Los grandes brujos de las finanzas: Dalio, Buffet, Fink, Bogle y Soros

Poseen una capacidad de influencia muy notable sobre los mercados: por lo que han sido capaces de hacer en el pasado y también por la cantidad de dinero que mueven y hacen mover

Warren Buffet reunido con Barack Obama en 2010 en el Despacho Oval | Casa Blanca Warren Buffet reunido con Barack Obama en 2010 en el Despacho Oval | Casa Blanca

A menudo se habla de los mercados financieros como algo abstracto, como un océano de maldad que tiene como único propósito de su existencia hacernos la vida más complicada. Seguramente las características humanas que se le atribuyen sobran porque allá reinan los intereses más que la voluntad; no existe el bien ni el mal, y no son el resultado de la decisión de unas pocas personas, sino que los mercados tienen vida propia en forma de monstruo de reacciones imprevisibles que devora decisiones individuales para acabar vomitando un comportamiento que frecuentemente es una mezcla difícil de interpretar. A pesar de todo esto -esta despersonalización que indicamos- es cierto que, lejos de conspiranoyas y tramas ocultas, existen algunos individuos que tienen una capacidad de influencia muy notable sobre los mercados. En general, proyectan esta sombra por dos motivos: por lo que han sido capaces de hacer en el pasado y también por la cantidad de dinero que mueven y hacen mover. Son los grandes brujos de las finanzas y a continuación los presentamos.

El neoyorquino Ray Dalio (1949), hijo de un músico de jazz, fundó la firma Bridgewater en 1975, después de haber acumulado cierta experiencia trabajando para casas de bolsa. Desde niño había realizado todo tipo de trabajos (incluido el de cadi en un campo de golf próximo a su casa o tareas domésticas para la comunidad de vecinos) que le sirvieron para disponer de dinero suficiente como para experimentar con sus primeras inversiones en los mercados financieros y también para que se le despertara una curiosidad obsesiva por su funcionamiento. Los inicios de Bridgewater consistieron en ofrecer asesoramiento sobre divisas y tipos de interés a un pequeño núcleo de clientes que fue creciendo conforme aumentaban sus aciertos. El punto de ignición para la todavía pequeña firma Bridgewater se produjo con la entrada de McDonalds, el gigante de las hamburguesas, en la nómina de clientes. Más tarde vendrían el Banco Mundial (1985) y la multinacional Kodak (1989). Estos primeros pasos empujaron Dalio a transformar una pequeña firma de asesoramiento en lo que hoy en día es Bridgewater, el gestor de hedge funds más grande del mundo, con 150.000 millones de dólares en sus manos; eso sí, con algún episodio de ruina total de por medio que acabó convirtiendose en un gran aprendizaje para el financiero de Queens. El mismo Dalio es el jefe de inversiones de la compañía con sede a Connecticut, pero no el primer ejecutivo, un cargo que comparten Nir Bar Dea (con postgrado en Wharton y excomandante del ejército israelí) y Mark Bertolini (con amplia trayectoria en el sector de los seguros de salud).

Dalio destaca porque es un teórico de los mercados, un verdadero guru para millones de inversores. Su apostolado sobre el alfa de las carteras ha creado escuela

Pero si por algo destaca Dalio, es porque es un teórico de los mercados, un verdadero guru para millones de inversores. Su apostolado sobre el alfa de las carteras, es decir, la rentabilidad que va más allá de la inercia del mercado y que es atribuible a la acción del gestor, ha creado escuela. La vertiente de divulgador es muy conocida, de forma que acumula millones de ejemplares vendidos de sus libros (sobre todo del titulado Principios), donde va más allá de las finanzas y casi se puede afirmar que entra en el terreno de la autoayuda.

La noticia de que Buffet ha adquirido acciones de una determinada compañía ya es suficiente para que un ejército de seguidores se lance a hacer lo mismo

