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Empresas familiares centenarias: el arte de perdurar

A medida que pasan las generaciones, el peso del legado aumenta, y quizás también puede hacerlo el del excesivo respeto a la tradición como freno

    Botellas de aceite de Borges | Cedida
    Botellas de aceite de Borges | Cedida
    Jordi Tarragona
    Consejero de familias empresarias
    02 de Julio de 2025
    Act. 02 de Julio de 2025

    “Padre trabajador, hijo vividor, nieto mendigo” o “de la nada a la nada en tres generaciones” son dichos populares que sostienen la mentira de la vida corta de las empresas familiares, cuando los datos indican que tienen una vida más larga y una supervivencia a la crisis mayor que las empresas no familiares.

     

    La empresa familiar más antigua del mundo es el hotel Hōshi (Kioto, Japón, 718). En Catalunya, hasta hace poco se decía que la más antigua era Codorníu, de la familia Raventós, con orígenes en el año 1551; pero en 2018, la mayoría de las acciones se vendieron a un fondo de inversión. Aunque se podría afirmar que la empresa madre —la finca originaria— sigue siendo propiedad de una rama que se separó en 1982. Quizás podría reclamar mayor antigüedad Roqueta Origen (1199). Ambas empresas vitivinícolas, porque parece que el arraigo a la tierra alarga la duración, en el sentido de que el modelo de negocio tiene menos cambios.

    A título de ejemplo, podemos ampliar la lista de empresas centenarias catalanas con Uriach (1838), Casals (1870), Torres (1870), Pont Aureli i Armengol (1875), Jori Armengol (1892), Sas (1900), Cottet (1902), Borges (1914) y Simon (1916), entre otros.

     

    ¿Debemos incluir en la lista a La Farga Lacambra? Es originaria de 1808, pero cambió de familia al grupo Fisas-Guixà en 1985. ¿Cuándo es centenaria una empresa familiar? ¿Cuándo lleva más de cien años con la misma familia marcando la estrategia? ¿Y si deja de ser propiedad de la familia? ¿Y si una rama familiar se separa y sobrevive? Dejando aparte disquisiciones que pueden parecer similares a las del sexo de los ángeles, está claro que las empresas familiares que perduran son dignas de análisis para extraer aprendizajes que sirvan al resto.

    A medida que pasan las generaciones, el peso del legado aumenta, y quizás también puede hacerlo el del excesivo respeto a la tradición como freno

    A medida que pasan las generaciones, el peso del legado (algo que se recibe de las generaciones precedentes para pasar fortalecido a las siguientes) aumenta, y quizás también puede hacerlo el del excesivo respeto a la tradición como freno.

    En primer lugar, hay que recordar que hubo unos fundadores que probablemente implantaron unos valores y una misión que se han transmitido, de forma flexible pero manteniendo las raíces, generación tras generación; y que sirven de guía para tomar las grandes decisiones. Han mantenido el emprendimiento de los fundadores, siendo capaces de adaptarse a los cambios en el mundo de los negocios y aprovechar las oportunidades. El análisis de sus historias nos dice que “para gustos, colores”: en algunos casos parece que su pervivencia ha tenido mucho peso en la prudencia financiera; en otros, la capacidad de asumir riesgos que parecían irracionales. Como se dice, “bien está lo que bien acaba”: las decisiones suelen ser juzgadas a toro pasado por sus resultados.

    Aparte de lo que se ha mencionado, comparten una serie de características bastante comunes. Tienen claro que el sustantivo es empresa, y familiar, el adjetivo; que lo que es bueno para la empresa, a la larga, es lo mejor para la familia. Practican una comunicación bidireccional empática entre la empresa y la familia, y dentro de la familia. Planifican el futuro. Profesionalizan los sistemas y estructuras, sin que esto signifique necesariamente expulsar a la familia de la empresa. Forman a los continuadores para sus roles. Tienen unas normas actualizadas para regular las relaciones entre la empresa y la familia, teniendo muy claro qué puede esperar la una de la otra.

    Las empresas familiares centenarias son fuente de aprendizaje y de orgullo.