Casa Amella, ecología y proximidad para poner en valor el producto catalán

Casa Amella nació el 2002 en un garaje para reivindicar el producto ecológico y de proximidad y ahora está haciendo el salto al mundo

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Súmate a la revolución de la comida buena, sana y ética. Esta es la filosofía detrás de Casa Amella, un proyecto nacido el 2002 en un garaje familiar con el objetivo de llevar una alimentación saludable, ecológica y de proximidad a las cocinas de los catalanes. 22 años después, sus cremas, salsas, legumbres o zumos de fruta se encuentran desde las grandes superficies hasta las tiendas especializadas y ahora está en pleno auge internacional.

"Vi un hueco en aquello ecológico y local", explica Dani Amella, fundador del negocio y que de muy pequeño ya vendía avellanas a sus vecinos de Castellerçol. Un espíritu y mentalidad emprendedora que siempre lo ha movido a salir adelante. Y a esta actitud se le unía la pasión por la gastronomía: "Mi madre era pescadera y cocinaba muy bien. En casa comíamos muy bien".

Cuándo Dani tenía solo dieciséis años, un veraneante de Castellterçol le enseñó un aceite de oliva virgen extra de Siurana que lo cautivó. "Quería compartir este hallazgo y lo empecé a vender entre el vecindario", recuerda. Ya tenía dentro del nervio de la emprendeduría.

Su propia aventura y un garaje

Los años pasaron y Dani acabó la carrera de Empresariales y entró a trabajar en una empresa de conservas alimentarias que empezaba de cero en Castellterçol. Con poco más de veinte años se encargó de montar toda la fábrica y levantar el negocio, también haciendo de comercial. Hasta que con 27 años tomó la gran decisión: "Hice un golpe encima de la mesa y decidí que montaría mi negocio". "No tuve miedo, lo tenía claro. Hay momentos muy difíciles donde tirarías la toalla, pero me recupero muy rápido para seguir adelante", remarca.

Así nació Casa Amella, que los primeros años se dedicaba a comercializar productos elaborados por obradores y productores locales. El primer producto, no podía ser de otra manera, fue aquel aceite de Siurana que lo enamoró. Y utilizó el garaje de sus padres para almacenar las primeras unidades. Bien pronto, se trasladó al garaje de sus tíos, donde llegó a ocupar unos 160 metros cuadrados. Y llegaban nuevos productos, cómo aceitunas, pasta, salsas, escalivados y tomate sofrito.

Un salto adelante

El crecimiento es continuado y el 2013 llega un punto de inflexión, cuando Dani Amella decide que es el momento de empezar a elaborar sus productos y se traslada a una nave y un obrador en Moià . Antes, su hermano se había incorporado al proyecto y se rompió de este modo una saga de tres generaciones de la empresa constructora de su padre.

Amella tenía claro que tenía que apostar por la proximidad, la ecología y aquello vegano y sin alérgenos. Así es su obrador, donde empiezan a preparar escalibados, pimientos, tomates, sofritos y cremas. "Desde el minuto cero fabricamos ecológico. Es un valor añadido para diferenciarnos de los que nos intentan copiar y hacen greenwashing", destaca Dani, que añade: "Somos un caso único porque la fábrica es 100% ecológica y 100 % vegana. No ponemos aditivos en ninguna parte, trabajamos con materia primera de payés.

Otro hecho diferencial de Casa Amella es su variedad, que va desde las legumbres cocidas hasta las cremas, las salsas o los zumos: "Es difícil encontrar una conservera que tenga tantos productos diferentes". Además, continúan distribuyendo otros productos locales, como hamburguesas veganas, o las mismas aceitunas y aceite que empezaron a vender el 2002. "Somos especialistas en sacar producto nuevo con valor añadido. Con mentalidad de apoyar en el territorio".

La revolución de la aquafava

Sacar producto con valor añadido no es una frase más en Casa Amella. Y es que han conseguido un producto único e innovador con el cual quieren conquistar el mundo: aquafava ecológica y que sirve como sustituto del huevo para hacer salsas, mayonesas u otras elaboraciones. El aquafava es el líquidos de las legumbres cocidas que hay en las conservas y Casa Amella son de los primeros en hacerla ecológica. Todo empezó en una feria internacional y la visita de un francés: "Me pidió el líquido del garbanzo y empecé a investigar".

Con este producto ya han traspasado los Pirineos y lo venden con fuerza en Francia y países del norte de Europa, donde el producto ecológico todavía tiene más seguimiento que en Catalunya. Paralelamente el 2016 se trasladaron a Artès en una nueva nave y ahora ya ocupan tres, donde elaboran todos sus productos con más de veinte trabajadores. La exportación representa el 10% de sus ventas, pero ahora quieren dar un impulso y tienen previsto cambiar los distribuidores por un departamento de exportación propio y comerciales por países. 

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La ecología como filosofía y cuando el grande se quiere comer el pequeño

Cuando el 2002 Dani Amella puso en marcha este proyecto basado en la ecología y la proximidad, el producto ecológico no tenía la tirada que tiene ahora. Y lo han notado, tanto por el crecimiento de la demanda por parte de los consumidores como por la competencia: "Cada año hemos ido creciendo dos dígitos, pero ahora han entrado las multinacionales. Los pequeños hacemos crecer cosas y después los grandes lo intentan acaparar todo. Pero no pueden acaparar los valores, la cultura y la manera de hacer".

Amella celebra que cada vez haya más conciencia por parte de los ciudadanos sobre aquello que comen y el impacto que tiene en su salud y en el territorio. De hecho, se ve en los grandes supermercados, donde el producto ecológico ha ganado espacio. Amella apuesta por la gran distribución y especialmente por la tienda especializada. "En el gran consumo, somos de los más caros del lineal, porque somos de los más buenos", reivindica. Ahora también están estudiando abrir una nueva línea para la restauración.

Amella: "Sin nosotros, ni el campesino ni el restaurante trabajan"

Casa Amella ha apostado por un crecimiento constante, pero controlado: "Pienso que es mejor ir despacio para ir más lejos". Dani se suma a algunas de las críticas de estos días del sector agrícola, como la excesiva burocracia, y advierte del peligro que supone la agricultura en Turquía. Por eso, cree que la apuesta tiene que ser el alta calidad y focalizarse en mercados como Francia, Noruega o Suecia. 

Y hace una clara reivindicación de su trabajo y de los elaboradores: "Nos falta promocionar los productos y pymes de Catalunya. A veces parece que solo haya el sector de cerdos". "Aparte de fuets y vacas, hay más cosas", enfatiza Amella, que acaba con un mensaje muy claro: "Catalunya ha promocionado mucho la gastronomía y los restaurantes. Pero ahora tenemos que hablar de lo que hacemos aquí, en las pymes y en las fabricas y en los obradores: sin nosotros, ni el campesino ni el restaurante trabajan".

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