Un financiero muy conocido del gran público es Warren Buffet (1930), que hace ya décadas que pasó a la categoría de mito de los mercados con el apodo del Oráculo de Omaha por su capacidad de acertar con sus decisiones de inversión. Es muy conocida su proverbial austeridad, muy meritoria teniendo en cuenta que acumula una de las principales fortunas del planeta. En su caso, la divisa a la que estará siempre asociado es aquella que dice que no tenemos que invertir en nada que no seamos capaces de comprender, un proceder que según parece ha seguido de manera fiel durante muchas décadas en que se ha dedicado a invertir en los negocios más diversos. Su vehículo inversor es la celebèrrima firma Berkshire Hathaway que, curiosamente, inicialmente era una empresa del sector textil que acabó adquiriendo en una de sus operaciones corporativas. Su fama ha llegado a tal punto que la noticia de que Buffet ha adquirido acciones de una determinada compañía ya es suficiente para que un ejército de seguidores se lance a hacer el mismo, confiando en la capacidad de análisis y el olfato del Oráculo. En su actual cartera destaca con mucha diferencia Apple, que capitaliza un más de un 40% de la inversión total. Por detrás, un puñado de valores clásicos muy el estilo de Buffet: Bank of America, American Express, Chevron, Coca-Cuela o Kraft-Heinz. En total, una cartera valorada en unos 300.000 millones de dólares (sin tener en cuenta la liquidez, que no es conocida). A sus noventa y dos años continúa, aparentemente, al pie del cañón, ocupando el hogar que compró en 1958 y cobrando únicamente 100.000 dólares anuales como CEO de Berkshire Hathaway.

El imperio BlackRock

Si hay una firma de inversión que últimamente está de moda entre el gran público, sin duda esta es BlackRock. Junto con su hermanastra Black Stone, acostumbran a protagonizar titulares de diarios por el espacio creciente que ocupan, la primera en los mercados cotizados y la segunda en el private equity y el mundo inmobiliario. En 1988, un grupo de extrabajadores del First Boston encabezados por Larry Fink (1952) montaron su propio negocio de la industria del dinero para aprovechar los conocimientos y los contactos que acumularon trabajando en la banca de inversión. El apoyo financiero para empezar las operaciones lo recibieron precisamente de Black Stone, con la que estuvieron asociados hasta comienzos de la década de los noventa. El parecido entre las dos denominaciones no es una casualidad. Mientras que su antigua empresa, el First Boston, acabó en manos de Credit Suisse después de la crisis de los junk bonds, ellos no pararon de crecer, hasta llegar a las gigantescas cifras de hoy en día, en que gestionan unos 10 billones de dólares de sus clientes. Una de las marcas devoradas por la empresa en su afán de crecimiento fue la clásica Merril Lynch, que en 2006 acabó en manos de BlackRock, una operación que a esta última le sirvió para doblar el volumen de recursos gestionados.

La visión de Larry Fink (BlackRock) que la rentabilidad debe estar por encima de todo choca a menudo con los que intentan que los grandes capitales dejen de financiar determinadas actividades, como por ejemplo, el armamento

De las opiniones personales de Fink, las más conocidas son las que expresa a través de la carta anual que envía a accionistas e inversores, que no acostumbra a pasar desapercibida. Su visión que la rentabilidad debe estar por encima de todo, choca a menudo con las posiciones de las plataformas que intentan que los grandes capitales dejen de financiar determinadas actividades (por ejemplo, según algunas organizaciones activistas, la firma de la roca negra es la principal inversora del mundo en fabricación de armamento).

Con BlackRock sucede lo mismo que veremos más adelante con Vanguard: su peso en el accionariado de todas las grandes empresas del mundo (en general, alrededor del 4%, que incluye grandes monstruos americanos como Apple, Amazon, Google, Facebook o Microsoft) les ha puesto en la diana con la etiqueta de los "nuevos amos del mundo", cuando en realidad esto no es del todo cierto. No se puede negar que ser uno de los principales accionistas de la mayoría de empresas cotizadas de todo el mundo les puede conferir un potencial de influencia muy relevante sobre estas compañías, pero lo cierto es que en el caso de BlackRock no parece que la firma tenga una gran vocación activista, en el sentido financiero del término. Añadido a esto, hay que recordar que uno de los productos de esta compañía que ha tenido más éxito son los llamados ETFs (Exchange Traded Funds, o fondos de inversión cotizados), que son fondos de inversión, pero con vocación de replicar índices o similares. Hoy en día, la mayoría de los inversores institucionales (las entidades financieras o aseguradoras, por ejemplo) no acostumbran a adquirir títulos de renta variable en el mercado, sino que prefieren hacerlo a través de estos ETFs, lo que ha implicado que BlackRock haya captado voluminosas sumas de dinero gracias a ellos. Como que muchos de ellos son réplicas de índices, quien los gestiona -Larry Fink y su gente- no tienen libertad para comprar o vender títulos de determinada compañía, sino que deben ceñirse a lo que establece el índice en cuestión. Esta carencia de libertad incide de manera directa en su capacidad de influencia sobre la empresa donde están invirtiendo; en otras palabras, hay más automatismo (hasta el punto de que muchas veces el gestor es una computadora) que discrecionalidad. Toda la explicación es replicable en el caso de Vanguard, que son precisamente los reyes de la "gestión pasiva".

