El pasado 11 del 11 se hizo pública la dimisión del fundador de la firma financiera FTX, alguien que respondía al curioso nombre de Sam Bankman-Fried. La cadena de hechos previos que habían conducido a la decisión, se había iniciado unas semanas en circunstancias que terminaron por reducir a humo una de las principales firmas mundiales del ámbito de las criptodivisas. El primer toque de atención se produjo el pasado mes de octubre, cuando las autoridades de Texas (Estados Unidos) manifestaron que estaban siguiendo, de cerca, la empresa por supuestas ventas irregulares de activos.
Hace menos de un mes, una publicación especializada en el mundo cripto llamada CoinDesk reveló las inmensas posiciones de riesgo que la compañía hermana de FTX, Alameda Research, tenía en los tókenes emitidos por la misma FTX, de la orden de 5.000 millones de dólares (según algunas fuentes, la cifra podría llegar a los 10.000 millones). En otras palabras, la compañía FTX había prestado la mitad o más de la mitad de los activos de los clientes a Alameda Research, una práctica nada recomendable, pero que además estaba prohibida por el reglamento interno de la firma. La actividad de Alameda Research era de alto riesgo, porque se dedicaba al trading a través de diferentes estrategias y ya durante la primavera había sufrido fuertes pérdidas.
La compañía FTX había prestado la mitad o más de la mitad de los activos de los clientes a Alameda Research, una práctica nada recomendable
A partir de aquel momento, todo se aceleró. Se supo que Bankman-Fried había hecho grandes esfuerzos para capitalizar la compañía, unos planes que no lograron éxito. El golpe de gracia lo dio otro de los grandes protagonistas del universo cripto, los chinos de Binance -rivales de FTX- cuando aseguraron que habían decidido liquidar toda su cartera de tokens de FTX (bautizados como FTT), lo que empujó el mercado a la baja para acabar desembocando en una crisis de liquidez para la firma. En un solo día, los clientes intentaron retirar unos 5.000 millones de dólares.
En muy poco tiempo había pasado de ser considerado uno de los principales exchanges del mundo, liderado por el magnate más influyente del panorama cripto del planeta, al temido Chapter 11, es decir, la legislación de quiebras e insolvencias de los Estados Unidos. El valor de FTX, poco antes del colapso, había llegado a superar los 30.000 millones de dólares, una fortuna que quedó reducida a humo en pocas semanas. El rescate in extremis que intentó Binance quedó en nada después que los chinos comprobaron la magnitud del agujero que había engullido el tándem FTX-Alameda. No es fácil averiguar el volumen de fondos de clientes que estaban en manos de la firma, pero las estimaciones hablan de una horquilla de entre 11.000 y 16.000 millones de dólares, un dinero que posiblemente sus propietarios no volverán a ver nunca más.
La respuesta en caliente y vía Twitter del joven exmagnate fue I'm sorry. That's the biggest thing. I fucked up, and should have done better, que se podría traducir como “lo siento, esto es lo más importante. La he cagado y lo tendría que haber hecho mejor”. Unas explicaciones breves y con regusto monárquico por parte de quién, en un tiempo récord, había pasado de Bankman-Fried a Banker-Fired.
¿Pero quién es este tal Bankman-Fried y a que se dedicaba su empresa? El californiano es un físico a la raya de la treintena que había batido todos los récords de acumulación de capital por medios propios desde que en 2019 -solo hace tres años- fundó la firma FTX. El objetivo inicial del negocio era hacer de aquello que se llama exchange, es decir, una entidad que permite a los poseedores de criptodivisas canjear sus activos por otras criptodivisas o por dinero convencional. La semilla de toda esta estructura, que ahora ha colapsado, la pusieron en la primavera del 2019, cuando Bankman-Fried y Zixiao Wang crearon FTX como división de Alameda Research, la firma de trading que el mismo Bankman-Fried había creado el 2017 en California.
Algunos analistas ya aseguran que la cifra que los ahorradores podrán recuperar tenderá dolorosamente a cero
Uno de sus primeros inversores fue el propietario de Binance, Changpeng Zhao, que puso 100 millones de dólares. A partir de aquel momento llegó una época de crecimiento acelerado, con la compra de otras compañías y, sobre todo, el apoyo financiero de grandes fondos de inversión, como Softbank o Sequoia Capital, que el año pasado invirtieron unos 900 millones de dólares. Todo para llegar, durante este 2022, a constituirse en el tercer exchange del planeta.
Y tan rápido como creció, se desinfló, en una especie de criptosoufflé digital. La actividad a que se dedicaba, por ella misma, no debería de comportar un gran riesgo, si no fuera por la nefasta gestión que el fundador y sus compañeros -que compartían mansión en las Bahamas, en una especie de comuna de ultralujo- han desarrollado en los últimos tres años. Un caos que se puede resumir en las primeras declaraciones que ha hecho John J. Ray III, el nuevo administrador de la sociedad que las autoridades han nombrado para mirar de poner orden y sacar el entramado. Famoso por su misión imposible en Enron, dónde fue capaz de exprimir al máximo las ruinas de la compañía eléctrica californiana para poder dar a los acreedores más de lo que buenamente esperaban, Ray III ha dicho de FTX que “nunca había visto una quiebra tan grande en la gestión de una compañía” y ya está elaborando una larga lista de malas prácticas empresariales. Ahora lo que nos queda es ver cuánto dinero es capaz de recuperar John J.Ray III de esta maraña digital para devolver a los clientes de la firma caída en desgracia. Algunos analistas ya aseguran que la cifra que los ahorradores podrán recuperar tenderá dolorosamente a cero.