no desmotivar es motivar. Y para mí esa es la clave, centrarse en no desmotivar.
Así pues, ¿técnicas de motivación? No, gracias.