Las dos bases del éxito rutilante de Vanguard han sido los ínfimos costes de gestión que cobra a sus clientes y la gestión pasiva, dos conceptos interrelacionados

Cuando Jack Bogle (1929-2019) murió, hace tan solo tres años, dejó en la cima de las finanzas la firma que él mismo fundó, Vanguard. Las dos bases del éxito rutilante de la compañía han sido los ínfimos costes de gestión que cobra a sus clientes y la gestión pasiva, dos conceptos interrelacionados. La idea es que una gestión pasiva puede ser fácilmente automatizada, y esto redunda de manera directa en una reducción de los costes, porque cobra más un gestor humano que no una máquina. La fijación de Bogle por los índices bursátiles arranca de cuando era estudiante, al ver que sistemáticamente los gestores de fondos no eran capaces de batir las rentabilidades del mercado. Pudo poner en práctica sus teorías el 1975, cuando la firma por la que trabajaba, Wellington, le permitió abrir una división de productos vinculados a índices, precisamente bajo el nombre de Vanguard. Los inicios fueron muy decepcionantes, pero Bogle persistió y con el paso de los años se hizo un espacio en el mercado con lo que después se ha conocido como gestión pasiva. Otra característica del vehículo inversor de Vanguard, que lo hace diferente a todas las otras firmas que veremos hoy, es que esta compañía es aquello que los americanos denominan mutual funds, es decir, fondos donde no hay un propietario, sino que los únicos titulares son los mismos inversores. Además de los fondos de inversión, una línea de negocio en la que se han convertido en un gigante es en el producto que antes hemos comentado, los ETFs, donde ocupan el segundo lugar del ranking por detrás precisamente de BlackRock. Hoy en día gestionan unos 8 billones de dólares.

George Soros también es muy conocido por su perfil de filántropo, una actividad que practica a través de la Open Society Fundation, con la ha comprometido donaciones por valor de 32.000 millones de euros

Si antes decíamos que Warren Buffet es uno de los financieros más conocidos del mundo, en el caso de George Soros (1930) tenemos que repetir la afirmación, pero añadiendo que este húngaro arraigado a los Estados Unidos también es muy popular por su supuesta pertenencia a todas las conspiraciones imaginables. Desde el Procés catalán, a la islamización de Europa, pasando por las primaveras árabes o el Maidan ucraniano, a Soros se le atribuye estar en la cocina de cualquier movimiento social disruptivo. Lo que sí es indudable es que posee una fortuna grandiosa (alrededor de 6.700 millones de dólares, pero ya muy laminada por las donaciones frecuentes y cuantiosas que realiza) y que su fondo, Quantum Fund, es uno de los más importantes e influyentes del mundo.

George Soros controla Quantum Fund, un vehículo de inversión que ha contado con más de 25.000 millones de dólares de patrimonio

George Soros controla Quantum Fund, un vehículo de inversión que ha contado con más de 25.000 millones de dólares de patrimonio

Quien más quien menos ha oído hablar de su noche loca de 1992 -que ha pasado a la historia como el miércoles negro- cuando abatió la libra esterlina después de una lucha titánica contra el Banco de Inglaterra, que intentaba sin éxito mantener la divisa dentro del Sistema Monetario Europeo. El balance para Soros fue de unos 1.000 millones de dólares de beneficios. La historia de este financiero, a menudo etiquetado como especulador, empieza en su Budapest natal, que su familia acabaría abandonando después de la Segunda Guerra Mundial. Después de cursar estudios en el Reino Unido, trabajó para la banca de negocios americana hasta establecerse por su cuenta en 1969. Su fondo de inversión inicial, denominado Double Eagle, evolucionó hacia lo que hoy en día es Quantum Fund, su vehículo estrella que ha llegado a disponer de más de 25.000 millones de dólares de patrimonio. En la última década, y por cuestiones legales y de transparencia, el fondo se ha limitado a gestionar el dinero de la familia, de forma que ya no permanecen los inversores externos. También es muy conocido su perfil de filántropo, una actividad que practica a través de la Open Society Fundation, con la que ha comprometido donaciones por valor de 32.000 millones de euros.

Los brujos de las finanzas todavía no son tan conocidos como los futbolistas, pero teniendo en cuenta su peso creciente dentro de los movimientos financieros mundiales -que de una manera u otra nos acaban afectando- quizás de aquí a no muchos años veamos en el quiosco guías de las principales figuras como si fueran álbumes de cromos. Y es que esta lista breve de hoy puede ser fácilmente ampliada con otros muchos nombres sin bajar casi el nivel.

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